"Después de un accidente devastador, Leonardo Priego se enfrenta a una realidad cruel: su esposa está en coma y él ha quedado inválido. Con su hija de 4 años dependiendo de él, Leonardo se ve obligado a tomar una decisión desesperada; conseguir una sustituta de su esposa. Luna, una joven con una vida difícil acepta, pero pronto se da cuenta de que su papel va más allá de lo que imaginaba. Sin embargo, hay un secreto que se esconde en la noche del accidente, un secreto que nadie sabe y que podría cambiar todo. ¿Podrá Leonardo encontrar el amor y la redención en esta situación inesperada? ¿O el pasado y el dolor serán demasiado para superar? La verdad sobre aquella fatídica noche podría ser la clave para desentrañar los misterios del corazón y del destino".
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Secretos y Apariencias.
Llego a casa mojada y subo a mi habitación. Cuando entro, encuentro a mi hermanastra sentada en mi cama.
—Mírate nada más, así jamás encontrarás esposo. En cambio, yo ya recibí muchas propuestas de matrimonio, pero hubo una en especial: Limber, peleándose por mí. ¿Puedes creerlo? Cuando antes solo te veía a ti, solo te buscaba a ti.
—Qué bien por ti. Ahora, sal de mi habitación para que pueda descansar —le digo, y ella se levanta pasando a mi lado.
—Cuando Fernando me lo proponga, te dejaré libre el camino con Limber. Así, al menos, puedes decir que estarás con el único hombre que te ha querido, si es que te hace caso, ya que no estás a su altura.
Sigue caminando y se resbala con el agua que escurre de mi ropa, gritando exageradamente. Mi madrastra no tarda en llegar enojada.
—Solo vine a darle la noticia y me empujó. Mírala, madre, cómo llegó. Quién sabe con quién andaba o dónde se metió para que venga así.
—Estrella, me importa muy poco si te casas. No me importa lo que hagas. Por mí, vete de la casa que con mucho esfuerzo hicieron mis padres —le grito, y siento la bofetada que me da mi madrastra.
—Esta casa ahora es mía —dice entre dientes, y Estrella se levanta con una sonrisa. Mi madrastra sale, y de un empujón saco a Estrella de mi habitación.
—No por mucho tiempo —le grito, cerrando la puerta.
—Viste, me empujó —escucho a Estrella quejarse con su voz mimada. Golpean la puerta y le pongo seguro. Intentan abrir, pero no saben que cuando no estaban, cambié la cerradura. Esta es mi habitación, el único lugar donde me siento segura. A veces quiero salir corriendo, pero eso es lo que ellas quieren, y no les daré el gusto.
Me cambio en el baño y saco el pago que me dieron hoy. Mañana llevaré al banco para guardarlo. Me acuesto para dormir y en mi mesita de noche veo la foto de mis padres. Limpio mis lágrimas y hoy es un día en el que tapo la foto de mi padre.
Me despierto por mi alarma y me aseo, cambiándome rápido, metiendo mi ropa de trabajo y una playera de uniforme. Ahora, con Estrella aquí, no pienso venir. De la escuela me iré al trabajo. Salgo casi corriendo y cuando llego a la escuela, entro a mis clases. No hablo con nadie. Cuando terminan las clases, voy al banco, donde meto mi dinero, y ya entrada la tarde voy al club. Me cambio como siempre.
Tocó entrando a una habitación y les pregunto qué tomarán. Siento una mirada muy penetrante, pero para mí es casi normal. Anoto, saliendo, y regreso con las botellas. Las dejo en la mesa y cuando salgo, choco con una persona alta.
—Lo siento, señor —digo.
—Fernando Linares, mucho gusto —me dice, y recuerdo a Estrella hablar de él.
—Mucho gusto, me llamo Lulu.
—Yo te dije mi verdadero nombre. ¿Por qué no me dices el tuyo? —me pregunta, y mis ojos se abren más grandes.
—Ese es mi nombre.
—Ese nombre no va con ese rostro tan hermoso —me susurra, y aprieto la charola.
—Que tenga buena noche, señor Linares —digo, y camino de prisa.
Justo antes de terminar mi turno, me llaman para que lleve más botellas al salón privado del señor Linares. Entro y él está sentado solo.
—¿Me puede decir qué botella quiere?
—Una que tú me recomiendes. Y quiero de tu compañía.
—Señor, creo que usted conoce más de botellas que yo. Y sobre mi compañía, no será posible, ya que hay personal para eso.
