Cristóbal Devereaux, un billonario arrogante. Qué está a punto de casarse.
Imagínatelo. De porte impecable, a sus 35 años, está acostumbrado a tener el control de cualquier situación. Rodeado de lujos en cada aspecto de su vida.
Pero los acontecimientos que está a punto de vivir, lo harán dar un giro de 180 grados en su vida. Volviéndose un hombre más arrogante, solitario de corazón frío. Olvidándose de su vida social, durante varios años.
Pero la vida le tiene preparado varios acontecimientos, donde tendrá que aprender a distinguir el verdadero amor. Y darse la oportunidad de amar libremente.
Acompañame en está nueva obra esperando sea de su agrado.
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por fin despiertas
Después de un año, postrada en esa cama Lucía sintió como si emergiera de un océano oscuro y profundo. No había sueños, no había recuerdos recientes solo una sensación de vacío antes de que el mundo comenzara a cobrar forma de nuevo.
Sus párpados pesaban como plomo, su cuerpo se sentía extraño, y su garganta estaba seca, como su no hubiera vivido en siglos. Intento mover los dedos y sintió un leve hormigueo en la mano. Su respiración se tornó irregular cuando un sonido comenzó a invadir su mente: el constante pitido de una maquina. Lucía murmuró con voz ronca como si no hubiera hablado en años.
-- ¿Dónde estoy? --
Con esfuerzo, logro abrir los ojos. La luz fluorescente del techo la cegó momentáneamente, haciéndola parpadear varias veces hasta que sus pupilas se adaptaron. A su alrededor, la habitación era desconocido, con paredes en color barroco, le pareció un lugar desconocido, pero lo que más llevo la atención, el monitor junto a su cama que registraba su ritmo cardíaco.
El corazón de Lucía comenzó a latir con fuerza. ¿qué estaba pasando? ¿cuánto tiempo había estado allí? intentó recordar, pero su mente era un torbellino de imágenes borrosas. un accidente... Sí algo así. recordaba al cruzar una calle, un auto demasiado rápido, un golpe. Luego, nada.
Antes de que pudiera procesarlo completamente, una voz femenina exclamo con sorpresa.
-- ¡Despertaste! --
Enseguida Cristóbal hizo pasar a otras enfermeras, y salio. Lucía giró lentamente, vio a una de las enfermeras con los ojos abierto de par en par la mujer precio no un botón en la pared y en cuestión de segundos, dos médicos entraron apresurados en la habitación.
-- Señorita, ¿puede escucharnos? -- Pregunto uno de los doctores mientras revisaba el monitor. --
Lucia intentó hablar, pero su garganta estaba demasiado seca. Apenas logro emitir un sonido ronco.
-- Tranquila, no intentes esforzarte. -- dijo el otro médico mientras la enfermera le ofrecía un vaso de agua con una pajilla. Lucía bebió con dificultad, sintiendo el líquido refrescante aliviar su garganta.
-- ¿Dónde.. Estoy? -- logró susurrar con voz rasposa.
Los médicos intercambiaron miradas antes de que uno de ellos respondiera con tono cuidadoso.
-- Debemos llevarte a la clínica. Has estado en coma por más de una año, te aremos varios estudios y después podrás preguntar todo lo que quieras. --
-- ¿Un año? --
Su respiración se aceleró y su corazón comenzó a latir con fuerza. Su mente trató de encontrar algún recurso reciente, algo que le explicara que le había pasado.
¿Qué fue lo último que recuerdo?
Fragmentos borrosos inundaron su cabeza. Unas luces cegadoras, un golpe, un grito. Luego, oscuridad.
-- ¿Qué.. Me paso? -- preguntó, con voz aún temblorosa.
Uno de los médicos suspiró le dedico una mirada comprensiva.
-- Tuviste un accidente automovilístico grave. Fuiste atropellada. --
Lucia sintió un escalofrío recorrer su columna.
