Una Segunda Oportunidad

Estoy terminando de hervir los fideos, mientras Mario, el chef, termina su gran variedad de salsas. Hay boloñesa, salsa de setas o "funghi" y salsa puttanesca. Los espaguetis me han quedado deliciosos, y Mario, es el mejor en las salsas. El servicio sirve la comida y empiezo a lavar ollas y platos, para ir adelantando.

No sé quién vino a almorzar, pero hoy debe haber varias personas, desde la ventana se ven algunos autos estacionados fuera.

El mediodía se me hizo eterno, parecía que no terminaba más, entre la comida, el postre y el café, creí que nunca me iba a sentar, me dolían los pies de estar parada tanto tiempo. Me levanté muy temprano para terminar esos espaguetis, siempre los hago frescos, es muy raro que se hagan de una día para otro, menos para una ocasión así.

En eso debo ir a la despensa a dejar un bolsón de harina que sobro y otras cosas. Me dirigía allí, cuando me cruzo al tipo desagradable en el camino, pensé que él iba a seguir de largo, pero para mí sorpresa, vino a mí encuentro como si nada. Arranque lo más rápido que pude, pero él me alcanzó y me tomo del brazo.

- A dónde tan apurada preciosa?.- Me pregunta con un tono de voz jocoso que me repugnaba. El solo hecho de que tenga sus manos sobre mi, me asqueaba.

- Te hice una pregunta bonita responde? O a caso querías ir a esconderte conmigo, en algún recoveco de la casa?

- No señor, estoy trabajando, disculpe.- Le digo queriendo huir de ahí, con la intención de que esas palabras me excusen de tener que seguir ahí con él, pero parece no notarlo o no importarle, porque sigue la conversación como si nada, siempre sosteniendo mi brazo.

- Así que tu amasaste esos espaguetis? Debo decir que estaban riquísimos, muy deliciosos. Qué pasa? Te comieron la lengua los ratones que no hablas?.-Yo no podía hablar, no me salían las palabras, me revolvía el estómago todo lo que decía, me parecía asqueroso, me incomodaba y solo esperaba que eso no pase a otra cosa.

- Habla niña, aunque ya sabes lo que dicen, las calladitas son las peores, me gustaría probar si eso es cierto.

- Señor lo siento, pero debo seguir con mi trabajo, por favor suelteme.

- No te voy a soltar, y deberías agradecer que no te arrastre a una habitación. Te soltaré cuando yo quiera, y eso será cuando estés en una cama, debajo de mi. Me encantas nena, me encanta que te niegues, y en el fondo sé que te encantaría todo lo que podría enseñarte. Algo me dice que eres virgen, lo que solo me enloquece más, tener la posibilidad de robarte yo, tu primera vez, jamás te olvidarías de mí. Dime, te gustaría estar conmigo a solas?

- No señor.- contesté casi entre murmullos, pero él me escucho.

- Pues que mal, porque mira que hablé con tu jefe, con Don Vicenzo, y te "prestó" para que vengas a cocinar a mi casa esos ricos espaguetis, con la excusa de una cena que jamás daré, pero que me da la posibilidad de que termines en mi mansión, a solas conmigo. Y no está a discusión niña, una vez termine este día te vienes conmigo.

Se está por ir y quiere besarme, cuando él señor Vicenzo pasa cerca y nos ve. Él se acerca con cara de interrogación, como si no supiera lo que acaba de ver o lo que pasa, nos mira como queriendo que alguien le de explicaciones. Graviano se adelante y le dice que se había tardado por estar halagando mi comida, que no podía esperar a que cocine lo mismo para él y lo deje bien parado con todos sus comensales y le agradece que me haya dado permiso de ir. El señor Vicenzo asiente con un gesto y me mira serio, da media vuelta y salen con Graviano. Me quedo helada, porque cualquiera de las dos situaciones es mala para mi. Ese tipo me da dolor de estómago del asco que me genera. Tengo que ver de qué forma no irme con este señor, porque no quiero por nada del mundo estar a solas con él y menos en su casa. De pensarlo el cuerpo me tiembla, porque realmente me da miedo.