—Cobrante lo que quieras, lo pagaré.
—No se trata de eso.
—Solo quiero platicar. No pido mucho.
—No es posible. Ahora, si me disculpa, le puedo pedir al de la barra la mejor botella para traérsela.
—Está bien, gracias —me dice, y salgo por la botella. Entro, dejándosela en la mesa. Me mira y trato de evitarlo, ya que no quiero que me reconozca cuando se case con Estrella, si se enteran de que la hermanastra trabaja en un lugar así, ya no querrá casarse, y no es por ellas, sino que ahí las tendré siempre en casa. Agradezco que esté medio oscuro.
—¿Eres muy joven? —me dice, mientras le sirvo.
—Cuando hay necesidades, eso es lo de menos.
—¿Eres menor de edad? —me pregunta con el vaso en la mano y un cigarro en la otra.
—Soy mayor de edad.
—¿Te entregan la propina que te dejo cada que vengo aquí? —me dice, así que es él quien las deja.
—Sí, señor Linares, muchas gracias.
—Llevo años viniendo aquí y la primera vez que te vi fue hace un año. Creí que eras la hija de una trabajadora —dice, y miro mi reloj, notando que ya pasó mi hora de salida.
—Bueno, lo dejo ya que es mi hora de salida.
—¿Te estoy aburriendo?
—Mi novio me espera siempre en la salida para irnos juntos —miento, y asiente.
Salgo, cambiándome, y me despido del jefe. Salgo del bar esperando un taxi, pero no pasan. No me queda de otra que empezar a caminar. Agradezco mis tenis cómodos para esta ocasión. Camino dos cuadras y escucho el claxon de un carro que baja la velocidad a mi lado. Con mis auriculares, finjo que no me doy cuenta, pero siempre trato de estar al pendiente de lo que pasa a mi alrededor. Siento cuando alguien me agarra el hombro y volteo, quitándome los auriculares.
—¿Te llevo? Después de todo, yo te retrasé —me dice el señor Linares, buscando algo.
—Gracias, pero no, y no se preocupe, vivo aquí cerca —le digo.
Él se ríe y me doy cuenta de por qué.
—Inventa otra excusa. Aquí solo viven los hijos de las grandes familias. ¿Y tu novio? ¿Huyó? ¿Por qué no lo veo?
—Trataré de no sonar grosera, pero veo que usted insiste. Aquí voy: Usted es un desconocido para mí. Nunca me subiría al carro de un extraño. Trate de ser amable con usted, pero ni así entiende. Ahora, si quiere irse a quejar con mi jefe, hágalo —le digo, dándole la espalda.
Cuando pasa un taxi, levanto el brazo para que se detenga y subo. Llego a la casa, entro en el espacio del portón y camino a la casa. Noto un carro estacionado que es muy parecido al del señor Linares. Cambiaron la cerradura. Doy la vuelta hacia donde está mi ventana y hay una escalera oxidada escondida entre la enredadera. Subo, ya que mi padre la hizo en su momento. Subo entrando por la ventana y noto que mi cuarto está todo desarreglado. Dejo mi bolso, notando que la puerta está rota. Abríeron por la fuerza. Salgo enojada, dirigiéndome a la sala, pero me detienen las voces.
—Claro, señor Linares, lo esperábamos. Mi hija tiene días esperándolo —dice mi madrastra, y más bien estaban urgidas por qué viniera.
—Madre, ¿qué pensará el señor Linares de mí? —dice Estrella, y quiero burlarme.
—Iré a ver por qué tardan en traer los bocadillos —dice mi madrastra, y cuando sale, me ve parada. Sujeta mi brazo, pero no me muevo, zafándome.
—Hay que hablar.
—¿De qué? De cómo cambiaron las cerraduras de la casa para que no entre a mi casa o cómo se metieron por la fuerza a mi habitación, rompiendo la puerta —le digo sin medir el tono de mi voz, y por primera vez mi madrastra se ve desesperada.
—Baja la voz. Te daré las nuevas llaves y llamaré al cerrajero para que arregle tu puerta. ¿Qué dices, mi niña? No te exaltes —dice lo último en un tono tan lleno de ternura, y volteo a ver a quién le habla así y sonrío, ya que Estrella y el señor Linares están parados en la puerta de la sala.
Estoy segura que esa ex esposa de Leonardo tiene mucho que ver en todo lo que pasó y esto pinta que no era fiel a su esposo
Gracias autora esto está genial 👏👏👏👏