"UN AMOR PROHIBIDO QUE NO MUERE
Kostas conoce a Athina, la hijastra de su hermana, en una boda. Es amor a primera vista, pero la edad y la relación familiar lo convierten en un tabú.
Cinco años después, Athina es secuestrada y Kostas se convierte en su héroe. El amor sigue vivo, pero el pasado y los prejuicios amenazan con separarlos.
¿Podrán superar las barreras y luchar por su amor?
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Capítulo Doce
Una vez salieron las amigas de la farmacia, Ivet aborda a Athina.
—Athina, ¿para qué son esas pruebas? —Athina la mira, y con su dedo índice señala su pecho. —¡No me digas que! Ay, Athina, ¿qué hiciste? ¿Y por qué no me lo habías contado? ¿No soy, pues, tu amiga? ¿No me tienes confianza?
Ivet estaba muy disgustada con Athina.
—Por eso mismo, Ivet, mira cómo te pones. Sabía que me lo ibas a reprochar y no quería pasar un mal rato. No lo soporto. —Athina sube a su auto, e Ivet hace lo mismo.
—Me vas a contar qué hiciste, ¿sí o no? —Ivet insistía.
—Sí, espera que lleguemos al penthouse y te cuento mientras me hago las pruebas de embarazo. —Ivet estaba ansiosa, pero aceptó el pedido de su amiga.
Una vez que llegaron, se encerraron en la habitación. Athina fue al baño a hacerse las pruebas y, mientras salía el resultado, le contó a Ivet lo que pasó con su tío Kostas el día del cumpleaños.
Esta vez Athina no se aguantó más y lloró lo que no había podido llorar desde ese día.
—Fue la mejor noche de mi vida y a la vez la peor. Primero me subió al cielo y al día siguiente me tiró al suelo sin contemplaciones. Se arrepintió de todo lo que me hizo y lo peor es que me haya acusado de drogarlo. ¿Puedes creerlo, Ivet? Pensó que yo abusé de él. Me odia y eso no lo soporto. Yo quería que se enamorara de mí, no que me aborrezca. —Ivet la abrazó y esta vez Athina descargó todo su dolor y sufrimiento que le causó Kostas. Su rechazo, como la miraba, como la acusaba y como le pidió que jamás se vuelva a cruzar por su camino.
—Tranquila, amiga, llora todo lo que tengas que llorar. Pero él no te merece, te enamoraste de un ideal, pero solo de su imagen. No del verdadero Kostas, no del que mostró su cara y te acusó. Además, eso era lo que querías, que él te hiciera un bebé, así que ni te quejes. Más bien vamos a ver si ese hombre te preñó. —Ivet la levanta de la cama, la abraza y juntas entran al baño a ver los resultados.
Athina tomó una y esta tenía dos rayas azules.
—Positivo —Una lágrima de felicidad sale de sus ojos. Un hijo del hombre que ama, aunque él la desprecie.
—Mira, este dice las semanas. ¡Cuatro! Felicitaciones, amiga. —Ivet abraza a Athina y esta nuevamente se desmorona a llorar. —Athi, ya no llores, mira que ahora debes de estar tranquila, si no, mi sobrino va a salir bien llorón.
Athina se ríe en medio del llanto por las ocurrencias de su amiga. Fue muy acertado el haber pedido a su papá que contratara a Ivet; su compañía le va a hacer mucho bien en su embarazo.
Ahora debe de encontrar la manera de que su papá aún no se entere de que va a ser abuelo. Aún no es el momento. Solo le preocupan Hada y su esposo. Ella va todos los días al penthouse a cocinar y hacer el aseo, y su esposo Philips es su custodio en el día. Cuando se note su barriga, ellos lo más seguro es que se lo van a contar a su papá.
Tiene unos meses para saber qué hacer.
Athina inicia sus clases en la prestigiosa universidad de Oxford; el recorrido desde donde vive hasta el campus es de 45 minutos en auto. Ivet hace muy bien su papel de asistente y es su chófer personal. La cuida como si su vida dependiera de ello, permanece a su lado y, mientras está en clases, la espera en la cafetería o en el estacionamiento.
Cuando Athina terminó el segundo periodo de su carrera de administración de empresas, debió darle una excusa a su papá de que no podía viajar a Atenas a las festividades de fin de año. Ya tenía cinco meses de embarazo y su bebé, que era un niño, estaba creciendo fuerte y sano, pero su pequeña barriga se podía disimular muy bien.
Un día antes de navidad, Athina recibió una visita inesperada: era su papá junto a Constantin. Se sorprendió mucho; estaba muy nerviosa de que su papá se enterara de esa forma de que estaba embarazada. Cómo le iba a explicar que iba a tener un bebé y ella no le había dicho nada. Se iba a decepcionar mucho. Ivet se percató de la situación y la tomó del brazo para darle seguridad y saludar a los visitantes.
—¡Mi princesa! No aguanté las ganas de verte. ¿Cómo has estado? —Athanasiau la abrazó y le daba besos en las mejillas. Athina agradecía que, como estaban en invierno, llevara un suéter y un abullonado abrigo.
—Papito, qué agradable sorpresa. ¿Por qué no me avisaste que iban a venir? —Athina le reprochó. —Hola, hermanito, ven, te saludo.
Athina llamó a Constantin para saludarlo, pues él estaba muy entretenido saludando a Ivet. Él la abrazó y también le dio dos besos en cada mejilla.
—Hola, hermanita, cómo estás de bonita. Has crecido más desde la última vez que te vi. —Ivet empezó a toser, y Athina sudaba a pesar de estar el clima frío.
Hada ya tenía listo el almuerzo, pues Athanasiau avisó que iba a ir de sorpresa. Pasaron al comedor y disfrutaron de un agradable día. A pesar de compartir en familia, Athanasiau debía volver ese mismo día a Atenas, pues Alondra estaba hospitalizada, su pequeño Demis quería salir antes de tiempo y debía estar monitorizado su embarazo. Apenas tenía seis meses y temían que su bebé naciera demasiado prematuro. Así que se despidió de su hija y su amiga, y se fue dejando a Constantin acompañándolas a un día más.
Athina pudo respirar tranquila cuando su papá se fue; ahora tocaba disimular con Constantin. Pero su mentira muy pronto saldrá a la luz, pues así se fuera su hermanastro, quedaban Hada y Philips, que son los ojos de su papá en Londres.
Athina entró a la cocina a tomar un vaso con agua, y detrás de ella entró Constantin.
—Athina, ¿cuándo le vas a decir a tu papá que estás embarazada? —Athina sintió un frío recorrer su espalda.
—¿Embarazada? —Athina se hizo la tonta, pero de nada valía. Ya su hermanastro la había descubierto.
—Sí, debajo de esa gran chaqueta hay una pancita de embarazada. —Constantin se acercó y tocó su abdomen. —¿Ves? Ahí está mi pequeño sobrino.
Athina empezó a llorar; estaba asustada. Su papá se iba a enterar de la peor manera y se iba a decepcionar de ella. De todos los escenarios que planeó con Kostas, jamás previó cómo le iba a decir a su papá que estaba embarazada.
—Consta, te pido por favor que no le cuentes a mi papá. Ese es mi deber, sé que lo debo hacer, pero aún no me siento capaz —Athina trata de convencerlo.
—No lo puedes ocultar por mucho tiempo, pero te voy a ayudar. ¿Y quién es el papá? —Athina respiró aliviada por la ayuda de su hermanastro, pero no podía contestar a su pregunta.
—Mi bebé no tiene papá.