"Morí traicionada por el hombre que debía amarme... y por la sangre de mi propia hermana."
En su vida pasada, Aelina Valemont, Reina de Thalair, fue humillada y asesinada por su esposo, el Príncipe Heredero, y por su hermana. Sus padres también fueron ejecutados bajo falsas acusaciones.
En su último suspiro, Aelina juró venganza.
Ahora, ha despertado en su cuerpo de 16 años. El día de su boda con el príncipe cruel se acerca... pero esta vez, el destino cambiará.
En el altar, rechaza públicamente al príncipe.
Sabe que ha firmado su sentencia. Su familia sigue en peligro. Y sola, no podrá vencer a un enemigo tan poderoso.
Por eso comienza a buscar aliados. Hombres fuertes, peligrosos, capaces de cambiar el curso del reino. Pero lo que empieza como un plan frío, se transforma en una red de emociones que no podrá controlar:
Un caballero leal.
Un archimago distante.
Un noble rebelde
Un asesino en las sombras.
Un príncipe extranjero con su propia agenda.
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Capitulo 02: "No me casare contigo"
El vestido pesaba más que una armadura.
Cada pliegue de encaje, cada perla cosida con esmero era un recordatorio cruel de la trampa que la aguardaba.
Frente al espejo, Aelina Valemont contemplaba su reflejo con frialdad.
El rostro de una doncella inocente.
Los ojos de una reina renacida por el odio.
"Hoy no seré un cordero llevado al sacrificio."
"Hoy seré el lobo que desgarra las máscaras."
Su doncella, sin sospechar el abismo que se abría en el corazón de su señora, murmuraba palabras nerviosas.
—Estáis... tan hermosa, mi lady. El Príncipe Heredero quedará encantado.
Encantado de verme morir lentamente, pensó Aelina.
El carruaje aguardaba. Las campanas de la Catedral de Thalair resonaban solemnes.
Por las calles, el pueblo se agolpaba, eufórico. Nadie imaginaba la sangre que mancharía ese trono en los años por venir.
Aelina subió al carruaje.
A cada paso, su determinación se forjaba como acero.
Su plan no estaba completo. Aún no tenía aliados, ni poder suficiente. Pero lo primero era cortar el hilo del destino antes de que se anudara.
"No me casaré con ese monstruo."
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La Catedral estaba desbordada.
Nobles, caballeros, damas de la corte... todos se habían congregado para presenciar la unión del futuro rey y su prometida.
En lo alto del altar, el Príncipe Darius Valarion esperaba.
Alto, apuesto, de cabellos dorados y ojos como hielo. Su porte regio ocultaba un alma corrompida por la ambición.
Aelina lo observó desde el umbral.
"Esa sonrisa... la misma que tenía cuando ordenó ejecutar a mis padres."
Su pulso se aceleró. No de miedo.
De ira.
Un segundo después, percibió algo.
Al pie de la escalinata, un joven caballero vigilaba con expresión severa.
Lucas Drayven. Capitán de la Guardia Real. En su vida pasada, un hombre justo... que había muerto por protegerla.
"Esta vez, Lucas... tal vez podamos cambiar nuestro destino."
Sus ojos se cruzaron por un instante. Lucas frunció el ceño, sorprendido por la intensidad que vio en ella.
"Recuerda este momento, Capitán. Hoy, cambiaré la historia."
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El órgano comenzó a tocar.
Aelina avanzó.
Los murmullos crecían. Los pétalos llovían.
El príncipe sonreía, seguro de su victoria.
Pero no era la niña que había esperado.
Cada paso de Aelina era calculado.
Cada mirada, gélida.
Cuando subió al altar, Darius se inclinó hacia ella.
—Estás radiante, mi querida Aelina —susurró—. Hoy sellamos nuestro destino.
"No el mío," pensó.
El sumo sacerdote inició el ritual. Las palabras resonaban huecas.
"¿Aceptas a Darius Valarion como tu esposo y futuro rey?"
El silencio cayó sobre la catedral.
Miles de ojos la observaban.
Los labios de Aelina se entreabrieron.
Por un instante, el aire pareció congelarse.
—No.
Un murmullo sordo recorrió las filas. El sacerdote titubeó.
—¿Perdón, mi lady?
Aelina alzó la voz, clara como el cristal.
—No me casaré con él.
El eco de sus palabras se estrelló contra los muros dorados.
Caos.
Las damas se taparon la boca. Los nobles cuchicheaban frenéticos. El sumo sacerdote quedó petrificado.
El príncipe, aún incrédulo, forzó una sonrisa.
—Aelina... querida. ¿Qué juego es este?
Aelina lo miró de frente, los ojos ardiendo con siglos de rabia.
—No es un juego, Alteza. Es una decisión. Y ante este reino, la proclamo: no seré tu reina. No seré tu peón.
Darius palideció. Por primera vez, su máscara se resquebrajó.
—¡Guardias! —tronó.
Los caballeros dudaron. Entre ellos, Lucas avanzó un paso, confuso.
—Mi lady... ¿estáis segura?
Aelina lo miró con determinación.
—Sí. Protege a mi familia, si puedes, Capitán. El príncipe buscará venganza.
Lucas asintió, los labios tensos.
—A tus órdenes.
La multitud estallaba en gritos. Algunos nobles se alzaban, indignados. Otros, en secreto, admiraban la valentía de la joven dama.
Aelina descendió del altar.
Cada paso era un desafío. Su vestido blanco ondeaba como la bandera de una revolución.
Pasó junto a Darius sin mirarlo.
"Este es solo el principio, monstruo. Pronto, vendrá tu caída."
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Fuera de la catedral, el sol brillaba con fuerza.
Aelina respiró hondo. Por primera vez en su nueva vida, era libre.
Pero la guerra había comenzado.
Necesitaba aliados. Necesitaba poder. Necesitaba hombres que no temieran a la oscuridad que estaba a punto de desatar.
"Venid a mí, lobos. Venid a mí, guerreros y magos. Yo os daré un trono... o la perdición."
Su mirada se perdió en el horizonte.
La venganza de Aelina Valemont acababa de nacer.