Viviana es la menor de tres hermanas, su vida da un giro inesperado cuando se ve obligada a tomar el lugar de su segunda hermana para casarse con un Despiadado multimillonario y así poder salvar la vida de toda su familia, tras el matrimonio forzado Ares Grey la hace vivir un infierno por venganza... Acompáña a Viviana en esta historia desafortunada.
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Un Beso
—¡Nunca seré tuya!—, le dije, con una voz llena de determinación. —¡Nunca te amaré!—. Mi voz era como un grito de guerra que resonaba en la habitación.
—Y sabes por qué—, le dije con una voz llena de desafio.
—Porque estoy segura de que mi novio es más hombre que tú—. Mi voz temblaba de rabia y mi corazón latía con fuerza en mi pecho.
—Y sabes otra cosa— continué, sin pensar en las consecuencias de mis palabras. —Me entregué a él—. Mi voz era como un cuchillo que se clavaba en el corazón del hombre delante de mi.
Lo vi ponerse pálido de ira y su rostro se ensombreció aún más. Sus ojos se convirtieron en dos rendijas de furia y su mirada me hizo sentir como si estuviera a punto de ser consumida por él.
—¿Qué has dicho?—, me preguntó, con una voz llena de amenaza. Su voz era como un trueno que retumbaba en la habitación.
Me di cuenta de que había ido demasiado lejos, pero no podía retractarme. Me encogí de hombros, intentando parecer indiferente, pero mi corazón estaba a punto de estallar de miedo.
—La verdad—, le dije, con una voz que intentaba ser firme. —Me entregué a él porque lo amo—. Mi voz era como un desafío.
Se acercó más a mí, su rostro a centímetros del mío. Pude sentir su aliento cálido en mi piel, y su mirada me hizo erizar.
—Vas a pagar por esto—, me dijo, con una voz llena de odio. —Vas a pagar por haberme desafiado—. Su voz era como un juramento que me hacía sentir atrapada.
No me detuve. Seguí mirándolo con desafío, intentando no mostrar mi miedo. —No me importa—, le dije, con una voz que intentaba ser firme. —No me importa lo que me hagas—. Mi voz era como un grito de guerra que resonaba en la habitación.
Nos miramos fijamente, ambos con furia en nuestros ojos. Yo tenía la cabeza bien en alto, intentando mantener la mirada desafiante, mientras que el tenía su cabeza agachada ligeramente, lo que hacía que su mirada fuera aún más intensa.
Estábamos tan cerca el uno del otro que podía sentir el calor de su cuerpo. De repente, sin previo aviso, me tomó por la nuca y me besó. Fue un beso intenso y apasionado, que me dejó sin aliento.
Por un momento, me quedé paralizada, sin saber cómo reaccionar. Pero antes de que pudiera hacer algo, se detuvo y se dio cuenta de lo que había hecho.
Su rostro se ensombreció, y sin decir una palabra, me dio la espalda y se fue de la habitación, dejándome allí, con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho.
Me quedé allí, intentando procesar lo que había pasado. ¿Por qué me había besado? ¿Qué significaba eso? La confusión y la sorpresa se apoderaron de mí, y me sentí como si estuviera en un sueño del que no podía despertar.
Pasaron minutos en la habitación, y mi mente seguía dando vueltas al beso que me había dado. Me sentí confundida y un poco mareada, así que decidí levantarme de la cama y bajar a la cocina para comer algo. La idea de comer me pareció reconfortante, y esperaba que me ayudara a despejar mi mente.
Al llegar a la cocina, encontré a la señora Luz limpiando la cocina. Me sonrió cuando me vio, y le pedí si podía darme algo de comer.
—Claro, mi niña—, me dijo, con una voz cálida.
Me senté en la mesa de la cocina, y ella me preparó un plato de comida caliente.
Mientras comía, hablamos un poco sobre cosas triviales. La señora Luz me preguntó sobre mis gustos y preferencias, y yo le respondí con sinceridad. Me sentí un poco más relajada en su presencia, y comencé a disfrutar de la comida y de la conversación.
Pero entonces, la señora Luz cambió de tema. —No deberías haber intentado escapar—, me dijo, con una voz suave pero firme. —No es seguro para ti, y solo te traerá problemas—. Me miró con una expresión seria, y yo sentí un poco de culpa.
—Lo sé—, le dije, suspirando. —Pero no puedo evitarlo. Me siento atrapada aquí—. La señora Luz asintió con la cabeza, y me puso una mano en el hombro. —Entiendo—, me dijo. —Pero tienes que ser cuidadosa. El no es un hombre con el que se pueda jugar—. Me miró con una expresión de advertencia, y yo senti preocupación.
