Max es un hombre lobo de ojos azules que quita el aliento. Tiene un cuerpo musculoso y una estatura imponente. Es el futuro alfa de la manada "SilverClaw", pero no se siente digno de ese título. Su padre, un líder cruel y tirano, que lo humilló y maltrató desde pequeño. Todos lo ven como un hombre lobo débil, cobarde y sumiso. No tiene confianza en sí mismo, ni en su capacidad para gobernar, proteger o amar. Es el rey de la nada, y todos lo desprecian. Su lobo se llama Logan, es un lobo gris con reflejos azules. Él y Max nunca estuvieron de acuerdo con la forma en que su padre dirigió la manada. Ellos son protectores y fuertes, pero su padre les hizo daño a ellos, a su gente, llenándolos de inseguridades. Logan sueña con encontrar a su compañera, pero Max tiene miedo de que lo rechace, como lo hace su manada.
NovelToon tiene autorización de IdyHistorias para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Mi verdadera herencia (Serena)
Estoy mareada. Todo me da vueltas y no tengo ni fuerzas ni ganas de abrir los ojos. Apenas siento el cuerpo. Algo pesado está sobre mí... no me deja mover. No estoy amarrada, eso lo tengo claro. Es un peso cálido, como si alguien me cubriera para protegerme del mundo.
—Pastelito... —murmura una voz familiar. Ah, claro. Tormenta.
Trato de hacer memoria. Íbamos escapando, nos perseguían. Luego llegaron unos tipos, uno de ellos me sonrió... y después...
—¡Carajo! —me incorporo de golpe—. ¡Me drogaron!
—¡Serena, tranquila! Estás bien, todo está bien —me dice Tora, tomándome del brazo. Su voz es suave, casi una caricia.
—¿Dónde estamos? ¿A ti también te drogaron?
Antes de que ella pueda contestarme, se abre la puerta. Entra un hombre que, sinceramente, parece salido de una película. Alto, atlético, con una mandíbula perfecta y unos ojos azules que se clavan en mí como si supieran demasiado.
—Me alegra saber que ya estás despierta, Serena —dice con una sonrisa leve—. Sé que esto no fue lo ideal y quiero pedirte perdón. Este lugar es... muy especial, y su ubicación debe mantenerse en secreto. Lo que hicimos fue solo para proteger a los que viven aquí.
Me lo quedo mirando, dudando entre gritarle, darle un puñetazo o simplemente exigir respuestas. Pero hay algo en su tono que suena sincero. Si lo que dice es verdad, y aquí cuidan a otros... bueno, entiendo el exceso de precaución.
—Una capucha negra hubiera bastado —le respondo con mala cara.
—Tomaré nota para la próxima vez —responde con una media sonrisa. Por alguna razón, eso me arranca una risita que no quiero admitir.
—¿Dónde estamos? ¿Por qué nos ayudaron?
Antes de que él responda, Tormenta interviene.
—Serena... Pastelito, sé que han sido días horribles. Solo te pido que escuches. Cris —dice, señalando al hombre— va a explicarte algo muy importante. Pero tienes que hacerlo con mente abierta, sin interrumpir, y esperar a que termine.
—¿Tan grave es?
—No es grave, solo inesperado. Extraño. Pero no malo.
Cris asiente.
—Después de explicarte todo, si decides no creer o no querer quedarte, estás en tu derecho. No eres prisionera. Puedes irte cuando quieras. Solo que si te vas... no podrás volver. Este lugar debe seguir siendo invisible para quien no desee formar parte de él.
Asiento, en silencio.
—Antes de que hables —le digo, girándome hacia Tora—. ¿Tú sabías todo esto?
Ella me sostiene la mirada. Luego asiente.
—Confío en ellos... pero mi lealtad es contigo.
Me tranquiliza. Mucho. Pero también me despierta una duda.
—¿Fuiste tú quien pidió que nos ayudaran?
—Solo dije que la nieta del señor Hartmann estaba en problemas.
—¿Conocen a mi abuelo?
—Lo queríamos mucho —dice Cris, con un dejo de tristeza en la voz.
Mi corazón da un brinco.
—Está bien. Estoy lista. Suéltalo.
Y Cris lo suelta.
Me cuenta que mi abuelo no era solo un empresario brillante y un hombre justo. Era también un protector. Un héroe. Que ayudaba a salvar criaturas extraordinarias, perseguidas por ser diferentes: hombres lobo, vampiros, hadas... y otras aún más raras. Mi abuelo fundó esta base, esta fortaleza, para darles un refugio. Para que tuvieran un hogar.
