— ¡Aaaaahhhh! —grité aterrorizada. Mi cuerpo reposaba en la cama ensangrentada. ¿Cómo es posible si yo estoy aquí?
— ¿Por qué me haces esto? ¡Termina de mostrarte de una vez por todas! ¿Qué es lo que quieres de mí? ¡Te divierte jugar conmigo! —grité con todas mis fuerzas, pero no hubo respuesta alguna, solo un silencio perturbador.
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Más preparada no podría estar
— Años de tormento con sueños tan confusos que pongo en duda mi cordura; a este paso, terminaré por perder la cabeza.
— Mi señorita, ¿puedo pasar? — Anita siempre interrumpe en el momento más oportuno. Estoy profundamente agradecida de tenerla a mi lado. Desde que hablé con mi madre, Anita ha llegado a ser una parte fundamental de mi día a día.
— Adelante.
— Volvieron esos sueños extraños. Tenía días tranquilos; tendré que volver a conseguir el té. — Resulta ineludible engañarle; estoy empapada en sudor.
Durante varios meses, cesé de experimentar estos sueños; el té resultó ser verdaderamente eficaz. Sin embargo, la incertidumbre ha echado raíces en mi corazón. La curiosidad me consume: ¿por qué me atormenta? ¿Qué es lo que desea de mí?
— Por el momento, dejemos de lado el tema del té; sin embargo, no podemos olvidarnos de asistir presentables a la fiesta de té que organizó la primera señorita del vizcondado Lee.
— Será la más hermosa; sus preciosos ojos verdes resaltarán con un color rosa suave. Su padre le trajo un impresionante vestido del Imperio Rubí hace poco. — Anita revisó meticulosamente el armario buscando el dichoso vestido. No recordaba con exactitud cuál era; varios baúles llenos de vestidos y joyas fueron depositados en mi alcoba y en la de mi madre hace unas semanas.
— Aquí está, dígame si no es hermoso. — El vestido era exquisito, idóneo para sumergirme en el competitivo ámbito de las reuniones de té, donde las lenguas afiladas, los comentarios imprudentes y los rumores maliciosos eran parte central de los temas de conversación.
Me permití disfrutar de los excepcionales masajes proporcionados por las manos de Anita, los cuales son sorprendentes.
— Recuérdame tomar una clase contigo para aprender a dar masajes tan gloriosos. — Ahora entiendo a mi madre cuando me robó a mi dama de compañía por una buena temporada.
— Su futuro esposo lo agradecerá, sé de lo que le hablo. Ja, ja, ja. — Su risa jocosa y llena de picardía me hizo olvidar por completo mis pesadillas.
Arreglar mi cabello fue todo un desafío; por más ondas que quisieran darle, se mantenía perpetuamente liso. Era una cascada sin rumbo a la cual no pretendía desafiar.
Mi maquillaje fue muy sutil, apenas perceptible. Estábamos entrando en la época más calurosa del año; sería un atentado contra mi dignidad usar demasiado maquillaje, considerando que se podría arruinar con facilidad.
— Mi señorita, he oído que Lady Lee está esforzándose por establecer conexiones favorables entre las damas de alta nobleza para acorralar al duque Carter en un matrimonio político. — Sentía el recelo de Anita en sus palabras; era evidente que no deseaba que me utilizaran como herramienta para fines meramente egoístas.
Nada podía ser perfecto; ese sabor amargo volvía a aparecer en mi paladar, como el veneno sutil que se filtra en mis pensamientos.
—Es normal que, con su estatus, quiera escalar más alto. La casa Lee recientemente ha tenido un creciente aumento de popularidad gracias a sus buenas inversiones. Si el vizconde Lee logra concertar un matrimonio entre el duque y su hija, el ascenso en la alta sociedad sería más acelerado.
Una creciente molestia se arraigó en mi corazón. ¿Por qué me molestaba que alguien tuviera interés en él? Ya había decidido dejarlo ir. Estaba viendo que ya había descubierto.
—La posición de los hijos legítimos del primer matrimonio del duque se vería amenazada con la llegada de una nueva duquesa. Es lamentable para ellos; qué tristeza, lady Lee no es una mujer de grata disposición. Esos niños necesitan sentir el amor de una madre, y una mujer tan frívola como esa no les daría la atención que necesitan. ¿Qué futuro les aguardaría a esos infantes bajo la influencia de una mujer de tal carácter?— Las palabras de Anita me inducían a cuestionar mi decisión y a reflexionar sobre si mi verdadero destino es salvarlos, y si mi tía tiene razón.
— Señorita, hemos llegado. — No me percaté en absoluto de que el carruaje había cesado su movimiento; de no ser por el aviso del cochero, mis pensamientos habrían continuado ocupando mi mente.
— La casa Lee es tan frívola y ostentosa como otras casas nobles de la misma posición. El visconde Lee se esfuerza por exhibir su riqueza a través de una decoración distintiva. — A medida que la ostentación de su decoración aumenta, también lo hace la precariedad de sus cimientos; la riqueza de una casa noble, parte de los pilares de su existencia, si su estructura es deficiente, sugiere que sus fundamentos no perdurarán ni un siglo.
— No tenga grandes expectativas respecto a esta familia; puede que hayan ascendido económicamente, pero su conducta y principios son cuestionables. Mi señorita, ¿está preparada para otra contienda? — Anita consideraba las fiestas de té como un campo de batalla del cual siempre saldríamos victoriosas, y esta ocasión no sería la excepción.
— Más preparada no podría estar; voy a pulir el extravagante suelo con sus lenguas viperinas.
— Así se hace, mi lady, que nadie la intimide. Estas mujeres pueden ser de mayor edad, pero usted, a sus diecinueve años recién cumplidos, es formidable. — Habíamos recorrido un par de metros cuando una comitiva de damas nos abordó.
— Lady Vitaly, es un honor darle la bienvenida; no había tenido el placer de conocerla en persona. Permítame presentarme: Antonieta Lee. —Esos infames ojos negros me observaban con altivez; no olvidaría esa mirada tan fácilmente, así que es ella. Esta mujer es de la misma edad que el duque, pero su educación es precaria. ¿Cree que, por ser mayor, no me hará reverencia?
— Es indiscutible que no. Mi debut en sociedad fue hace un año, y mi círculo social es sumamente íntimo. No obstante, es importante abrirse a la posibilidad de interactuar con otras casas nobles. Espero que su experiencia en el evento del té me sirva de guía, aunque debo señalar que sus modales son, en efecto, bastante deficientes. —La incapacidad de contener sus expresiones de desagrado fue un verdadero triunfo; toda su comitiva tuvo que bajar la cabeza ante mí, siendo yo la noble con más rango entre ellas.
Esta mujer no me hace un favor al invitarme; soy yo quien la honro con mi presencia. Es hora de dejar clara mi posición.
Antonieta lee