Diana Quintana, una mujer con el Corazón De Hielo. su historia inicia cuando descubre que su prometido le es infiel, tenían un hijo, pero el pequeño muere en un accidente, en el cual estuvo involucrado el padre del niño, y Dante Linares. hecho que la marcó y le cambió la vida.
Dante, es influenciado para que acabe con Diana. Para lograrlo, es obligado a casarse con ella, ahí comienza una lucha de poderes, con sombras del pasado que los atormenta. ¿Será qué algún día esas sombras desaparezcan?
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Sombras del pasado. 1
Corazón de Hielo: Sombras del pasado
¿Alguna vez han escuchado esa frase que dice que el cuerpo muere cuando el alma lo abandona?
¿Tienen idea de lo que es estar muerta en vida?
Pues así me siento…
Muerta en vida.
No siento nada más que odio y rencor. Deambulo por este mundo como un fantasma, como si mi karma no hubiera terminado.
¿Amor…? Ja.
El amor murió para mí.
Ahora, lo único que quiero es venganza, y cuando les cuente mi historia, entenderán por qué mi vida está vacía.
Mi nombre es Diana Quintana.
Fui una mujer que lo tenía todo: un gran amor… y un hijo de un año.
El pequeño Gabriel era mi vida, el premio a todo por lo que luché.
Y los perdí a ambos… en un mismo día.
Un año antes
—Mamá, ya te dije que Cristóbal me espera. Recibí una nota donde me citó aquí, en el hotel Paraíso —dijo Diana, hablando por el altavoz mientras estacionaba su coche.
—Hija… no es buen presagio. No puedes ver al novio un día antes de la boda —le advirtió Gricelda con voz temblorosa—. Las madres siempre presienten la tragedia...
—¡Mamá, por el amor de Dios! Cristóbal y yo llevamos dos años juntos, tenemos al hijo más hermoso del mundo. Nada puede salir mal.
Diana colgó con una sonrisa tranquila mientras salía del auto. El sol destelló en su cabellera rubia, obligándola a cubrirse los ojos con sus gafas oscuras.
—Te llamo más tarde, estoy por entrar al hotel.
Se dirigió a la suite preferencial y deslizó la tarjeta por la ranura. Cabe destacar que el hotel pertenecía a la familia Quintana, siendo el más lujoso de la ciudad.
—Mi amor, ya estoy aquí —anunció alegremente.
Pero su sonrisa se desvaneció al instante.
En el suelo yacía un vestido azul, junto a unos tacones altos. Claramente, de mujer.
—¡No puede ser! Dios… dime que me equivoqué de suite.
Pero ahí estaban también unos zapatos masculinos relucientes… los mismos que Cristóbal solía usar a diario.
La cama estaba desordenada. Pétalos de rosa por todas partes, una botella de vino a la mitad, dos copas servidas, restos de bocadillos en los platos… todo parecía preparado para un rato romántico.
Diana se quedó inmóvil, con el corazón encogido.
La puerta del baño se abrió y un hombre cargaba a una mujer. Ambos estaban completamente desnudos.
—¡Demonios! ¡Diana, qué haces aquí! —gritó Cristóbal al soltar de golpe a su amante y cubrirse con una toalla.
Catalina, aún sin inmutarse, le dirigió una mirada gélida. ¡Caíste en mi trampa! maldita perra, pensó mientras se ponía de pie con total descaro.
—¡Cristóbal! Esto no puede ser cierto… ¡Mañana es nuestra boda! ¡Tenemos un hijo! ¿Cómo pudiste?
—Diana, no es lo que parece… —balbuceó él, dando un paso al frente.
—No mientas —intervino Catalina, sujetándolo del brazo—. Ya nos descubrió. No te va a creer.
—¡Cállate, maldita zorra! —gritó Diana antes de abofetearla con fuerza—. Sabías que era mi prometido, y te valió un comino. Esto lo sabrá todo el mundo. Catalina, tú y este desgraciado están acabados.
Catalina era supuestamente la “mejor amiga” de Cristóbal… o al menos eso le hizo creer.
—Y tú, Cristóbal… te juro que no volverás a ver a tu hijo. ¡La boda se cancela!
Su corazón estaba hecho pedazos y su mundo, destruido.
—¡Ni lo sueñes, Diana! Tú sabes que yo dependo de este matrimonio: mi puesto, mi vida, todo gira en torno a ti y a los negocios de tu familia —bramó él, con desesperación.
—¿Estás conmigo por conveniencia…? —susurró Diana, aún más herida.
—Ya era hora de que abrieras los ojos —escupió Catalina con una sonrisa venenosa—. ¿Qué creías, niñita rica? ¿Que podías tenerlo todo? Pues no.
Cristóbal me prefiere a mí en la cama. ¿Viste lo feliz que estaba cuando interrumpiste?
—¡Pueden irse al infierno! —gritó Diana, dando la vuelta para irse.
Pero entonces, Cristóbal apretó los puños y gritó con amenaza:
—¡Tú eres la que va a sufrir! Gabriel está conmigo. Ahora mismo está con mi madre. Si no llegas a la iglesia… no lo volverás a ver.
Diana no respondió. Solo el frío recorriendo su espalda la delató.
—¿Todavía quieres casarte con ella? —preguntó Catalina, sorprendida—. ¡Diana ya se fue!
Cristóbal no respondió. Pero la conocía demasiado bien. Cuando Diana calla… es porque ya está tramando algo.
—Debo irme. Ella irá por Gabriel.
Hay quienes dicen que a los niños hay que dejarlos fuera de las peleas de adultos, pero eso nunca lo escuchó Cristóbal.
El hombre, llamó a su madre y le pidió que sacara al niño al parque, lejos de cualquier posibilidad de que Diana lo encontrara.
Una hora después, Cristóbal pasó a recogerlo.
Diana, por su parte, fue a casa de los Balmaseda, pero no encontró a nadie.
—¡Maldito Cristóbal, ojalá te mueras! —gritó entre lágrimas—. Eres un desgraciado. ¡Te odio! Te odio tanto…
Si a mi hijo le pasa algo… no te lo voy a perdonar.
Se quedó esperando en su auto, sollozando sin consuelo. Pero su dolor estaba por agravarse.
El accidente
Cristóbal conducía con nerviosismo. Gabriel lloraba sin parar en el asiento trasero.
—¡Ya cállate! —gritó, alterado—. Me estás poniendo nervioso. Tu madre se cree la dueña del mundo… pero esta vez, yo voy a ganar.
En ese instante, el semáforo cambió a rojo.
Y entonces, todo ocurrió en un instante.
Un auto los embistió con fuerza por detrás, lanzándolos contra el vehículo que tenían al frente.
Tres autos quedaron destrozados.
Gritos, vidrios rotos, metal crujiente…
Pero nadie vio al cuarto vehículo.
Su conductora desapareció entre las sombras, huyendo de la escena como una sombra…
Dejando atrás el inicio de una tragedia.