Y luego viene lo más increíble.
—Tu abuela era una faelina —dice Cris.
—¿Una qué?
—Una persona nacida con un lazo especial hacia una criatura muy antigua. Un fael.
Me explica que los fael no son dragones. No exactamente. Son seres únicos que solo existen cuando un faelino nace. Tienen alas, garras, escamas suaves y ojos profundos. Controlan uno o varios elementos: fuego, agua, viento, oscuridad... Y son tan poderosos como inestables. Por eso necesitan a un humano con quien unirse. Uno que pueda calmar su esencia.
—Tu abuela tenía un fael de oscuridad. Fue rechazada por su clan por eso, tuvo que huir. Tu abuelo la conoció cuando ella limpiaba en una empresa. Él era seguridad. La amó así, sin preguntas. Juntos comenzaron esto.
Me cuesta tragar saliva. Siento que mi mundo se tambalea.
—¿Y mis padres sabían?
—Tu padre vino un par de veces —responde Cris—. Quiso encontrar su propio fael, pero nunca apareció. No todos heredan ese vínculo. Tu abuela decía que, si bien los descendientes pueden tener más sensibilidad o empatía con la naturaleza, no significa que todos sean faelinos. Aun así, él siempre ayudó. La mayoría de nuestros avances tecnológicos los diseñó él.
—¿Sabes que él iba a heredar todo?
Asiento.
—Sí. Mi abuelo me dijo que la empresa, y todo lo demás, iba a ser de él. Yo iba a poder elegir mi camino cuando creciera... hasta que todo se arruinó con su muerte.
—Tu padre era un buen hombre. Nos fue fiel hasta el final. Y tu abuelo... nos hizo prometer que jamás te traeríamos aquí, a menos que tu vida corriera peligro.
Un nudo se me forma en el pecho. Él quería protegerme. Quería que fuera feliz, no parte de esta lucha.
—¿Qué necesito para quedarme?
—Solo ser quien eres: la nieta del Gran Jefe.
—¿Y si no tengo un fael? ¿Si soy solo... humana?
—Pastelito —dice Tora, abrazándome fuerte—, tú nunca serás solo humana.
La miro. Esa respuesta me llena de calor... pero también me duele. ¿Cuánto tiempo ha guardado esto? ¿Por qué no me lo contó?
Ella lo nota. Se aparta un poco.
Voy a esperar. Sé que hay más. Pero lo hablaremos a solas.
—¿Mi tío sabe de este lugar?
Cris niega con la cabeza.
—No. Tu abuelo jamás confió en él. Ni siquiera en sus propios hermanos. Por proteger a tu abuela, mantuvo todo esto en secreto.
—Menos mal. No quiero saber nada de ese tipo.
—Y tranquila. Recuperarás la empresa. Más temprano que tarde.
—Tiene jueces en el bolsillo... y quiere matarme o encerrarme.
—Por ahora, estás viva. Y a salvo. Nadie puede encontrarte aquí. Nadie entra o sale sin un portal.
—¿Un... portal?
—Sí. Así fue como te trajimos.
—Entonces ¿por qué sedarme?
Cris junta las manos como en súplica.
—Perdón. En serio. Porfis —dice con carita de cachorro.
—¿"Porfis"? ¿Es en serio?
—Si una persona cruza un portal sin querer hacerlo... el portal se bloquea. Se cierra y no se puede usar de nuevo en ese punto. Era nuestra única opción.
—Te perdono... pero no entiendo nada. Ya tengo la cabeza como una licuadora.
Tora se ríe, haciendo que todos terminemos sonriendo.
—Tora —le digo—, explícame algo. Si ya habías llamado para que nos ayuden, ¿por qué huimos? ¿Por qué irnos a otro pueblo?
—Los llamé por precaución. Si todo salía bien, no se iban a mostrar. Solo seguirían el auto desde lejos. Pero si algo salía mal... actuarían. Y, bueno, algo salió muy mal.
—Ok. Pero no creas que no te voy a interrogar después.
—Puedes preguntarme todo, pastelito. Ya no hay más secretos.
Me abraza otra vez. Cierro los ojos. Estoy cansada, confundida... pero viva. En un lugar donde mi abuelo dejó su legado. Y quizás, solo quizás, aquí es donde empiezo de nuevo.
TENDRIA QUE TENER EL MISMO NOMBRE VOLÚMEN 2