—¿Qué quieres decir?—, le pregunté, curiosa. La señora Luz se encogió de hombros. —Solo que es un hombre poderoso, y no le gusta que lo desafíen. Si quieres sobrevivir aquí, tienes que aprender a manejarlo—. Me dio un consejo, y yo lo tomé en serio.
Terminamos de comer, y la señora Luz me sonrió. —Espero que te sientas mejor— me dijo. —Si necesitas algo, no dudes en llamarme— Me sentí agradecida por su amabilidad, y le sonreí a mi vez. —Gracias— le dije. —Lo haré—.
Camine por el corredor hacia las escaleras, pero me detuve en seco al escuchar algunos gritos ahogados de una mujer.
Me pareció que eran gritos de dolor o de angustia, pero había algo extraño en ellos. Eran bajos y guturales, como si la mujer estuvierasufriendo.
Me sentí un poco asustada y curiosa al mismo tiempo. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Quién era la mujer que estaba gritando? Me acerqué lentamente hacia el final del pasillo, intentando escuchar más claramente lo que estaba sucediendo.
Los gritos parecían provenir de una habitación que estaba al final del pasillo y me pareció que era la oficina de él.
La puerta estaba cerrada. Me detuve frente y me quedé allí, escuchando. Los gritos habían cesado, y había un silencio inquietante.
Abrí la puerta y me quedé en shock al ver lo que estaba sucediendo en la habitación. La mujer que había estado gritando estaba recostada sobre el escritorio desnuda.
Ares estaba de pie junto a ella, con una expresión de enfado y sorpresa en su rostro.
—¡Carajos, niña!, ¿por qué entras así?— me preguntó, con una voz dura y autoritaria mientras se subía los pantalones.
Me sentí un poco intimidada por su tono, pero intenté mantener la calma. —escuché gritos y me preocupé— el me miró fijamente, como si estuviera estudiándome. Luego, se dio la vuelta y se acercó a la mujer.
—¿Estás bien?— le preguntó, con una voz más suave mientras le pasaba su camisa que estaba sobre la silla para que ella se cubriera.
La mujer asintió con la cabeza y tomo la camisa, Él se volvió hacia mí. —Puedes retirarte—, me dijo.
—Esto no es asunto tuyo—. Me sentí un poco confundida,
Me quedé en la habitación, mirándole a el y a la mujer con sorpresa. —¿Quieres que me vaya yo en vez de esta mujerzuela?—, le pregunté, intentando entender la situación.
Él se acercó a mí, su cercanía me estaba agobiando además porque estaba sin camisa —¿Acaso quieres tomar su lugar?—, me preguntó con una voz baja y seductora.
—Así que yo debo soportar que te reúnas aquí con esta zorra?—, le dije, con una voz llena de ira.
Mi mirada se dirigió a la mujer que estaba en la habitación, y pude ver la sorpresa y el desafío en sus ojos.
El se volvió hacia mí, con una expresión calmada en su rostro. Me miró fijamente, sin decir nada, y pude sentir su mirada penetrante. La mujer se quedó en silencio, esperando su respuesta.
La tensión en la habitación era palpable, y pude sentir la emoción y la pasión en el aire. La mujer se acercó a mí con furia en sus ojos, y su rostro enrojecido por la ira.
—¿Quién te crees para hablarme así?—me preguntó, su voz temblaba de rabia. Me sentí desafiada por su actitud, pero no me moví, manteniéndome firme en mi lugar.
Ares vio la situación y se interpuso entre nosotras, poniendo una mano en el pecho de la mujer para detenerla. —No— le dijo, con una voz firme pero calmada. —No es necesario que esto llegue a ese punto—.
La mujer se detuvo, pero su mirada seguía fija en mí, —No voy a permitir que esto se salga de control—.
—¿Que esto se salga de control?— repetí con irritación, mi voz estaba elevándose. —Esto ha estado fuera de control desde que me sacaste de mi casa a la fuerza— le grité en mi enfado y frustración estallando.
Ares me miró con una expresión dura, su voz estaba igual de intensa. —No te permito que me hables así— me dijo, con tono autoritario y firme. —No voy a tolerar ese tipo de lenguaje—
Me sentí desafiada por su reacción, pero no me detuve. —¿No voy a tolerar?—, repetí, mi voz estaba llena de sarcasmo.
—¿Qué vas a hacer si no lo toleras? ¿Me vas a encerrar de nuevo? ¿Me vas a castigar?— Mi enfado y resentimiento hacia él estaban a punto de estallar....