ㅤ ㅤㅤ 〖 簜到ㅤ OBSE_SSION 霺圜 ㅤ 鿨㔳ㅤ PROHIBIDA ! ?
걫걩ㅤ#. É⎯CHÁPTER 0𝟯 ,,
🖊ㅤ걫걩ㅤㅤ#. É⎯𝗧𝗘𝗥𝗡𝗘𝗟𝗟𝗘 ,,ㅤ㋈㏆
ㅤㅤㅤ籅̸̷ ㅤ 𓆤ㅤ𝖯𝖱𝖤𝖥𝖠𝔖𝖳𝖨𝖮 ، ⎯𓉯ㅤㅤ𐫇
㏀ Obsession Prohibida com. ㈿_🕷ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ
Finalmente, la familia Velour se alistaba para emprender un viaje que marcaría el rumbo de los días venideros. El destino era Rusia, un país frío y majestuoso, digno escenario de la gran velada anual que reunía a las mafias más poderosas del mundo. Aquella no era una reunión cualquiera: se trataba de un evento donde se medía la influencia, la elegancia y el poder de cada familia, un tablero silencioso donde las alianzas podían nacer en una copa de vino y las guerras podían declararse con tan solo una mirada.
Para nadie resultaba una sorpresa que los Velour hubieran sido invitados. Su reputación como la mafia más temida y respetada se extendía más allá de las fronteras, y su presencia era casi una obligación para dar prestigio al evento. Cada líder acudía acompañado de los suyos, presentándose como piezas firmes en un juego donde solo los más astutos podían sobrevivir. El esplendor y la cortesía que envolvían la velada no eran más que un disfraz: bajo los trajes caros y los diamantes, el filo de la ambición y la sed de poder brillaban con más fuerza que nunca.
La familia debía llegar a Rusia antes de la tarde del día siguiente. El tiempo era justo, y los preparativos eran meticulosos; no podía permitirse un solo error. La velada se celebraría de noche, en un palacio cuyo lujo rozaba lo irreal, iluminado por arañas de cristal que colgaban sobre un ambiente cargado de intriga. Entre brindis, sonrisas ensayadas y conversaciones envueltas en sutileza, cada familia mostraría sus cartas. La noche prometía tanto esplendor como peligro, y los Velour estaban decididos a brillar con la misma intensidad que las luces que iluminarían la gala.
Las imponentes puertas del palacio se abrían con solemnidad, dando paso a un desfile interminable de vehículos de lujo que se alineaban en la entrada. Limusinas negras, carros deportivos de las marcas más exclusivas y camionetas blindadas se detenían una tras otra, escoltadas por hombres trajeados que no dejaban escapar ni un solo detalle del entorno. El rugido de los motores contrastaba con la calma gélida del aire ruso, creando un ambiente cargado de tensión y expectación.
La familia Velour llegó en una caravana impecable, encabezada por un automóvil negro de cristales polarizados que destacaba por la discreción elegante de quien no necesita ostentar para imponerse. A su alrededor, las luces de los faroles iluminaban la fachada del palacio, un coloso de mármol y cristal que parecía observar a cada visitante con un juicio silencioso.
Desde la distancia, los Velour podían ver cómo otros clanes descendían de sus vehículos, vestidos con trajes a la medida y joyas que relucían bajo las lámparas. Cada saludo, cada sonrisa calculada era parte de un espectáculo meticulosamente coreografiado. Allí no existía la casualidad: cada paso, cada mirada, cada palabra, era una jugada en el tablero.
Los guardias del palacio, altos y serios como estatuas vivientes, revisaban cada entrada con precisión militar, mientras dentro, la música clásica ya comenzaba a envolver los pasillos. El murmullo de voces se mezclaba con el tintinear de las copas, anticipando una velada que prometía tanto lujo como traición.
Los Velour, al descender de su vehículo, atrajeron más de una mirada. No era solo por su fama, sino por la presencia que desprendían: una mezcla de autoridad, misterio y poder que parecía abrirse camino incluso entre la multitud más selecta del mundo criminal.
La noche apenas comenzaba, y cada segundo dentro de aquel palacio sería una prueba
La noche apenas comenzaba, y cada segundo dentro de aquel palacio sería una prueba de resistencia y astucia. Nada estaba allí por azar: los candelabros que iluminaban el salón, las sonrisas forzadas de quienes se acercaban a saludar, los murmullos que se escapaban entre copas de cristal. Todo formaba parte de un escenario cuidadosamente construido para medir a los presentes, para revelar quién dominaba y quién se dejaba dominar.
Los Velour avanzaron con paso firme, conscientes de que las miradas se clavaban en ellos como cuchillas invisibles. Era el precio de ser quienes eran, el peso de una reputación que no permitía flaquezas. Cada saludo que ofrecían era calculado, cada gesto medido, como si hasta el más pequeño movimiento pudiera inclinar la balanza de alianzas y enemistades.
Y así, entre sombras y luces doradas, comenzó la verdadera velada: una guerra silenciosa donde la elegancia era la primera arma y la traición, el último recurso.
