LA FARSANTE

El frío de Berlín se cuela por los cristales de la suite del hotel, Roberto acaba de cerrar un acuerdo estratégico para la expansión de su marca de joyería en el mercado alemán, un paso más para consolidar su presencia en Europa.

Ha pasado cuatro (4) días en intensas reuniones con distribuidores de lujo, analistas de mercado y potenciales socios minoristas, asegurando ubicaciones claves para sus nuevas tiendas en Münich y Hamburgo. En otras circunstancias, estaría celebrando con euforia su éxito; sin embargo, él apenas puede concentrarse en Katherine, con su cabello rubio impecablemente peinado y sus ojos azules, inteligente, ambiciosa, y siempre un paso adelante en las conversaciones de negocios o de alta sociedad. Se conocieron en una gala benéfica en Nueva York y, desde entonces, han mantenido una relación cómoda y mutuamente beneficiosa, sin ataduras, sin grandes dramas, únicamente la compañía de dos personas exitosas que se entienden; pero algo ha cambiado.

La rubia se acerca a él en el balcón, desliza su mano de forma sugerente por el brazo de Roberto y la cercanía de su cuerpo, que antes era tan familiar y deseada, ahora le parece ajena.

—Lo lograste, Roberto —susurra con voz sensual —otra victoria más para mi sexi rey Midas; te felicito, la expansión en Alemania es un golpe maestro.

Él asiente, la ve inclinarse, con los labios entreabiertos, invitándolo a un beso que él no puede corresponder con la misma pasión de antes y ella lo nota.

—Estoy cansado, Katherine —murmura, apartando suavemente su mano, con una excusa que se siente tan vacía como su deseo— han sido unos dias muy intensos con las negociaciones.

La mujer lo mira, y por un instante, el exitoso hombre de negocios cree ver una sombra de decepción en sus ojos, o quizás confusión.

—¿Conociste a alguien?— pregunta alejándose de él pero sin quitarle la mirada de encima.

—¿A qué te refieres?— responde con una interrogante.

—Has cambiado, nuestra conexión se ha roto— contesta la mujer.

—En verdad, no he conocido a nadie— dice mientras como un flash llega a su mente la imagen de aquella mujer.

—No tienes que mentirme— le dice —te conozco bien, siento que la atracción que sentías por mí se ha desvanecido, pero no te preocupes, yo estoy clara en nuestra relación, pero si quieres que sea más clara— camina hacia el borde del balcón —es como si tú cuerpo estuviera aquí pero no tu mente, así que, mientras aclaras tus ideas, cada quien por su lado, yo merezco un hombre que cuando me haga suya solo piense en mí y no que esté dentro de mí con el pensamiento en otra parte— habla como si del rompimiento amistoso de una sociedad se tratara.

Roberto no aparta la mirada, aprieta sus labios en una línea fina, como muestra de que no va a responder; antes, la habría envuelto en sus brazos, no sólo por deseo, sino por la facilidad de la costumbre, pero ahora, siente una culpa extraña, como si estuviera traicionando algo que aún no puede nombrar.

El tema no se volvió a tocar en el resto de la noche, el empresario se da cuenta de que su viaje de negocios no solo había sido exitoso en lo profesional, sino que había actuado como un catalizador, revelando una verdad incómoda, y es que esa mujer, cuyo nombre ni siquiera conoce, irrumpió en su vida de una forma que ni Katherine, con todos sus encantos, puede contrarrestar.

Mañana, volarán de regreso a Nueva York. Él, a la mansión familiar, al reencuentro con sus padres y Renzo. Y, sin saberlo, al encuentro con la chica que había desestabilizado su mundo sin siquiera pronunciar una palabra...

Dinorah llega una vez más a casa de la familia Costa, en estos días su visita ha sido bastante frecuente, pues Elena le ha tomado especial cariño. Se encuentran en el salón, con un sobrio pero elegante vestido color esmeralda, nuevamente interpretando el papel de Laura Villamizar, la prometida perfecta del escurridizo Renzo, y la tensión comienza a pasarle factura. Ha estado practicado su sonrisa, sus respuestas, incluso el brillo de sus ojos, pero cada mirada, cada pregunta sobre su inexistente pasado, es una mina terrestre que amenaza con hacer estallar la farsa.

Renzo, a su lado, es su ancla y su prisión, susurrando bromas al oído, manteniendo una mano en su cintura o sobre sus hombros, con una familiaridad que le revuelve el estómago, pero necesita el dinero desesperadamente y esa es la razón por la que accedió a esta locura que se ha convertido en una roca cada vez más pesada en su conciencia; sin embargo, no tiene otra salida; por eso, sonrie, asiente y se deja llevar por el guion de su falso prometido, un guion que se siente cada vez más real y peligroso.

De repente, las cabezas se giran hacia la entrada, el chico a su lado, endereza su postura. "Llegó el hermano mayor", piensa ella, sintiendo un escalofrío, alguien más a quien engañar; entonces lo ve y su cuerpo se estremece.

Roberto, ese es el nombre del hombre que le había dejado una extraña sensación en el pecho, sus ojos se encuentran nuevamente y miles de mariposas revolotean en su estómago. La sonrisa ensayada para la ocasión, se desvanece, ve una chispa de sorpresa en los ojos de él, y luego, algo más profundo, una conexión innegable que la asusta. Él, el hombre de las miradas intensas, el que la había hecho sentir algo sin siquiera conocerla, estaba allí, a pocos metros. Y Renzo estaba a su lado, envolviéndola con su brazo.

—Roberto, por fin te presento a Laura Villamizar, mi prometida— dice Renzo luego de saludar su hermano con un abrazo, se siente como una puñalada; ella ve la expresión del recién llegado transformarse, primero una expresión de confusión, luego de incredulidad, y finalmente, sus facciones se endurecen.

Extiende la mano, mientras su mente corre a mil por hora. "Actúa normal, Dinorah, normal", se dice mentalmente.

—Mucho gusto, Roberto, todos me han hablado mucho de ti— Su voz se escucha suave, melódica, un poco distante, tal como había practicado para sonar como una mujer sofisticada, pero no contó con que el breve contacto de sus manos fuera suficiente para que sus dedos temblaran.

Puede sentir la fuerza en el apretón de él, y una oleada de familiaridad que no debería existir; en tanto, en los ojos de Roberto, por un instante, le parece ver decepción.

La noche apenas comienza, y para Dinorah, cada segundo que pasa en la Mansión Costa es un desafío, sintiendo que la persona que por primera vez le hace sentir mariposas, resultó ser el hermano del hombre, al que debe fingir amar...