Mi Dominante Y Arrogante CEO

Mi Dominante Y Arrogante CEO

Desengaño

Punto de vista de Patricia

A mis dieciocho años recién cumplidos, mi mundo se movía entre la lucha de mi madre contra una enfermedad y mis estudios. Siempre he sido la menor, la de cabello negro y ojos azules, y la más responsable comparada con mi hermana mayor. Mi beca en una de las escuelas más prestigiosas del país, y ahora para la universidad, no eran solo un logro personal, sino mi manera de agradecerle a mi madre por el sacrificio que hizo para sacarnos adelante. Hoy iría a inscribirme a la universidad y, de paso, darles la sorpresa a mi familia y a Richard Meléndez, mi novio, un chico guapo y atlético que conocí en la preparatoria. Llevamos un año de noviazgo y, hasta ahora, todo ha sido perfecto.

Mi hermana Alicia es dos años mayor que yo y tiene la misma edad de Richard. Aunque sus personalidades son totalmente opuestas, ellos no se soportan y cada vez que hemos salido juntos ha sido una batalla campal. Alicia es realmente hermosa: su cabello es castaño, sus ojos son color miel y su tez es clara, aunque no tanto como la mía. Sinceramente, su figura es envidiable. La verdad es que no le hace falta nada para conseguir lo que desea en la vida.

Ese día me encontré con mi mejor amiga, Daniela. Ella es de una familia adinerada, pero a diferencia de los otros chicos ricos que conocía, Daniela era amable y bondadosa. Le gustaba ayudar a los demás y no tenía prejuicios sociales. Esa es la razón por la que era mi mejor amiga. Siempre incondicional, siempre dispuesta a secundarme en mis locuras.

—Por fin llegas, ¿creíste que te esperaría toda la vida? —dijo con una burla amistosa mientras me abrazaba.

—Lo siento, Dani. Es que me quedé ayudando a mi mamá con el desayuno. Sabes que no puede agitarse mucho.

Daniela frunció el ceño. Sabía la razón de mi retraso, pero siempre me reprochaba el hecho de que no fuera la única hija de mi madre.

—Y la princesa Alicia, ya que no hace nada productivo con su vida, ¿por qué no ayuda ella? —preguntó con sarcasmo. Daniela nunca ha soportado a mi hermana.

—Sabes cómo es Alicia, solo piensa en mantenerse hermosa para conseguir un millonario que la saque de pobres —dije riendo de mi propio comentario, mientras entrábamos al recinto universitario.

Cuando terminamos los trámites ya era media mañana. La gestión había sido más rápida de lo previsto, así que le pedí a Daniela que me acompañara a la casa y luego al centro comercial. Quería comprarle un regalo de aniversario a Richard, uno que usaría en la noche, en la que sería nuestra primera vez juntos.

Daniela me acompañó de mala gana. Ella tampoco toleraba a mi novio y me decía que era un hipócrita, que no me merecía. Según ella, en todo un año de noviazgo Richard nunca había ido a mi casa ni me había presentado a su familia. Pero yo estaba tan enamorada que nunca le prestaba atención.

Condujo su Mercedes-Benz rojo de última generación, un regalo que le hicieron sus padres al cumplir los dieciocho. Mientras íbamos al barrio donde vivía, hablamos de nuestros planes a futuro. Para ella era fácil: estudiaría administración y gerencia de empresas para ayudar a su hermano. Yo, por mi parte, estudiaría diseño de modas para conseguir un buen trabajo y ayudar a mi mamá.

—Después de la carrera, mi hermano dice que podré manejar la sucursal de París —comentó con la voz llena de dudas.

—¡Es una excelente idea! Imagínate vivir en París, la casa del glamour y la sofisticación —dije soñando despierta.

—No sé si pueda hacerme cargo de una empresa yo sola. Es decir, no puedo ni con mi vida, ¿cómo podré con algo tan grande? —Su voz sonaba apagada; no se sentía a la altura de su hermano.

—Estoy segura de que podrás con eso y mucho más. Solo ten un poco de fe. Eres muy buena e inteligente, solo confía —la animé.

Llegamos a mi casa después de veinte minutos, mi amiga era muy rápida en la carretera. Siempre que iba con ella, pensaba que moriría joven. Entramos, pero no había rastro de mi mamá. Recordé que saldría con una amiga. Fue un alivio que no estuviera, así no se daría cuenta del dinero que había ahorrado ni preguntaría para qué era.

—Paty, deberías tener cuidado dónde dejas tu ropa interior —comentó Daniela. Su comentario llamó mi atención.

El sujetador que había tomado con una servilleta no era mío. Parecía de Alicia, lo que me extrañó, ya que ella era muy cuidadosa con sus cosas. De repente, unos ruidos inusuales provenían de la habitación de mi hermana. Daniela y yo nos miramos con sorpresa y preocupación. Una voz familiar se escuchó desde adentro.

—¡Guau! Eres estupenda en esto —dijo el hombre en la habitación, con una voz cargada de lujuria.

—He tenido un buen maestro. Ahora, continúa como vas —jadeó la voz de Alicia.

Miré a Daniela, y ambas supimos que la voz era de alguien que conocíamos muy bien. No me quedaría con la duda. A pesar de que Daniela me suplicó que no lo hiciera, abrí la puerta. El horror me invadió. En la cama, dos cuerpos disfrutaban de un momento de placer, sin vergüenza alguna de hacer sus "cochinadas" en casa de mi madre.

Me armé de valor y me planté en la puerta, llamando la atención de mi hermana y de su acompañante.

—¿Qué crees que estás haciendo? —pregunté furiosa.

El sujeto sobre Alicia, a quien no le había visto la cara hasta ese momento, me miró petrificado. En ese instante, me llevé el mayor desengaño de mi vida: ese hombre no era otro que Richard, mi novio.

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