El sueño de Marcela Smith es convertirse en campeona de Fórmula Uno, sin embargo deberá lidiar contra una mafia de apuestas ilegales, sin escrúpulos, capaz de asesinar con tal de consumar sus pérfidos planes de obtener dinero fácil y que no querrán verla convertida en la mejor del mundo. Marcela enfrentará todo tipo de riesgos y será perseguida por los sicarios vinculados a esa mafia para evitar que cristalice sus ilusiones de ser la reina de las pistas. Paralelamente, Marcela enfrentará los celos de los otros pilotos, sobre todo del astro mundial Jeremy Brown quien intentará evitar que ella le gane y demuestra que es mejor que él, desatándose toda suerte de enfrentamientos dentro y fuera de los autódromos. Marcela no solo rivalizará con mafias y pilotos celosos de su pericia, sino lidiará hasta con su propio novio, que se opone a que ella se convierta en piloto. Y además se suscitará un peculiar triángulo amoroso en el que Marcela no sabrá a quién elegir par a compartir su corazón. Mucho amor, romance, acción, aventura, riesgo, peligros, misterios, crímenes sin resolver, mafias y desventuras se suman en ésta novela fácil de leer que atrapará al lector de principio a fin. ¿Logrará Marcela cumplir su sueño?
NovelToon tiene autorización de Edgar Romero para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 13
-¿Señorita Smith?-, se me acercó, de repente, un sujeto. Yo estaba preocupada en el motor del nuevo monoplaza que quería Bill para la próxima temporada de la Fórmula Uno. No me gustaban sus rugidos. Parecían bufidos en vez de truenos y eso era porque los escapes se ahogaban con la fuerza del gigante que pretendía utilizar el dueño de la escudería en las próximas carreras. Yo estaba toda encharcada de grasa, incluso hasta la cara y tenía mi gorra puesta al revés. Robert revisaba los tubos, metido debajo del bólido y me pedía que encendiera una y otra vez el bólido. -Es inútil Robert, esa cosa es demasiada potente, debemos aligerar su fuerza-, estaba yo desilusionada. Fue entonces que el tipo ese me pasó la voz.
-La misma que canta y baila-, quise ser graciosa en medio de la tensión que nos embargaba porque Bill había invertido una fortuna en aquel nuevo motor que más parecía una bomba de tiempo que una solución para las pistas.
-Soy Paul Dobias, de "El Fisgón"-, se presentó el fulano muy solemne. Todos los pilotos en la escudería lo conocían. Era el que hacía los reportajes de automovilismo e informaba sobre las carreras. -Si está buscando a los pilotos, ellos se encuentran en el hangar cuatro-, le dije moviendo incrédula mi naricita.
-No, no, no, lo que quiero es hablar contigo-, me insistió. Miré a Robert desconcertada. Él asintió con la cabeza.
Me limpié apurada las manos y la cara que, como les digo, las tenía cubiertas de grasa. -¿En qué le puedo ayudar?-, estaba sorprendida. Lo invité a tomar un refresco en la cafetería del autódromo. -¡¡¡Dos jugos bien helados, Mike!!!-, le pedí al concesionario. -¡¡¡En seguida, Marcela!!-, se apuró Mike a preparar los surtidos.
-Manfreed Olguín me hablado mucho de ti-, me dijo Dobias acomodando una silla para mí. Luego él se sentó y se ensimismó mirando mis ojos celestes y la boquita pintada de rojo donde dibujaba una sonrisa pícara y traviesa. También se encandiló con mis pelos rubios, muy amarillos, igual como si los hubieran pintando con crayolas. Resbalaban como cantaras sobre mis hombros. No se imaginaba que yo fuera tan bella.
