Ella tiene miedo de la atracción que siente por el joven con el que durmió una sola noche, él hará lo posible por repetir la experiencia con la hermosa maestra de su hermanita.
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Un error
Leonardo sintió el aire frío colándose bajo la sábana. Conocía muy bien la sensación de tener un cálido cuerpo femenino a su lado, después de despertar cada mañana durante dos años a lado de su novia Natasha era normal que conociera bien la sensación. Era una lástima que de un momento a otro se viera obligado a experimentar ese frío al despertar.
El sonido del claxon se escuchó otra vez, a Carlos, su amigo, le gustaba molestar cuando sabía que tenía compañía. Leonardo solo se dió la vuelta dispuesto a seguir durmiendo deseando que esa chica dejara de dar vueltas y volviera a la cama, en cuanto despertarán por completo podrían repetir el encuentro; sin embargo parecía que ella se estaba preparando para irse, quizás se sintiera molesta por el molesto ruido pero Carlos no tocaría la bocina de nuevo, siempre lo hacía dos veces solo para molestar. Leonardo hizo un esfuerzo por abrir los ojos, tenía resaca pero nada que no hubiera sentido antes.
—Vuelve a la cama —dijo con voz adormilada. La chica se quedó estática. Leonardo la vio como una imagen borrosa frente a él, poco a poco su visión se fue aclarando —Wow —fue lo único que se le ocurrió cuando la vio bien a plena luz del día.
…
Gabriela no supo cómo debía sentirse ante la mirada de ese hombre, no supo cómo sentirse respecto a todo. Ella no recordaba que se viera tan… tan joven. El pánico creció, era como una ola que se levantaba frente a ella y la revolcaba sin dejarla respirar. Ese chico debía ser apenas unos años mayor que su hijo y ella se había acostado con él.
“Wow” que quiso decir con eso. Seguro que a él le había pasado lo mismo, de noche con la precaria iluminación del lugar y con los tragos encima, no se había dado cuenta que se estaba llevando a una mujer vieja a la cama.
Gabriela terminó de ponerse el vestido evitando mirar al joven aunque de vez en vez fallaba; era imposible no querer mirar, la sábana solo cubría su erección y no hacía un buen trabajo. Imágenes fugaces de sus manos aferrándose a esos brazos y como sus pechos se habían frotando una y otra vez contra su duro pecho mientras él… por todos los cielos ella debía salir de ahí antes de que terminará por ponerse en vergüenza de nuevo.
—¿A dónde vas? —dijo el joven con esa voz ronca que seguro usaba con todas las jovencitas que llevaba a dormir con él, esa voz que con toda seguridad las hacía temblar.
—Me voy a mi casa —su respuesta fue mecánica. Gabriela puso todo de sí para no sentirse intimidada frente a ese joven que la veía como si ella aún siguiera desnuda.
—Pero aún no hemos terminado.
Gabriela abrió los ojos de par en par, indignada por la insinuación burlona de ese hombre, acalorada porque él estaba tan duro que podía verlo aun a través de la sábana que tenía enrollada y excitada porque recordaba muy bien lo mucho que había disfrutado la noche anterior. Su teléfono sonó con la canción de rolling in the deep, el joven sonrió; nunca más dejaría a Andrea tocar su celular.
—¡Alo!
—¡Buenos días, maestra Gaby! ¿Que tal le fue anoche con el bombón?
—¿Dónde estás, Andy?
—En las nubes — dijo Andrea en un largo suspiro seguido de risas incluida una risa masculina que se escuchaba de fondo —¿Y tú?
Gabriela dio otro barrido rápido al lugar. La decoración era un poco minimalista; dos de las paredes estaban pintadas de un tono gris muy claro y las otras dos opuestas junto con el cielo raso estaban pintadas de blanco. La cama era enorme y en cada lado había un buró cada uno con una lámpara. La televisión estaba empotrada en la pared, no había nada más con excepción de el tipo desnudo en la cama que la miraba de esa forma oscura y con una sonrisa torcida y además, la ropa regada en el piso y el enorme cuadro de colores en la pared.
—No tengo idea —dijo Gabriela apretando de forma inconsciente las piernas —pero no te preocupes, pediré un taxi. Gracias por todo, amiga —dijo a manera de sarcasmo. Gabriela escuchó a su amiga replicar pero cortó la llamada sin prestar atención a sus palabras.
—Podrías dejar de mirarme de esa manera, es incómodo.
—Disculpa, no entiendo. ¿De qué manera te estoy mirando? —dijo haciéndose el inocente, tanto la versión de depredador como la de víctima le quedaban perfectas. Gabriela tenía que admitir que en realidad el hombre era un sueño, su rostro era perfecto y sin poder evitarlo se tomó el tiempo para observar su pecho y su bien esculpido abdomen, acariciando con la mirada esa línea de vello que nacía desde su ombligo y se perdía bajo los límites de la sábana que aún lo cubría a medias.
—Creo que ahora soy yo quien se siente incómodo —dijo divertido acomodándose en la cama solo para hacer que su torso se apretara y el aliento de Gabriela se escapará en un suspiro—. Anda vuelve a la cama.
De una extraña forma, Gabriela se sintió tentada a aceptar la oferta, un delicioso calor se formó en la parte baja de su abdomen recorriendo su cuerpo. Por primera vez desde su divorcio, (incluso antes de eso), ella sentía esa atracción por alguien, su cuerpo le urgía a pegarse al de él y fundirse hasta saciar esas ansias. Podría hacerlo si quisiera, no tenía un esposo a quien faltarle y su hijo ya era un adulto que prácticamente no podía decirle nada por no haber llegado a dormir. Si tan solo ese hombre al que deseaba tocar y besar y porque no, montarlo como lo había hecho en la noche no fuera así de joven. Gabriela movió la cabeza para sacudirse esas ideas ridículas y al fin tomó sus zapatos del piso, se los pondría estando afuera.
—No puedo. Sabes, esto ha sido un error. Disculpa.
Gabriela dio media vuelta para salir de esa habitación que la mantenía presa de su deseo. No quiso voltear ni detenerse a mirar a detalle el lugar, era evidente que estaba en el departamento de ese joven, en realidad no había mucho que mirar, solo unos pocos muebles y paredes prácticamente vacías. Cuando Gabriela salió hasta la calle pudo respirar más tranquila, volteo a ver el edificio y agradeció que el departamento del apuesto joven no estuviera en la cima de ese enorme edificio sino en el tercer piso. Con la mente más despejada, Gabriela hizo la parada a un taxi, lo siguiente sería pensar en lo que le diría a su hijo para justificar su ausencia.