Ivin quiere lo mejor para su familia y por eso esconde un secreto: por las noches es dama de compañía. Durante una noche de trabajo, se reencuentra con su crush de toda la vida. ¿Qué podría pasar cuando tu primer amor te confiesa estar enamorado de ti, pero tú estás en alquiler para otros hombres? ¿Por qué el amor es difícil a veces? ¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué el amor no siempre nos salva?
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ESTOY SINTIENDO
¿Que era ese momento? ¿Significaba algo? ¿Qué pensaría la gente de nosotros? ¿El mundo sería capaz de entender por completo lo que estábamos sintiendo? Porque realmente en el fondo de mi alma, él comenzaba a despertar agradabilidad.
Lo más probable es que nadie en el mundo entero fuese capaz de comprender lo que estábamos experimentando en ese momento. Más que una cita, creo que esto sería el comienzo de algo inexplicable.
Por aquellos segundos que pasaron, todos mis problemas desaparecieron con Jonatan, e incluso, ni siquiera fui capaz de pensar en Manuel. ¡Mi crush de toda la vida!
—Es en esta casa de dos pisos —le dije señalando a mi casa.
Faltaban cinco minutos para las diez.
—Creo que tu casa es muy bonita.
—¿De verdad te gusta?
Sus ojos se enfocaron en lo que estaba justo enfrente de nosotros, principalmente, se quedaron viendo la parte de arriba. ¿Que había allí?
—¿Hay alguien en la terraza de arriba?
—No. No hay nadie. Regularmente dejo que esas luces se enciendan por las noches para darle una vista más coqueta a la casa.
—Se ve padre. ¿Tú lo hiciste?
Había tantas cosas que Jonatan podría haber sabido de mí en ese instante, pero mis nervios me hicieron callar de una forma muy seria. ¿Debí decirle todo?
—Sí. Yo me encargué de decorar la terraza. ¡Es mi lugar favorito!
Mis palabras le hicieron sorprender. Una vez más, pude ver cómo sus labios me sonreían con curiosidad, por qué seguramente le causaba intriga poder saber más sobre mí.
—¡Pues se ve bien! Me gusta como se ve.
Sonreí. Desabroche el cinturón de seguridad. Era mi momento para alejarme de él.
—¡Gracias por haberme traído! También me la pase bien esta noche.
—Eso me da gusto. ¡Creo que tu compañía me hace bien!
Pensé en sus palabras, sonreí, le miré directamente a los ojos y no me sentía nerviosa. ¡Esta vez no me sentía nerviosa de estar con un hombre! Porque realmente no estábamos haciendo cosas malas, solo nos estábamos conociendo de forma inocente y tal vez el mundo no estaba listo para aceptar nuestros ideales.
—Te escribo luego.
—Por supuesto Yuri.
Y escucharlo llamarme de esa forma me hizo sentir rota. ¿Por qué? ¿Qué fue lo que se me rompió en el interior? Abrí la puerta, me disponía a bajar, pero mi mente estaba sufriendo. Me detuve y giré a mirarle, necesitaba mirarle. ¡No podía permitir que siguiera llamándome así!
—Jonatan.
—¿Sí?
—Tengo que decirte algo.
El momento se pintó con un poco de silencio y fragilidad.
—Por supuesto, te escucho.
¿Que se supone que debes decir ante una situación en la que sientes que tu mundo está roto y tienes miedo de abrirte con alguien, por qué sabes que esa persona puede pensar que tú eres de lo más patética del planeta? Dejé escapar un suspiro.
—Mi verdadero nombre no es Yuri. Mi nombre es Ivin.
En esa noche, fue que sus pupilas parecieron dilatarse en la oscuridad con un brillo que impactó a mi alma.
—¡¿Ivin?!
—¡Sí!
—¿De verdad?
Asentí
—Ese es mi verdadero nombre.
Miradas a oscuras, latidos suaves y tranquilos. Fue su gesto la mayor sorpresa de esta noche. Su mano capturó mi mano, sentí su palma suave y tibia; aquel tacto me inundó de una forma tan bonita, que era como si nada ajeno a mí importara en este momento.
—Es un bonito nombre.
Pensé que se molestaría conmigo.
—¡Gracias!
—¡Creo que eres muy bonita!
Nuestros dedos se entrelazaron. Mi corazón comenzó a acelerarse y fueron segundos los que pasaron para que los nervios me hicieran cosquillas. ¡No pude evitar temblar!
—¿Tienes frío?
Ya eran más de las diez.
—No. Es solo que...
En mi mente, yo estaba luchando por poder asimilar esto.
—¿Pasa algo?
—Eres el primer hombre que me toma de la mano de esta forma y...
El viento nocturno me hizo callar.
—¿Y....?
Sonreí, quería demostrarle que él me hacía sentir bien, aquí y ahora.
—Cada vez que nos vemos, siempre a la hora de despedirnos sueles hacer algo que me pone de forma curiosa. Como si mis sentidos se exaltaran en el buen sentido y me gusta, condenadamente se siente una chispa en mí.
—¿Y eso es bueno?
—¡Se siente bien!
Mi respuesta le hizo sonreír.
—¿Te hace sentir bien mi tacto?
—Ajá.