La familia Velour se detuvo, sus pasos firmes apagándose en el eco solemne del mármol. Con una calma calculada, dejaron que sus miradas recorrieran cada rincón del lugar, observando a los presentes con una frialdad que helaba la sangre. No estaban allí por el esplendor de la velada, ni por las falsas cortesías que llenaban el aire: su propósito era otro, uno mucho más preciso y peligroso. Habían venido por él… por el hijo mayor de los Blackburn.
Zayden Velour - E.P
─ Bueno, chicos… saben a lo que hemos venido, ¿verdad? ─ la voz de Zayden resonó grave, serena pero cargada de un peso inquebrantable. Sus palabras no fueron una simple pregunta, sino un recordatorio que cayó sobre ellos como un sello de hierro.
Los Velour no habían cruzado medio mundo para participar de una celebración hipócrita ni para dejarse deslumbrar por las luces doradas y el cristal tallado. No estaban allí para brindar ni para estrechar manos, sino para cumplir un propósito mucho más oscuro y silencioso. El aire mismo parecía enrarecerse a su alrededor, como si hasta las sombras aguardaran expectantes.
Cada miembro de la familia entendía el verdadero motivo: no se trataba de la velada, ni de alianzas, ni de cortesías. Habían venido por él. Por el hijo mayor de los Blackburn.
Zadkiel Velour - E.D.P
─ Sí, padre… tenemos claro el propósito. ─ respondió con firmeza, su voz grave y serena, sin un atisbo de duda. Cada palabra se deslizó con el peso de una promesa, dejando en el aire una tensión que se mezclaba con la expectante quietud de la sala.
Zayden Velour - E.P
─ Bien, Zadkiel… vamos. Recuerda, debemos actuar con normalidad ─ ordenó con voz firme, como quien suelta una advertencia disfrazada de calma. No había espacio para errores, no aquella noche en la que cada mirada podía convertirse en un arma.
El silencio en el salón era casi tangible, pesado como una losa que parecía envolver a todos los presentes. Solo se escuchaban los murmullos apagados de los invitados, el leve murmullo de la música que llenaba los rincones y el eco de pasos contenidos sobre el mármol, cada sonido amplificado por la expectación que se respiraba en el aire. Cada gesto, cada mirada, cada respiración parecía medida y calculada, como si la misma sala contuviera la tensión de un duelo invisible.
Y Entonces, todas las miradas se posaron en la gran puerta del palacio. Los susurros se convirtieron en murmullos nerviosos, mezclados con un leve sobresalto. Por aquel umbral apareció la familia Blackburn, entrando con la autoridad que les era natural, cada uno de ellos irradiando poder, elegancia y un aire imponente que hacía que incluso el murmullo de la multitud se contuviera. Sus pasos eran firmes, su porte inquebrantable, y cada uno parecía consciente de que no solo eran observados, sino evaluados.
Al otro lado de la sala, los Velour los recibieron con la misma intensidad. Sus miradas frías y calculadoras se fijaron en cada detalle: la forma en que caminaban, cómo sostenían la mirada, incluso los gestos más mínimos. No estaban allí para socializar ni para admirar; habían venido con un propósito muy concreto, y cada instante que pasaba reforzaba la tensión que pendía entre las dos familias. En aquel instante, la velada dejó de ser una simple reunión; se convirtió en un tablero de ajedrez silencioso, donde cada movimiento podía significar ventaja o desastre, y donde la verdadera partida apenas comenzaba.
Zadkiel Velour - E.D.P
─ ¿Así que ellos son… la familia Blackburn? ─ pronunció con voz medida, cargada de curiosidad y un dejo de desdén. Sus ojos recorrían cada detalle, cada gesto, cada postura de aquellos que avanzaban con autoridad.
Vittoria Blackwood - Velour - A.P
─ Así es, hijo... ─ susurró, sus ojos siguiendo con precisión un punto en la distancia. ─ Ese de ahí… es nuestro objetivo. ─
Aria Velour - O.P
─ Debo admitir… poseen una belleza exótica ─ murmuró, dejando que sus ojos recorrieran cada detalle con una mezcla de curiosidad y cautela. ─ No es una belleza común, sino de esas que se sienten fuera de lugar, como si pertenecieran a otro mundo.
Zayden Velour - E.P
─ Sí… pero no te dejes cautivar ─ advirtió con firmeza. ─ Son unos malditos bastardos… ─
Alec Velour - A.R
─ ¿Bastardos? ─ preguntó, frunciendo el ceño. ─ ¿Por qué tanto odio? Se ven… agradables, incluso amables. ─
Vittoria Blackwood - Velour - A.P
─ No te dejes engañar ─ advirtió con severidad. ─ Tal vez sean amables, pero eso no cambia que… son unos bastardos. ─
De repente, la familia Blackburn se acercó, moviéndose con una elegancia natural que parecía ensayada, como si cada paso y cada gesto estuvieran cuidadosamente calculados. Sus sonrisas eran amables, suaves, casi irresistibles, y sin embargo había algo en esa perfección que despertaba desconfianza. No era solo cortesía lo que mostraban, sino un tipo de control sutil, una manera de imponer su presencia sin necesidad de palabras. Cada mirada parecía medir, cada movimiento evaluaba, y aunque irradiaban cordialidad, el aire a su alrededor estaba cargado de tensión, como si detrás de esa fachada amable se ocultara un filo invisible, listo para cortar en el momento menos esperado. La sensación era extraña: querías acercarte a ellos, pero al mismo tiempo sabías que no debías bajar la guardia.
