Dalia comenza a trabajar como ama de llaves para un pariente /no pariente lejano de su padre, quien era un pintor famoso de pintura erótica; para ayudarse en sus gastos personales mientras termina la universidad. Pero termina en las manos seductoras y perversas de este pintor, confundiendo sus prioridades en la vida.
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Capítulo 13
Dalia se apoyó en el lavabo del baño, mientras intentaba calmar su angustia que le apretaba la garganta. El nudo era duro y no le permitía respirar sin evitar sentir que las lágrimas se acumulaban en sus ojos.
Sacó un pañuelo y rápidamente se secó las lágrimas que se asomaban en las esquinas de sus ojos, luego los cerró y respiró profundamente, intentando calmar el dolor alojado en su pecho. Pero le era difícil, recordar que él parecía asustado por los anticonceptivos la dejó perpleja y dolida; pero no era porque estuviese embarazada o quisiera tener hijos, sino porque estúpidamente creyó que se le declararía, que la compensaría por esta relación frágilmente mantenida. Sin embargo, la decepción fue grande al saber que le importaba otra cosa que todo lo que vivían juntos.
Sentía cada vez la necesidad de abrazarlo, de besarlo, de prodigarle caricias y pronunciar su nombre solo por el amor que le tenía, pero él… él parecía no importarle nada, solo calmar sus ansias con ella en la cama, haciéndola dudar de lo que creía en la vida. Estaba ansiosa por tener algo más palpable con Kei, pero parecía que no sería posible, las dudas, el miedo, su amor unilateral la estaban consumiendo, porque no sabía cuándo todo lo que tenían, se esfumaría. Y tampoco sabía si podría aceptar cuando todo terminara porque ya lo amaba demasiado.
Secó de nuevo las lágrimas que querían escaparse. Se miró al espejo una vez más para verificar si su maquillaje seguía intacto, y cansada, salió del baño, caminando a la deriva hasta la multitud. En ese instante de vulnerabilidad se asomó Silvain, tomándola por sorpresa.
-Dalia – lo escuchó llamarla – ¿Qué coincidencia?
-Señor James – trazó una línea. A pesar de la tristeza que sentía por su amor unilateral, no significaba que le agradara la excesiva atención de este hombre presumido – No esperaba verlo por aquí.
Él le sonrió, con su típica arrogancia.
-Colecciono ciertas obras de arte y lo aprecio también. No es raro tener invitaciones a éstos eventos.
-¿Es así? – Dalia quiso marcharse de su lado pero no veía a Kei por ningún lado.
-¿Buscas a Kei? Él está siendo acompañado por su maestro, parece que tienen una conversación seria, no creo que deberías interrumpir.
Dalia vio a Kei junto a su maestro, en el extremo más alejado de la galería y parecía que discutían algo importante, por lo que no quería ser una entrometida, pero tampoco quería quedarse al lado de éste hombre. Intentó darse la vuelta, cuando al otro extremo vislumbró a ese hombre italiano, quien la miraba con cierta intensidad que la estremeció de miedo. Así que, para no ser abordada por ese tal Portinari, decidió quedarse al lado de Silvain, a quien al menos, ya conocía.
Por su parte Silvain, a pesar de su sonrisa, por dentro estaba hirviendo de frustración. Pensando que esta mujer podría permanecer con Kei por más de un mes, mientras que él se cansó de esperar que ella lo buscara, incluso apareciendo por el supermercado que la vio la última vez, no se la había vuelto a topar, llenándolo de incertidumbre.
Era casi como revivir esos días de escuela donde Kei podía, sin siquiera hacer nada, obtener a las chicas que eran sus novias. Por supuesto tampoco las quería, pero le molestaba que algo que sentía que era suyo, fuese arrebatado por un chico estoico y frío, cuando él era más animado y generoso que cualquiera con su dinero.
Aunque claramente Dalia había estado con Kei desde el principio, le inquietaba que ella pudiera haber ignorado su galantería y sus antecedentes financieros, cuando muchas mujeres nunca han podido evitar perseguirlo. Su ego estaba magullado, y le despertaba el instinto de conquista, sin embargo, le frustraba que ella no mostrara otra reacción que no sea la indiferencia, y que su compañera de escritorio, que tenía el cabello rojo vivo y de semblante brillante, era la única que lo mirara como un buen trozo de carne, mientras que Dalia mostrara apatía al notar su presencia.
Pero viéndola esta noche, con un vestido que hacía resaltar la silueta de su cuerpo, junto con un rostro inocente, le hizo pensar que además de hermosa, era realmente atractiva. Su evidente rechazó le atraía, y en el fondo, le gustaba que no fuese asequible con él. Tenía la seguridad y el porte de una dama que buscaba en una pareja real, al menos una que le debiera deferencia y fidelidad.
-Te ves más bella ésta noche – escapó de sus labios, dejándolo aturdido. Se recompuso cuando ella lo miró de reojo – Lo digo en serio, no es un coqueteo, es un alago sincero.
-Está bien – ella lo miró al fin – Usted también se ve bien ésta noche.
Él sonrió con suficiencia. Y antes de poder continuar con su amena conversación, Kei se acercó a Dalia con cierta confusión dibujada en su cara. Pero Silvain no perdió el momento de hacer comentarios sarcásticos.
-Parece que tu inspiración como Black Rose quedó rezagada con éstos tonos alegres, me intriga saber la razón…
Desafortunadamente para Silvain, se quedó hablando solo porque Kei tomó a Dalia de su cintura y la llevó a otro lado, lejos de él, dejándolo como un tonto con sus acciones infantiles.
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Del otro lado de la galería, Luciano observaba todo con cierta apatía. El odio, la envidia y la rabia fermentaban en su pecho ante el glorioso regreso de Kei Smith, con su nueva colección de pintura que era diferente a los siempre lúgubres tonos en sus cuadros. Esta vez, las pinturas deslumbraban con sus tonos cálidos, vívidos y alegres. Se notaba a leguas que el pintor albergaba un sentimiento de renovada alegría en su vida, parecía haber cambiado algo en el siempre sombrío paisajista.
Y Luciano podía adivinar el qué. La mujer con la que había llegado acompañado, no solo era la palabra vacía de musa, sino realmente ella había hecho un cambio significativo en Kei. Ya no parecía apático y frustrado, el rostro de Kei brillaba, su sonrisa llegaba a los ojos y se veía renovado. Todo lo contrario a él mismo, que se sentía más hundido en su decadente carrera, carcomiéndolo la envidia y los celos por el entusiasmo de su maestro hacia Kei. Más aun, cuando su maestro lo miraba con cierta decepción, provocándole miedo e incertidumbre de su futuro como artista.
Tomó otra copa de champaña de un mesero que se paseaba por el lugar y se bebió el líquido de un solo trago, intentando apagar la frustración que quemaba todo su ser. De pronto, vio a la compañera de Kei parada sola en medio del lugar, quería acercarse y saber qué tan profundo quería Kei a ésta mujer. Si pudiera hacer que ella abandonara a Kei, ¿podría asestarle un golpe crítico a su eterno rival? Sin embargo, un hombre llegó al lado de esa mujer y no podía indagar nada con un extraño cerca, así que, ya estando un poco borracho, no pudo quitar la vista en ella, esperando una oportunidad, desafortunadamente, toda ocasión se fue al desagüe con la llegada de Kei al lugar.
Bebió otra copa, intentando acallar su rabia.