—¡Eso está bien!
—Como una cosquilla muy agradable. La neta no sabría cómo explicarlo.
—No necesitas explicarlo, solo disfrútalo.
El tono de su voz provocaba que esa sensación se volviera más intensa en mi corazón. ¿Y que era? ¿Que fue? ¿Que fuimos? Estoy segura de que aquel tacto nos hizo convertirnos en el inicio de algo bonito. ¡Era obvio que ambos no nos convertiríamos en amigos!
—Me gustaría disfrutarlo más tiempo, pero, ya me tengo que ir. Estoy segura de que mi madre ya me está esperando en la sala.
Nuestras manos seguían unidas. ¿Podría seguir sintiendo lo mismo después de alejarnos un poco? ¡Eso lo tenía que averiguar!
—¿Quieres que nos volvamos a ver?
Una pregunta que más bien, era una propuesta, aquella propuesta era más que simples palabras. ¿Que eran? Posibilidades. ¡Muchas posibilidades!
—Vale. Pero hay que planearlo. ¿Te parece?
—Sí, estoy de acuerdo con eso.
—Pues entonces... ¡Regresa a casa con bien!
—¡Eso haré, niña bonita!
—Vale señor.
—¿Señor?
—Es que eres más grande que yo. ¡Ya sabes!
—¿Y qué?
—Creo que el título señor te va bien, con eso de la barba y el acento marcado que tienes. ¡Suena genial!
Le saqué una sonrisa.
—De acuerdo. Yo seré el señor y tú la niña bonita.
¿El señor y la niña? ¡Sonaba chistoso! Más bien era algo cursi que me causo unas ganas de vomitar (en el buen sentido).
—Dale pues. Ya me voy porque seguro mi madre me va a colgar.
—Dale saludos de mi parte.
—Le digo.
—Va.
—¡Ya puedes soltarme!
—¡Oh es verdad!
Y nos soltamos. Los latidos seguían fuertes, los nervios habían cedido y una parte de mí se sentía muy complacida.
—¡Ten una buena noche Jonatan!
—¡Tú también, Ivin!
Escucharlo pronunciar mi nombre real me hacía sentir bien.
Y es que, si él decía que yo le transmitía confianza, entonces creo que debería esforzarme por poder demostrarle que yo, de verdad, era una persona en la que se podía confiar.
Al entrar a mi casa, la puerta hizo clic para anunciar mi llegada y mamá no tardó en aparecer.
—Llegas diez minutos tarde.
—En realidad llegue cinco minutos antes, solo que estábamos platicando afuera de la casa.
—¿Eso es verdad?
—Sí. Recién se acaba de ir.
Mamá sonrió ampliamente, llevaba puesto su delantal y la tela estaba un poco manchada con harina. Esta era la hora en la que ella horneaba los pays para la venta.
—Me da gusto que ese muchacho este de regreso. ¡Qué bueno que han retomado su amistad! Le hubieses invitado a pasar, sabes que tengo pays listos a esta hora.
—Sí, solo que también llevaba prisa. Lo esperaban en casa.
Mamá asintió.
—¿Sabes que sabor le gusta más a Manuel?
Era obvio que yo no podía decirle la verdad a mi madre, me refiero a la verdad sobre esta noche. ¡Que no estuve con Manuel!
—Le gusta el de zarzamora con queso.
—Bien, entonces mañana que lo veas le das uno. Que no se te olvide.
—Si mami. No se me olvida.
—Bien. ¿Ya irás a dormir?
—Quizá.
—¿Como que quizá?
—Es que planeo pintar un poco.
Sus ojos me lanzaron una mirada tierna.
—¡Está bien mija! Solo no te desveles demasiado.
Mamá conocía perfectamente la realidad de mis sueños y de alguna u otra forma siempre trataba de animarme a que algún día, yo podría poder cumplir con lo que tanto había deseado. ¿Qué era eso? ¡Poder convertirme en artista! Pintar, desahogarme y disfrutar de mi arte.
—Sí, no me pienso desvelar. ¿A ti te falta mucho?
—Ya casi termino.
—Entonces tampoco te desveles demasiado.
Le saqué una sonrisa a mi madre.
—¡Descansa hija!
—Tú también ma. ¡Buenas noches!
Subí a mi habitación. Cerré la puerta, las series de luces iluminaban mi oscuridad. Fui al baño, me quité la ropa y me puse algo más cómodo. Encendí los auriculares Bluetooth y puse play a la música. Sentada frente a un lienzo en blanco, la pintura estaba a mi lado y los sentimientos que mi corazón cargaba, eran algo que no quería olvidar. ¿Cómo podría recordarlos?
El tacto de Jonatan era algo que seguía muy fresco en mi interior. Sin mucho en cuenta, comencé tomando una brocha y la pintura negra sería el fondo perfecto. ¿Alguna vez has sentido bonito en el corazón cuando alguien te dice que la pasa bien contigo? Soy muy consciente de que la vida que llevo no es muy grata, que yo misma me he hundido en una situación bastante complicada en la que nadie puede ayudarme y ¿qué va a pasar conmigo?
¿Qué sería de mí si mi familia supiera la verdad? ¡Ojalá algunas cosas fueran más fáciles de expresar!