Olguín es el jefe de prensa de Matthias Bill. Era su amigo y confidente además, su hombre de mayor confianza, su consejero y hasta la voz de su conciencia. Bill y Olguín eran muy amigos desde hacía muchísimos años. Matthias lo conoció cuando Manfreed era el mecánico de la escudería "Dobson". Bill le compró la franquicia a Michael Dobson y así se metió en la fórmula uno. Olguín era muy hábil con las tuercas, incluso la prensa lo llamaba "el mejor mecánico del mundo" porque dominaba las herramientas como nadie, dominaba de motores, ejes, escapes, turbos y los sistemas eléctricos y computarizados al revés y al derecho. Sin embargo, Manfreed estaba cansado de llevar overol y de untarse en grasa. Por eso Bill lo nombró jefe de prensa de su escuadra aunque, claro, Olguín siempre supervisaba a Robert, que lo reemplazó como jefe de mecánicos, y a su equipo en la flamante, entonces, escudería Rayo Azul. Muchos años después Manfreed seguía siendo consejero y la voz de la conciencia de Matthias, pero también el encargado de la imagen, relaciones públicas e informaciones de la escudería.
Olguín, justamente, había difundido entre los medios de comunicación, la televisión y los portales de internet que la escudería Rayo Azul tenía una chica probando los nuevos bólidos de Fórmula Uno. Eso había despertado el interés de Dobias.
-Solo estoy a prueba-, intenté ser modesta. Lo cierto era que, de la noche a la mañana, me había convertido en una celebridad en el ambiente de las altas velocidades.
-Olguín me dijo que Bill quiere que compitas el próximo año, que hagas pareja con Jeremy Brown, pero me pidió que aún no diera la noticia. Será la bomba del próximo año-, me adelantó. Eso yo no lo sabía. Él no me había dicho nada, en realidad no habíamos hablado desde que me contrató. Quedé boquiabierta.
-Brown y Jimmy Henry son los pilotos titulares de la escudería-, abaniqué mis ojos desconcertada.
-Este es el último año de Henry en la Fórmula Uno, ya no tiene los reflejos de antes, Bill quiere ser la sensación en el próximo campeonato y qué mejor que poniendo una mujer en las pistas. Hará una conferencia de prensa la próxima semana y entonces soltará el misil-, me enfatizó Dobias.
Y aunque Robert ya me había adelantado esa posibilidad, yo no imaginaba ni en sueños que mi participación en la fórmula Uno fuera tan rápida. Me quedé congelada y sin reacción, con mil dibujos bailoteando en mi cabeza, pensándome ganadora, cruzando primera la meta, recibiendo un trofeo enorme y proclamada como la mejor del mundo. -¿Qué es lo que quiere usted, señor Dobias?-, intenté volver de mi viaje sideral por las estrellas.
-Que no digas nada a nadie. Quiero que la noticia sea exclusiva para "El Fisgón", daremos la información un día antes que Bill lo hago público. No se lo digas ni a tu padre ni a tu enamorado, ¡¡¡ni a tu almohada!!!-, sonrió.
Yo no sabía nada. -Eso tendrás que hablarlo con Matthias-, le dije sin poder salir de mi asombro,
-Ya he hecho el arreglo con Bill, faltaba hacerlo contigo je je je-, hacía brillar sus ojos Dobias.
Quedé hecha una tonta. Dobias apuntó, entonces, todos mis datos, las carreras que había ganado, cómo empecé en el mundo de las altas velocidades, le conté que había estudiado mecánica automotriz, de que yo le pedí una oportunidad a Bill y que él aceptó a regañadientes, que tenía mi enamorado y que él se negaba en forma rotunda a que fuera piloto. -Bien, bien, bien, me gusta el detalle de tu novio ¡¡¡será un notición!!!-, dijo Dobias, frotándose las manos. Me tomó fotos con su móvil, junto a uno de los bólidos de la escudería con un casco en la mano.
Cuando se iba le pregunté que titular le iba a poner a su entrevista. Él sonrió aún más. -¡¡¡Bella y campeona!!!-, me dijo.
Yo me tapé la boca con mis manos y me puse a reír echa una loca.