-- ¿Por quién? --
Pero Lucía intento levantarse, pero sus piernas no le respondieron el médico de inmediato, la sujeto.
-- No señora, por el momento no puede hacer movimientos bruscos. --
-- ¿por qué, acaso me sucede algo doctor? -- ¿Por qué no tengo movimientos en mis piernas? -- Donde esta mi madre, quiero verla.
Pero antes de que Lucía pudiera procesar todo lo que le había pasado, la puerta se abrió de golpe y alguien más entró. Un hombre. Alto, de presencia imponente, vestido con traje negro impecable que parecía hecho su medida. Su rostro era duro, con mandíbula cincelada, sus ojos oscuros que irradiaban una frialdad absoluta. Camino hacia ella con calma, si una pizca de emoción, ni expresión en rostro.
-- Por fin despiertas. --
La voz grave y firme del desconocido la sobresaltó. era el tipo de tono que no pedía explicaciones ni daba espacio, para objeciones. Lucía lo miró con confusión. y de la misma manera en que él le habló y ella le respondió. -- ¿Qué haces aquí?
Pero Lucía lo reconoció de inmediato era su ex jefe. Cristóbal alzó una ceja, casi con incredulidad. -- Tu esposo. --
El mundo se detuvo por un momento, Lucía trató de asimilar lo que había escuchado o ese hombre le estaba jugando una broma. -- ¿qué es lo que acaba a usted de decir? --
Cristóbal se cruzó de brazos, Cómo si la situación no fuera nada, fuera de lo común. -- Mos casamos hace un año. --
El silencio que siguió fue ensordecedor. El corazón de Lucía se aceleró, y una sensación de vértigo la invadió. -- No puede ser posible... yo... jamás me casaría con usted. --
Cristóbal la observo con paciencia, como si hubiera esperado exactamente esa reacción. -- ¿Qué recuerdas? --
Pero Lucía no le respondió era incapaz de procesar lo que estaba escuchando el médico intervino con cautela. -- Puede que tenga amnesia postraumática es común en casos como el suyo. Es posible que los recuerdos regresen con el tiempo. --
Lucía sintió náuseas. Su mente trataba de encajar las piezas, pero nada tenía sentido. ¿Cómo era posible que ahora estuviera casada con ese hombre. Cristóbal dió un suspiro con impaciencia. -- Soy Cristóbal Devereaux. Empresario, dueño de las compañías más poderosas del mundo. Nos casamos poco después de tu accidente.
Lucía sintió que le daba vueltas la cabeza, pues no entendía. Cómo había terminado casada con su ex jefe, así que no se hizo esperar más, para preguntarle. -- No necesitas presentarte conmigo sé quién eres. Eres mi ex jefe, el que me despidió sin darme la oportunidad de explicarle. --
Cristóbal la miró, y por primera vez, algo parecido a la incomodidad cruzó por su rostro. Lucía intentó entender cómo es que había llegado a esto. ¿Qué clase de relación tenía él con el accidente? nada tenía sentido. -- No lo entiendo. --
Cristóbal se acercó un poco más apoyando una mano en el borde de la cama. -- No tienes que entender nada ahora. Lo importante es que estás despierta. Te recuperarás, y después hablaremos.
Lucía sintió un escalofrío. todo lo que ese hombre gritaba control, autoridad. Su frialdad la inquietaba, y su falta de emociones la hacía sentir aún más vulnerable. -- Si es verdad lo que dice, que estamos casados. Me quiero divorciar. --
Los ojos de Cristóbal brillaron con algo parecido a la diversión pero sin calidez, al escuchar lo que su Lucía le acababa de decir, con toda seriedad y sin la más remota expresión en su rostro le respondió. -- por ahora tienes mi apellido. me perteneces. --
La declaración de Cristóbal la dejó sin aliento, que solo pudo responderle. -- No soy propiedad de nadie. --