La autora de esta historia se queda dormida frente a la computadora y, mágicamente, la protagonista de su propia novela la obliga a tomar su lugar, ya que le pareció muy injusta la forma en que la autora trató a su familia.
¿Podrá nuestra autora sobrevivir a su propia trama...?
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capítulo 11
ENTRENAMIENTO DE LARA
El claro del bosque estaba en silencio, salvo por el murmullo tenue de las hojas y el sonido constante del agua en el arroyo cercano. Lara permanecía de pie, sola en el centro del círculo mágico que Regulus había trazado con piedras volcánicas y símbolos antiguos. Santiago observaba desde la sombra, sudando tras su propio entrenamiento físico, pero sus ojos estaban fijos en ella.
—La magia no se domina por poder, sino por propósito —repitió Regulus, caminando alrededor del círculo—. ¿Cuál es el tuyo, Lara?
Ella no respondió de inmediato. Cerró los ojos. Sentía la energía del bosque, el calor latente bajo sus pies, el eco de la magia corriendo por las raíces de los árboles. Sabía lo que el mago esperaba: más que una demostración, quería una conexión. Quería que se fundiera con el mundo como lo hacían los antiguos hechiceros de la Torre.
—Proteger —dijo al fin, con la voz firme—. No la historia. Proteger a quienes tienen algo que perder.
El aire a su alrededor cambió. Una ráfaga cálida se arremolinó junto a sus tobillos. Las piedras brillaron con un fulgor azul pálido. Regulus alzó una ceja, satisfecho.
—Entonces hazlo. Invoca el escudo del alma.
Lara alzó las manos. El símbolo rúnico que tenía grabado en la muñeca comenzó a arder levemente, como si respondiera a una vieja llamada. Con un murmullo en un idioma que nunca había estudiado pero conocía instintivamente, la energía se elevó. Una barrera invisible, transparente como cristal, se formó frente a ella.
Santiago entrecerró los ojos. No era solo magia. Era fuerza, determinación, rabia canalizada en defensa. Y en ese instante, comprendió que Lara no era la joven princesa perdida en una historia que no podía controlar. Era una hechicera. Una guerrera. Una aliada.
—Ahora entiendo porque te escogió el magia Malik como su discípula. —dijo él, acercándose cuando el escudo se desvaneció—. Eres muy poderosa.
Ella lo miró con una media sonrisa.
— Eso me han dicho — Contestó con cierta arrogancia.
Santiago sonrió y agregó.
—¿Entonces estamos listos?
—Para volver... lo estamos.
***
REGRESO A LA CORTE
Las puertas del Salón de Mármol se abrieron con un estruendo contenido. Los nobles, vestidos con sus mejores galas, cuchicheaban en pequeños grupos. Algunos fingían sorpresa al ver entrar a Santiago con paso firme, otros mostraban alivio apenas disimulado. Pero todos estaban ahí por lo mismo: para ver si su príncipe había regresado entero… o si era solo un eco de lo que fue.
Iba vestido con ropas oscuras, sobrias, sin adornos. No llevaba corona. A su lado, Lara caminaba como una sombra elegante, con la capucha baja, los ojos atentos, el grimorio atado al cinturón y un bastón de madera negra que parecía absorber la luz.
El trono seguía vacío.
Santiago avanzó sin detenerse hasta el centro del salón, y sólo cuando el murmullo se extinguió, alzó la voz.
—Sé que han esperado respuestas.
Los ojos de los consejeros se posaron en él con voracidad.
—Sé que mi ausencia provocó incertidumbre. Que se tejieron rumores, especulaciones… y que algunos ya debatían sobre quién debía sucederme.
Un murmullo incómodo recorrió la sala.
—Pero la verdad es sencilla. Fui capturado por fuerzas leales al emperador Cristian. No sé dónde me retuvieron, ni por cuánto tiempo estuve inconsciente. Lo que sí sé… —miró brevemente a Lara— es que si sigo vivo, es gracias a la mujer que tengo a mi lado.
Todos se giraron hacia ella.
—Lara —continuó— es discípula directa del mago supremo de la Torre, Malik. Fue ella quien me encontró, quien me curó, quien arriesgó su vida enfrentando enemigos mucho más poderosos que cualquier soldado de Amatista. Le debo mi vida. Y a partir de hoy… será mi protectora oficial. Mi guardiana personal.
El anuncio cayó como una piedra en el lago.
Los rostros se crisparon. Algunos con desaprobación, otros con miedo. Un noble de barba canosa, el duque Almar, fue el primero en hablar.
—¿Una hechicera sin linaje? ¿Una extranjera como protectora real? —su tono era mesurado, pero venenoso.
Santiago no vaciló.
—La sangre no me interesa. La lealtad sí. Ella demostró tenerla cuando muchos en esta sala prefirieron el silencio… o algo peor.
Nadie se atrevió a contradecirlo. No directamente.
Lara alzó la mirada. Sus ojos se cruzaron con los de algunos de los traidores. Lo supo de inmediato. Regulus tenía razón: las ratas aún estaban en el palacio. Solo necesitaban salir de sus madrigueras.
—A partir de hoy —anunció Santiago— no toleraré más conspiraciones disfrazadas de consejos. Estoy vivo. Y he vuelto. Que eso les baste.
Dio media vuelta, con Lara siguiéndolo en silencio. Ninguno de los presentes dijo una palabra. Pero el aire estaba cargado. De temor. De tensión. De cambio.
Ya no era el mismo imperio.
Y ellos tampoco.
porque hasta yo ya los hubiera mandado a la mi**da!
Se creen superiores los otros cuando también tuvieron que conocerse en malas circunstancias, estúpidos!