Steve Blackburn - D.D
─ Familia Velour… es un honor conocerlos. ─ dijo, con una leve inclinación de cabeza y una sonrisa medida. ─ Cuanto tiempo Zayden. ─
Zayden Velour - E.P
─ Steve… cuánto tiempo… ─ dijo, con la mirada seria y medida.
Zaraht Rothwell - Blackburn - O.P
─ Señor Zayden, ¿Ellos son tus hijos? ─ preguntó, con una sonrisa suave mientras sus ojos se posaban en cada uno de ellos, admirando sus gestos y risas inocentes. ─ Son realmente adorables… ─
Zayden Velour - E.P
─ Sí, son mis hijos… ─ dijo, con voz seria. ─ Preséntese, por favor. ─
Lilith Velour - D.P
─ Soy Lilith Velour ─ dijo con voz firme, dejando que sus ojos recorrieran con precisión a quien tenía enfrente. ─ la mayor de los hermanos y melliza de Sam.
Sam Velour - D.P
─ Soy Sam ─ dijo con una leve inclinación de cabeza, su voz tranquila y segura, transmitiendo confianza sin esfuerzo. ─ Un gusto conocerlos a todos.
Alec Velour - A.R
─ Soy Alec ─ añadió, con un gesto medido y una mirada que evaluaba con cuidado a quienes tenía frente. ─ Encantado...
Aria Velour - O.P
─ Soy Aria, gemela de Aleksandra y hija adoptiva del señor Zayden ─ su voz era serena, pero cargada de firmeza, mostrando respeto y determinación al mismo tiempo.
Aleksandra Velour - A.D
─ Y yo soy Aleksandra ─ terminó, con una sonrisa medida que reflejaba seguridad y compostura. ─ Es un placer conocerlos; espero que nuestras interacciones sean cordiales y que puedan ver quiénes somos más allá de los títulos y nombres. ─
Zaraht Rothwell - Blackburn - O.P
─ Qué educados… ─ susurró con una sonrisa cálida. ─ Estos son mis niños, permítanme presentárselos. ─
Ethan Blackburn - D
─ Soy Ethan —dijo, mientras sus ojos recorrían la habitación, intentando captar la atención de quienes lo escuchaban. — El menor de los hermanos...
Lukas Blackburn - G.P
─ Soy Lukas, el hermano del medio — dijo con timidez, mientras sus mejillas se teñían de un rojo suave por la vergüenza. — ¡Es un gusto conocerlos! ─
Zaraht Rothwell - Blackburn - O.P
─ Mi hijo mayor debe encontrarse por allí; les pido disculpas si no se ha presentado como corresponde. ─
Vittoria Blackwood - Velour - A.P
─ Qué niños más educados... — susurró con una sonrisa cálida, mientras los observaba con atención. — Cada gesto, cada palabra, mostraba una educación y cortesía que pocos poseen. ─
Zayden Velour - E.P
─ Sí, realmente son muy educados — dijo con una leve sonrisa, asintiendo mientras los observaba. — Es refrescante ver tanta cortesía en personas tan jóvenes. ─
De repente, la mirada de Zaraht se elevó hacia las escaleras que conducían al piso superior, y su rostro se iluminó con una sonrisa cálida e inevitable. Allí, en un balcón que dominaba la sala, se encontraba su pequeño bebé, el hijo mayor de la familia, observando la escena con la curiosidad propia de su edad. Cada gesto suyo parecía llenarlo todo de una inocencia encantadora, y por un instante, todo lo demás desapareció de la mente de Zaraht. El corazón se le aceleró ligeramente, y una mezcla de orgullo y ternura lo invadió; ver a su hijo allí, tan sereno y al mismo tiempo tan presente, era un recordatorio silencioso de los lazos que unían a su familia y del amor profundo que sentía por él, un sentimiento que ninguna distancia ni circunstancia podía disminuir.
Ahí estaba él, en lo alto del balcón, con la mirada fija hacia abajo, donde su madre se encontraba. Sus ojos seguían cada movimiento, cada gesto, como si quisiera memorizar aquel instante en el que podía verla de cerca, sentir su presencia aunque la distancia los separara. Un leve brillo de curiosidad y ternura se reflejaba en su rostro, y por un momento, todo parecía detenerse, dejando solo el vínculo silencioso y profundo entre madre e hijo.
━━━━━━━━━━ 𓆤
━ 𝗙𝗜𝗡 𝗗𝗘𝗟 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢
GRACIAS POR LEER...
Comments