Ella tiene miedo de la atracción que siente por el joven con el que durmió una sola noche, él hará lo posible por repetir la experiencia con la hermosa maestra de su hermanita.
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segunda oportunidad
—Es que tú no tienes ningún derecho a pedirme una explicación —dijo Gabriela con toda la serenidad que le fue posible, cerrando tras de sí la puerta de la habitación, esa que su exesposo usaba como estudio, dónde tenía lleno de libros de leyes y economía, el lugar donde se encerraba por horas a trabajar y seguramente también, a hablar con alguna de sus conquistas, después de su divorcio Gabriela supo que su asistente no había sido la única mujer con la que su esposo la había engañado; ahora ese lugar era solo una bodega para guardar las cosas que no se usaban o que no servían para nada entre ellas, algunas cosas de Roberto —. Te recuerdo que tú y yo estamos divorciados.
—Eso ya lo sé Gabriela.
Roberto pasó su mano por su cabeza aparentando estar calmado pero sin dejar de lado ese tono de enojo e irritación —es solo que… es que acaso Omar no te ha dicho nada.
—¿De qué hablas? ¿Decirme que?
De repente Roberto perdió esa pose de tranquilidad y se acercó demasiado a Gabriela, hasta que estuvo lo suficientemente cerca para tomar su mano; ella se encogió incómoda retirando su mano.
—Gaby —dijo Roberto con la intención de perseguirla pero al final se mantuvo en su lugar, Gabriela cerró su bata para sentirse más cómoda, no porque Roberto intentará verla a través de ella solo que no lo sentía correcto —yo quiero volver a casa contigo y con nuestro…
—A no, eso sí que no —interrumpió Gabriela dirigiéndose a la puerta —aquí ya no vuelves.
Gabriela abrió la puerta dando a Roberto la sutil orden de retirarse.
—Es por él, verdad —dijo Roberto cediendo por completo a ese reproche que tenía atorado en la garganta —¿¡Es en serio Gabriela!?
—No tengo porque responder —dijo Gabriela con actitud estoica —no creo que haga falta recordarte que estamos divorciados y fuiste tú quien se fue a vivir con su asistente.
La puerta de lo que alguna vez fue el estudio de Roberto estaba abierta, Gabriela volvió a insistir haciendo un ademán más explícito para expresar su deseo de que se fuera.
—Es que no te pones a pensar que ese tipo solo está jugando contigo —dijo ignorando el gesto de Gabriela —que puede querer un tipo como él de una mujer como tú, por si ya lo olvidaste ya tienes cuarenta años, ya no tienes edad para andar jugando a los noviecitos. Este tipo te va a dejar en cuanto se aburra de ti o en cuanto encuentre a otra más joven e igual de tonta que tú.
—Ya terminaste, Roberto —dijo Gabriela con aparente calma aunque una lágrima solitaria resbalaba por su mejilla, Gabriela la retiró tan rápido y tan discreta como le fue posible —¡Entonces lárgate de aquí! ¡Y no se te ocurra volver!
—Tú no puedes prohibirme eso, te recuerdo que aquí vive mi hijo.
Roberto dió unos pasos hacia la salida pero sin dejar de sacar ese veneno que lo estaba ahogando y le impedían respirar con naturalidad, por suerte para él, Gabriela estaba sumergida en sus propias cavilaciones como para notarlo. En medio de su enojo también estaba su propia desesperación por no tener a dónde vivir después de que Valeria lo hubiera corrido de su casa; la vida le comenzaba a pasar factura por sus acciones, de un momento a otro, Roberto se había quedado sin hogar, sin pareja y además lleno de deudas, volver con Gabriela era lo que necesitaba para aligerar su carga.
—Tu hijo ya es un adulto y puedes verlo en cualquier otro lado o puedes visitarlo cuando yo no esté.
—No creas que esto se va a quedar así, Gabriela. Me parece repugnante el ejemplo que le estás dando a nuestro hijo metiendo a tu amante a la casa que por cierto déjame señalarte por si no te hás dado cuenta, tiene casi la misma edad que Omar.
—Es suficiente, ya lárgate.
Gabriela perdiendo todo el control que tenía se acercó a Roberto solo para darle un par de empujones ya que estaba retrasando tanto su partida. Tenía tantas ganas de golpearlo de llevarlo a empujones hasta sacarlo de su casa. Él no tenía derecho a decir nada de eso, él había llevado a su amante a su casa cuando ellos aún estaban casados, aún así sus palabras dolían porque en cierta forma podría tener razón, ella misma se lo planteó incluso después de haber iniciado su relación con Leonardo. Él era joven quizás no tanto como su hijo, pero al ser un hombre apuesto podía conseguir a cualquier jovencita que quisiera, que tal si pasado un tiempo, cuando las arrugas en su rostro se hicieran más visibles el terminaba por darse cuenta que estar con ella era un error.
—Espero que recapacites, Gabriela —fue lo último que dijo Roberto al salir por la puerta principal y volver a la calle. Gabriela noto que no llevaba su auto pero no le dió importancia lo único que sintió fue alivio cuando lo vio alejarse.
—Gaby —escucho decir tras ella a Leonardo, su corazón se encogió de pena al pensar en que él pudiera darse cuenta que ella era demasiado vieja para él, aún así se abrazó a él con esperanza y amor solo le quedaba confiar en lo que él decía sentir por ella, estaba enamorada y no podría resistir perderlo.
—¿Escuchaste algo de lo que dijo? —preguntó Gabriela con apenas un hilo de voz así como estaba escondida entre sus brazos.
—No mucho.
Gabriela intuyo que en realidad había escuchado lo suficiente pero Leonardo era un caballero, no tenía la intención de avergonzarla con eso.
—Gaby, yo te amo. No quiero que dudes de eso. Te amo no solo por tu belleza porque si bien fue algo que me atrajo desde el primer momento, también se que eres una mujer dulce, cariñosa e inteligente; eres valiente y divertida; te amo porque he visto más allá de tu belleza exterior y me he enamorado de tu corazón —Gabriela sonrió por la manera en Leonardo pellizcó su nariz como si estuviera exhortando a una pequeña —. Además cocinas delicioso.
—Yo también te amo, Leo. Al principio me negaba a aceptarlo pero ya no puedo, esto es más fuerte que yo. Nunca me dejes Leo.
—No lo haré —dijo poniendo un poco más de fuerza a ese abrazo. Gabriela suspiro ya más tranquila, podía sentir seguridad en esos brazos como nunca había sentido, quizás nunca había estado enamorada —Gaby.
—Mmm.
—El desayuno ya se enfrió