Matrimonio de conveniencia: Engañarme durante tres meses
Aitana Reyes creyó que el amor de su vida sería su refugio, pero terminó siendo su tormenta. Casada con Ezra Montiel, un empresario millonario y emocionalmente ausente, su matrimonio no fue más que un contrato frío, sellado por intereses familiares y promesas rotas. Durante tres largos meses, Aitana vivió entre desprecios, infidelidades y silencios que gritaban más que cualquier palabra.
Ahora, el juego ha cambiado. Aitana no está dispuesta a seguir siendo la víctima. Con un vestido rojo, una mirada desafiante y una nueva fuerza en el corazón, se enfrenta a su esposo, a su amante, y a todo aquel que se atreva a subestimarla. Entre la humillación, el deseo, la venganza y un pasado que regresa con nombre propio —Elías—, comienza una guerra emocional donde cada movimiento puede destruir... o liberar.
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Capítulo 6 – Parte 1: Ira contenida y celos desbordados
Capítulo 6 – Parte 1: Ira contenida y celos desbordados
El reloj marcaba las 7:42 p.m. en la pared del departamento de Ezra Montiel, pero el tiempo parecía haberse detenido para él. Caminaba de un lado al otro, con el vaso de whisky en mano, el ceño fruncido y las sienes marcadas por la tensión. Había algo fuera de lugar… algo que no cuadraba. Y eso lo devoraba por dentro.
—¿Otro trago? —preguntó Iván Ortega, su mejor amigo, sentado en uno de los sillones de cuero, con una copa en la mano y una mirada cansada.
—¡No entiendo nada, Iván! —exclamó Ezra, agitando el móvil en el aire como si quisiera romperlo—. ¡¿Por qué hay otro cargo de quince mil dólares?! ¿¡Quién diablos gasta eso en un sexshop!?
—Relájate, hermano. Tal vez fue un error. Puede ser una confusión... —intentó razonar Iván, aunque sabía que eso sería inútil con Ezra en ese estado.
Ezra no lo escuchaba. Se dejó caer en el sofá, tomó su celular y, sin pensarlo más, marcó al banco. Su mandíbula estaba tensa, los dedos le temblaban levemente. Había bebido, sí. Pero no lo suficiente como para nublar su juicio… aún.
—Buenas tardes, habla el sistema de atención al cliente. ¿En qué puedo ayudarle?
—Quiero saber los últimos movimientos de mi cuenta principal —dijo con voz firme.
—Con gusto. Por favor, proporcióneme sus datos personales.
Iván le observaba con una mezcla de incomodidad y resignación. Ya lo había visto así antes… cuando algo le hacía perder el control. Y casi siempre, el nombre de Aitana estaba involucrado.
Tras verificar sus datos, la operadora volvió a hablar.
—¿Desea conocer los dos últimos movimientos, señor Montiel?
—Sí, eso mismo.
Hubo un silencio tenso.
—Perfecto. Movimiento uno: compra en “Seducción VIP”, sexshop exclusivo, por $15,000 dólares. Movimiento dos: pago por habitación VIP en Hotel Rascacielos, $8,000 dólares. ¿Está usted al tanto de estas transacciones?
Ezra cerró los ojos un instante, tragó saliva con dificultad. La sangre le zumbaba en los oídos.
—Sí… gracias —respondió con una calma forzada.
Colgó. Y luego el vaso estalló contra la pared.
—¡Tiene un amante! ¡Y yo soy el que queda como un maldito demonio! —rugió Ezra, tomando la botella por el cuello.
—¡Ey, basta ya! —intervino Iván, poniéndose de pie—. No saques conclusiones precipitadas.
—¿Precipitadas? —rió sarcásticamente—. ¿Gastar eso en juguetes sexuales y un hotel de lujo? ¡¿Eso es casualidad?!
—Tú también has sido un desastre, Ezra. ¡No puedes gritar traición cuando tú…
Ezra lo interrumpió con un gesto. Su rostro ya no mostraba tristeza. Solo ira.
—Esto se acabó. Se terminó el jueguito.
—¿A dónde vas?
—A terminar con esta farsa. A ver con mis propios ojos cómo se revuelca con otro tipo. Y cuando lo vea, no me voy a quedar con los brazos cruzados.
—¡No hagas ninguna estupidez!
Pero Ezra ya no lo escuchaba. Tomó las llaves del auto, se puso el abrigo a medio cerrar, y salió con la furia encendida en cada paso. Su respiración era pesada, y sus pensamientos se agolpaban como autos en una autopista.
Dentro de sí, algo más hablaba. Algo más oscuro, animal. No era amor lo que sentía. Era posesión. Era ego herido. Era obsesión.