En un pintoresco pueblo, Victoria Torres, una joven de dieciséis años, se enfrenta a los retos de la vida con sueños e ilusiones. Su mundo cambia drásticamente cuando se enamora de Martín Sierra, el chico más popular de la escuela. Sin embargo, su relación, marcada por el secreto y la rebeldía, culmina en un giro inesperado: un embarazo no planeado. La desilusión y el rechazo de Martín, junto con la furia de su estricto padre, empujan a Victoria a un viaje lleno de sacrificios y desafíos. A pesar de su juventud, toma la valiente decisión de criar a sus tres hijos, luchando por un futuro mejor. Esta es la historia de una madre que, a través del dolor y la adversidad, descubre su fortaleza interior y el verdadero significado del amor y la familia.
Mientras Victoria lucha por sacar adelante a sus trillizos, en la capital un hombre sufre un divorcio por no poder tener hijos. es estéril.
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Capítulo 7.
Los días siguientes fueron un torbellino de emociones para Victoria. La noticia de que esperaba trillizos había alterado su mundo de una manera que nunca había anticipado. Cada mañana se despertaba con un nuevo sentido de responsabilidad, pero también con un nudo en el estómago, recordando la magnitud de lo que significaba ser madre de tres. Y así se cumplieron doce semanas de embarazo, las náuseas habían desaparecido, pero los achaques seguían y su vientre ya no estaba tan plano, el tamaño de sus pechos había aumentado y hasta había ganado un par de kilos más.
Doña María se convirtió en su pilar, brindándole apoyo constante y ayudándola a organizar todo lo necesario para su nuevo estilo de vida. Juntas, comenzaron a hacer planes para el futuro, desde cómo preparar la casa hasta qué tipo de alimentos serían más nutritivos para Victoria y sus bebés.
Una mañana, mientras desayunaban, doña María se sentó frente a ella con una expresión seria pero cálida.
—Victoria, creo que deberíamos comenzar a pensar en el espacio para los bebés. Necesitamos asegurarnos de que todo esté listo —sugirió, tomando un sorbo de su té.
Victoria asintió, sintiendo que la carga de la responsabilidad se hacía más real.
—Sí, he estado pensando en eso. No sé cómo voy a manejar todo, abuela —confesó, sintiendo la ansiedad apoderarse de su pecho.
—Escucha, cariño, cada paso que des será un paso hacia adelante. Lo importante es que tengas apoyo y que no te sientas sola. Estoy aquí contigo, y juntas encontraremos la manera de hacerlo —le dijo doña María, sonriendo con confianza.
Después del desayuno, decidieron salir a buscar algunas cosas para los bebés. Visitaron tiendas de artículos para bebés y, aunque era abrumador ver tantos productos, también había algo emocionante en ello. Victoria se sintió un poco más aliviada al ver que no estaba sola en esta aventura. Doña María la guiaba, ayudándola a elegir lo esencial. También Azucena, aunque no la visitaba le llamaba y le había enviado dinero un par de veces.
—Necesitamos un par de cunas, pañales, ropa y, sobre todo, mucha paciencia —dijo doña María, haciendo una lista mental mientras recorrían los pasillos.
Mientras exploraban, Victoria se detuvo frente a una estantería llena de pequeños zapatitos y ropa diminuta. Su corazón se llenó de ternura al imaginar a sus bebés usando esas pequeñas prendas.
—¡Mira, abuela María! Son tan pequeños y adorables —exclamó, señalando un par de zapatitos de tela en color blanco.
—Son preciosos, Victoria. Y pronto los verás usar cosas así. Pero recuerda, también debemos ser prácticas —respondió doña María, guiándola hacia los artículos más necesarios.
Después de una tarde llena de pequeñas compras, regresaron a la pensión con varias cajas y bolsas. Victoria sintió una mezcla de emoción y agotamiento, pero cada paso que daban juntas la hacía sentir más segura.
Esa noche, mientras se acomodaba en la cama, Victoria reflexionó sobre lo que había pasado en tan poco tiempo. Se dio cuenta de que, aunque había momentos de miedo e incertidumbre, también había un profundo amor que la envolvía. La idea de ser madre de tres bebés era aterradora, pero también podría ser hermosa. Esa noche intentó comunicarse con su madre, peto solo quedó en el intento, nadie respondió y eso la llenó de tristeza, se preguntaba si ya todos la habían olvidado.
Al día siguiente, decidieron visitar el dispensario nuevamente para un chequeo de rutina. Victoria sabía que era importante monitorear su salud y la de los bebés. Mientras esperaban su turno, observó a otras mujeres embarazadas, algunas de ellas sonriendo felices, otras con miradas preocupadas. Sin embargo, esta vez, Victoria se sentía más fuerte.
Cuando la llamaron, entraron al consultorio con la doctora Beatriz Fernández. las saludó con una sonrisa.
—¡Hola, Victoria! ¡Qué bueno verte de nuevo! ¿Cómo te has estado sintiendo? —preguntó, revisando su historial médico.
—He estado bien, un poco cansada, pero emocionada —respondió Victoria, sintiendo que el apoyo constante de doña María la ayudaba a mantener el ánimo.
La doctora la examinó y le hizo algunas preguntas sobre su bienestar y la alimentación que estaba llevando. Mientras hablaban, Victoria se dio cuenta de que había comenzado a aceptar su nueva realidad.
—Recuerda que es fundamental que descanses y te alimentes bien. Tres bebés requieren mucha energía —le advirtió la doctora, sonriendo.
Al final de la consulta, la doctora le dio algunas indicaciones adicionales y la animó a seguir asistiendo a los chequeos regulares. Cuando salieron, Victoria sentía que, aunque el camino sería largo y difícil, contaba con el respaldo de personas que la querían y la apoyaban aunque no llevaran la misma sangre.
Regresaron a la pensión, y mientras organizaban algunas de las cosas que habían comprado, doña María le dijo:
—Mañana será un día importante, cariño. Vamos a empezar a prepararnos para la llegada de mi hija Lisseth y mi nieto Carlitos.
_Imagino estarás más feliz con tu hija y tú nieto aquí.
_Sí, más feliz con una familia más grande.
Victoria miró a su abuela de corazón, sintiendo una mezcla de gratitud y amor.
—Gracias por estar a mi lado, abuela María. No sé qué haría sin ti —respondió, envolviendo a doña María en un abrazo cálido.
La vida de Victoria había cambiado drásticamente, pero con la fuerza de doña y el amor que comenzaba a florecer dentro de ella, estaba lista para enfrentar cualquier desafío que se presentara en su camino. Así, el día avanzó en un ambiente de esperanza y determinación, mientras ambas mujeres se preparaban para la aventura que estaba por venir.
Al día siguiente, fue un festejo, doña María recibió a su única hija y a su nieto Carlitos, los dos hicieron conexión con Victoria y una bonita amistad nació.