Patricia Álvarez siempre ha creído que con trabajo duro y esfuerzo podría darle a su madre la vida digna que tanto merece. Esta joven soñadora y la hija menor más responsable de su familia no se imaginaba que un encuentro inesperado con un hombre misterioso, tan diferente a ella, pondría su mundo de cabeza. Lo que comienza como un simple encuentro se convierte en un laberinto de secretos que la llevará a un mundo que jamás imaginó.
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Hombre de negocios
Punto de vista de Alejandro
Ese tal Richard Meléndez estaba empezando a darme mala espina. La forma en que se acercaba a Patricia, como si fuera de su propiedad, hacía que mi sangre hirviera. En el hospital, intentó reclamar derechos sobre ella y eso era algo que no iba a permitir. Patricia era mía, y supe desde el momento en que la toqué que haría cualquier cosa para mantenerla a mi lado.
Patricia subió a la ambulancia junto a su madre y yo me dirigí a mi auto con Daniela. Durante el trayecto a la clínica, mi hermana no tardó en empezar su interrogatorio.
—Ahora sí, dime de dónde conoces a Patricia —su pregunta fue directa.
La ignoré, manteniendo mi mirada fija en la carretera. Aquello era algo personal, que solo nos pertenecía a Patricia y a mí.
—Solo confórmate con saber que la conozco y que tu amiga me gusta —respondí con frialdad.
Daniela guardó silencio por un momento, pero pude sentir su mirada en mí, tratando de descifrar mis intenciones.
—Ella acaba de salir de una relación tóxica —su voz era más suave, llena de preocupación—. Espero que no te estés acercando a ella solo para llevártela a la cama y luego desaparecer, como sueles hacer con las demás.
Una sonrisa amarga se dibujó en mis labios. Si tan solo supiera que ya lo había hecho, y que fue precisamente eso, la dulzura de su cuerpo y la pureza de su alma, lo que me hizo querer volver por más.
—Tu amiga es una mujer adulta y sabe lo que hace. Esto no es de tu incumbencia —respondí, mi tono como una advertencia.
—Claro que sí lo es —insistió, el enojo regresando a su voz—. No dejaré que la lastimes, Ale. Ella es la única persona decente que he conocido en este mundo y no merece que jueguen con ella.
Mi mandíbula se tensó. Detestaba que se metiera en mi vida, que cuestionara mis acciones. Siempre tenía la necesidad de controlarlo todo.
—Pues te prohíbo que te inmiscuyas. Mejor preocúpate por tu propio futuro, ya que cuando nuestros padres regresen tienes muchas cosas que explicar —solté, usando mi carta más fuerte para silenciarla.
La vi encogerse. —No sé de qué estás hablando. No he hecho nada malo.
Una sonrisa furtiva apareció en mi rostro. Si supiera que nuestros padres ya estaban al tanto de sus andanzas, no se sentiría tan confiada. Pero no le diría nada. Dejaría que fuera una sorpresa.
Llegamos a la clínica. Un equipo de especialistas nos esperaba en la puerta, como si una figura muy importante llegara. Quería lo mejor para la mamá de Patricia, y de esa manera, Patricia se sentiría en deuda conmigo. Era una estrategia, sí, pero lo que sentía por ella era real.
Vi a Patricia saliendo de la ambulancia. Sus ojos se veían cansados, llenos de angustia. Al ver el lugar, su respiración se aceleró. Supe que sentía miedo. Caminé rápidamente hacia ella, tomé su mano y se la apreté con fuerza, dándole seguridad.
—Tranquila, estará bien —le susurré, mientras la guiaba hacia la entrada. Los médicos nos rodearon, hablándome sobre el estado de la señora Miranda. A medida que avanzábamos, pude ver la mirada de sorpresa de Patricia al ver el lugar. Su mirada se detuvo en Richard, quien parecía enfurecido al ver la escena.
Lo miré con desdén. Él se acercó a nosotros, con el puño cerrado, lleno de rabia. Pero antes de que pudiera decir algo, le dirigí una mirada que lo hizo detenerse en seco. Patricia se aferró a mi brazo, y pude sentir su nerviosismo.
Sabía que Richard no se rendiría fácilmente. Pero no me importaba. Él no era más que un peón en mi tablero, y yo era el rey. A partir de ahora, todo estaría bajo mi control.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Patricia. Su voz, llena de firmeza, contrastaba con el temblor de su cuerpo. —Te dije que no tienes nada que hacer cerca de nosotras.
En ese momento intervino la hermana de Patricia.
—Tranquila, hermanita, él viene conmigo. No tienes derecho a echarlo fuera —dijo la rubia con descaro.
Empezaba a entender lo que ocurría entre esos tres, pero la verdad en este momento no me interesaba el drama familiar. Solo quería dejar claro que Patricia estaba conmigo y que nadie se metería con ella.
—Vamos, cariño. Tu mamá te espera. —entrelacé mis manos con las de Patricia, guiándola por el largo pasillo que llevaba a cardiología. Pude sentir la tensión en su cuerpo, su respiración agitada; era obvio que el estrés estaba haciendo mella en ella.
—Cálmate un poco. Tu mamá está en las mejores manos y estoy seguro de que saldrá bien de todo esto —susurré, tratando de tranquilizarla.
Ella no dijo nada, simplemente continuamos caminando de la mano como si fuéramos una pareja real. Cuando entramos al ascensor, Patricia soltó mi mano como si necesitara liberarse.
—Estoy viviendo una pesadilla —susurró, apenas audible, mientras recostaba su cuerpo contra la pared.
—¿Ese tipo era tu novio? —pregunté, sabiendo ya la respuesta.
—Dijiste que sabías todo de mí, así que esa respuesta ya la tienes —respondió con los ojos cerrados.
—Tienes razón, pero, aunque no lo creas, no sé toda tu vida. Solo lo que de alguna manera es público.
Patricia abrió sus hermosos ojos azules, que en este momento se veían empañados por las lágrimas que amenazaban con salir. Respiró profundo, conteniendo el llanto.
—Ahora solo quiero preocuparme por mi mamá. Después, me preocupo por ti —dijo, cerrando nuevamente los ojos.
No entendía lo que estaba diciendo.
—¿De qué estás hablando?
Ella respiró profundo justo cuando las puertas del elevador se abrieron.
—Nadie hace nada gratis. Sé que esta ayuda me la vas a cobrar.
Salió del ascensor con el rostro resignado y cansado. Caminé rápido para alcanzarla, pero no toqué el tema. Tenía razón. Soy un hombre de negocios y nunca hago nada sin obtener algo a cambio. En mi mente, ella ya era el precio que me iba a cobrar.
Que buena está la novela