Leonor una joven de corazón puro que luego de que en su primera vida le tocará experimentar las peores atrocidades, vuelve en el tiempo y jura vengarse de todos aquellos que algunas vez destruyeron su vida por completo.
Nueva historia chicas, subiré capítulo intercalando con las otras dos. Sean pacientes, la tengo que subir por qué sino se me va la idea😜😜🤪
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cap. 12
En el jardín del palacio, las damas vieron acercarse a los guardias reales. Cuando estuvieron junto a ellas, una de las damas preguntó:
—¿Cómo está la princesa?
—Su alteza imperial está algo delicada. Aún no nos han dado órdenes de revelar más información, pero no podrán irse hasta esclarecer todo esto —respondió uno de los guardias.
Las mujeres observaron en silencio cómo recogían la taza de té de la princesa y luego se marchaban.
Las especulaciones no tardaron en surgir, y algunos sirvientes que escucharon lo sucedido fueron inmediatamente a informar a la Emperatriz.
Al enterarse, ella sonrió radiante. Su hijo, que estaba a su lado, la miró y dijo:
—¿Madre, estás segura de que esto no nos traerá problemas?
—Por supuesto que no. No hay nada que me inculpe directamente.
Si todo sale como espero, a partir de mañana solo habrá un heredero.
David la miró con orgullo. Gracias al apoyo de su madre, pronto se convertiría en emperador, y una vez que eso sucediera, le daría la vida y la posición que ella siempre había merecido, pero que el actual emperador le había negado.
***
En el salón del trono, los médicos imperiales habían llegado a una conclusión devastadora: el veneno que le habían dado a la princesa era muy potente y sus horas estaban contadas.
Al saberlo, Maximus exclamó:
—¿Cómo es posible que nadie sepa si existe una cura?
—La hay, Majestad —dijo uno de los médicos—, pero no aquí. Ese veneno solo se consigue en el mercado negro, y su antídoto solo se encuentra en Zenda o en Fleming.
Maximus frunció el ceño con gravedad y ordenó:
—Llamen al príncipe Mauricio, ¡ahora!
El silencio reinó hasta que el príncipe llegó. Apenas se presentó, Maximus caminó directamente hacia él y, tomándolo del cuello, bramó:
—¡Fuiste tú...!
Mauricio sujetó el brazo del emperador, y en un instante, los soldados de ambos bandos desenvainaron sus espadas, rodeándolos.
—No sé qué le han dicho —replicó Mauricio con esfuerzo—, pero yo también estoy buscando evidencia.
—¡No mientas! Solo tú tienes el antídoto para salvar a mi hija...
Mauricio fingió sorpresa y preguntó:
—¿Cuál? ¡Dígamelo y se lo daré ahora mismo! No me importan las guerras internas entre nuestros imperios, solo quiero que Leonor esté bien.
Maximus, al ver sinceridad en sus ojos, lo soltó. Luego ordenó a sus médicos:
—Díganle al príncipe qué planta necesitamos para preparar el antídoto.
Aun así, Maximus no confiaba plenamente en él, así que decidió mantenerlo vigilado.
Los soldados de Mauricio, aún tensos, esperaban órdenes. Mauricio les indicó:
—Guarden sus espadas. Todo está bien.
—Pero, Alteza...
—He dicho que las guarden —insistió con firmeza.
A regañadientes, obedecieron, pero se mantuvieron alerta.
Mauricio se acercó al emperador y dijo:
—Ahora que está más calmado, le contaré lo que he averiguado.
Maximus asintió, y Mauricio prosiguió:
—Me tomé la libertad de inspeccionar cada habitación de servicio utilizada por las doncellas de la princesa, con ayuda de la reina. Para nuestra sorpresa, encontramos un frasco sospechoso. Ahora mismo, el médico que atendió antes a su hija lo está analizando para confirmar si contiene el mismo veneno.
Maximus lo miró, sorprendido.
—¿Dónde están ahora la reina y el médico?
—En el palacio de la princesa. Yo mismo iba a ir por el antídoto, pero...
—No. Usted se quedará aquí —interrumpió Maximus.
Mauricio suspiró, resignado. Indicó a uno de sus hombres que fuera a buscar el antídoto, y agregó, mirando al emperador:
—Majestad, le estoy pasando todas estas faltas de respeto solo por mi prometida. Pero una vez que encuentre al culpable, espero unas disculpas... épicas.
Sin más, se marchó.
La capitana Sara, que había presenciado todo, se acercó a Maximus.
—El príncipe tiene razón, Majestad. Sé que está nervioso, pero el joven no es cualquier persona.
—No me molestes, Sara. No tengo cabeza ahora para etiquetas ni formalidades —gruñó Maximus—. Mi hija se debate entre la vida y la muerte, y qué casualidad que nuestros enemigos tengan justo el antídoto.
—Tal vez quien lo hizo quería precisamente esto —replicó Sara. Maximus la miró intrigado, y ella continuó—: Piénselo bien. Si la princesa se salva o no, igual la posibilidad de un acuerdo matrimonial quedaría descartada. Y la brecha entre ambos imperios se haría aún más grande, por el intento de asesinato.
Maximus entendió la insinuación y murmuró:
—Ya veo a dónde quieres llegar... pero no, no pudo haber sido ella. Sé que últimamente se ha comportado de forma irracional, pero... ¿atentar contra la vida de mi hija?
Sara fue tajante:
—Ella ve a la princesa como su enemiga, como el obstáculo para que su hijo sea emperador. Majestad, quítese la venda de los ojos. Esta vez la Emperatriz cruzó todos los límites.
Maximus guardó silencio. En el fondo, sabía que su amiga tenía razón.
Se levantó y, acompañado por Sara, se dirigió al palacio de su hija para reunirse con el médico.
Sin embargo, la reina ya no estaba allí.
Al preguntar por ella, el médico explicó:
—Luego de descubrir quién envenenó a la princesa, la reina se dirigió al jardín para buscar a la responsable.
Maximus suspiró, miró a Sara y dijo:
—Vamos. Conociéndola, seguro ya la dejó calva.
Sara sonrió, y juntos se dirigieron hacia el jardín, donde una escena inesperada los aguardaba.
Gracias querida autora por regresar y hacernos vivir tan bellas aventuras