Gritos De Esperanza

Después de un momento, ella se acercó a mi oído y me susurró que necesitaba ir al baño. Asentí con la cabeza en una aprobación silenciosa, fije mi mirada en ella por un momento antes de volver a dirigir mi atención a mis padres y abuelos.

La chica se levantó de su asiento y se dirigió hacia el baño, su figura esbelta y elegante desapareciendo entre la multitud de invitados. La seguí con la mirada por un momento, asegurándome de que supiera que estaba siendo vigilada.

Mientras ella estaba ausente, continué conversando con mis padres pero mi mente estaba en la chica, y en lo que podría estar pensando o haciendo en ese momento.

No pasó mucho tiempo antes de que me diera cuenta de que la chica había estado ausente durante un poco más de tiempo del que esperaba.

Me levanté de mi asiento y me disculpé con mis padres, diciendo que iba a buscarla. Quería asegurarme de que estuviera bien, y de que no estuviera haciendo nada que pudiera causarme problemas.

Me dirigí hacia la dirección en la que ella se había ido, esperando encontrarla en el baño o cerca de allí.

Pero lo que vi me hizo hervir la sangre. Un hombre la tenía sujetada del brazo, con una sonrisa desagradable en su rostro.

La chica parecía asustada y trataba de liberarse, pero el hombre la sujetaba con fuerza.

Me acerqué a ellos con una sensación de ira creciente, pero me controlé y hablé con voz calmada.

—Quita tus asquerosas manos de ella— le dije al hombre, con mi mirada fija en él.

El hombre me miró con sorpresa y luego con desafío, pero finalmente la soltó.

La chica se apartó de él con su rostro pálido y asustado. Me coloqué delante de ella, protegiéndola con mi cuerpo.

—¿Qué crees que haces?— le pregunté al hombre, mi voz todavía sonaba calmada.

El hombre se encogió de hombros y sonrió. —Solo estaba hablando con ella—, dijo. Pero yo sabía que no era verdad.

Sabía que las cosas se iban a poner feas, y estaba listo para defenderla. Mi mirada se clavó en el hombre, y pude ver el miedo reflejado en sus ojos.

Sabía que no era un hombre valiente, y que se daba cuenta de que estaba en desventaja. Pero no me importaba.

Lo tomé del cuello con fuerza, con mi mano apretando su garganta con una presión firme pero controlada.

Mi rostro estaba cerca del suyo, y pude ver el miedo en sus ojos. —Agradece que estamos en un evento y no quiero hacer un escándalo—, le dije con voz baja y amenazante. —De lo contrario, te haría pagar por lo que has hecho—.

El hombre trató de hablar, pero mi agarre era demasiado fuerte. Asintió con la cabeza, tratando de indicarme que había entendido. Pero no me importaba. Estaba furioso y quería que se fuera.

En ese momento, mis hombres llegaron y se acercaron a nosotros. —Sáquenlo de aquí— les ordené, arrojando al hombre hacia ellos. Mis hombres lo agarraron con fuerza y lo arrastraron fuera del evento, sin importarle la dignidad o el orgullo.

Mientras se lo llevaban, pude ver la mirada de miedo y humillación en su rostro. Sabía que no volvería a molestarla a ella ni a mí.

Ella se acercó a mí, su rostro pálido y asustado. La rodeé con mis brazos y la atraje hacia mí, protegiéndola. —Estás a salvo—, le dije. —Nadie te hará daño mientras estés conmigo—.

Ella trató de apartarse de mí, y la solté, aunque mi instinto era retenerla. Me miró con una mezcla de miedo y determinación en sus ojos, y me dijo que quería irse ya. Su voz era firme, sin rastro de la sumisión que había mostrado antes.

No hubo vacilación en su tono, no hubo petición de permiso. Simplemente se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la salida, sin esperar a que le dijera si podía irse o no. Me quedé allí, sorprendido por su audacia, y mi instinto fue seguirla, detenerla, hacerla regresar.

Pero algo en su actitud me hizo dudar. Por un momento, me quedé allí, observándola mientras se alejaba, preguntándome qué iba a hacer a continuación. La ira y la sorpresa luchaban en mi interior, y sabía que esto no iba a quedar así.

La seguí hasta la casa y ella entró a su habitación, no toqué la puerta solo entré y la observé, estaba a un lado de la cama ya se había retirado el vestido.

Estaba en ropa interior, se asustó al verme y trató de cubrirse, pero no me importó me fijé en ella y en dos pasos llegué.

Ella notó que iba hacia ella y retrocedió quedando pegada a la pared, la tomé por las por la mejilla con una sola mano y alcé su cabeza para que me mirara.

La miré fijamente, mi mano estaba sujetando sus mejillas con una presión firme pero controlada.

—¿Quién te crees que eres para dejarme allá solo y venirte sin mi permiso?— le pregunté, mi voz era baja y llena de autoridad.

Mi mirada se clavó en la suya, buscando alguna señal de sumisión o arrepentimiento, pero en su lugar encontré una mirada desafiante y orgullosa.

Mi enfado crecía con cada segundo que pasaba, y mi mano se apretó ligeramente en sus mejillas.

—No tienes derecho a hacer lo que te plazca sin consultarme—, le dije, mi voz estaba llena de irritación.

—Entiende que eres mía, y debes hacer lo que te digo—. Mi mirada se intensificó, esperando a que se diera cuenta de su error y se disculpara. Pero en su lugar, su mirada se endureció aún más, y supe que esta discusión no había terminado.

Se soltó de mi agarre con un movimiento brusco.

—Suéltame—, dijo con voz firme, sus ojos brillando de rabia. —No soy tu propiedad— Su voz era como un golpe directo a mi orgullo, y mi enfado se intensificó.

—¿Crees que puedes hacer lo que quieras y luego simplemente venir aquí y actuar como si nada hubiera pasado?— le pregunté, mi voz era cada vez más alta. Pero ella no se inmutó, su mirada desafiante y su postura erguida, lista para defenderse.

—Y tú no puedes venir a tratarme como se te dé la gana— me dijo la tomé nuevamente y la lancé hacia la cama.

La observé no había caído en cuenta que ella estaba en ropa interior, desde mi postura se observaba completamente su piel blanca bien detallada y esbelta figura, su largo cabello estaba sobre su cara, esta escena me hizo tensarme.

Me pasé la mano por el rostro, sintiendo la tensión y el enfado que se acumulaban en mi interior. La discusión con ella había llegado a un punto crítico, y sabía que si no me calmaba, las cosas podrían empeorar. Así que, con un esfuerzo consciente, decidí tomar un paso atrás y salir de la habitación.

Antes de irme, sin embargo, no pude resistir la tentación de señalarla con el dedo. —Esto no ha terminado—, le dije, mi voz baja pero llena de intensidad.

Mi mirada se clavó en la suya, y por un momento, pareció que el tiempo se detuvo. Luego, me di la vuelta y salí de la habitación, dejando que la puerta se cerrara detrás de mí con un golpe suave.

El silencio que siguió fue casi palpable, y sabía que esta discusión no había llegado a su fin.

Mientras bajaba hacia el evento, mi mente se desvió hacia ella, y no pude evitar recordar la forma en que su cuerpo estaba casi desnudo,

Las curva de su figura, la forma en que su cabello caía sobre su cara. Mi enfado y frustración seguían allí, pero ahora se mezclaban con un deseo intenso y una atracción que no podía ignorar.

Me pregunté qué estaba pasando entre nosotros, por qué parecía que no podíamos dejar de discutir, pero al mismo tiempo, no podía dejar de sentirme atraído por ella, la tensión entre nosotros era palpable pero había algo más allí...