Diana Quintana, una mujer con el Corazón De Hielo. su historia inicia cuando descubre que su prometido le es infiel, tenían un hijo, pero el pequeño muere en un accidente, en el cual estuvo involucrado el padre del niño, y Dante Linares. hecho que la marcó y le cambió la vida.
Dante, es influenciado para que acabe con Diana. Para lograrlo, es obligado a casarse con ella, ahí comienza una lucha de poderes, con sombras del pasado que los atormenta. ¿Será qué algún día esas sombras desaparezcan?
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De luto.
Por supuesto que eso a ti te hace muy feliz. Jazmín es tu amor platónico —añadió Diana al cerrar su computador—. Vamos a comer algo, hoy solo probé un café con un bocadillo y me muero de hambre.
Ambos salieron rumbo al restaurante del Hotel Paraíso, el más lujoso de la ciudad, acreditado con estrellas Michelin que lo posicionan como el mejor. Diana no necesita reservación: siempre que llega, su mesa está disponible.
Ese día les sirvieron el mejor vino, acompañado de langosta como entremés.
—Amiga… mira detrás de ti —dijo Boris, abriendo los ojos de par en par.
Catalina entraba del brazo de un hombre de unos sesenta años.
—Esa perra arribista… —susurró Boris—. Ese hombre es Marcos, se dice que hace poco estuvo en Dubái haciendo grandes inversiones.
—No me extrañaría. El día de su presentación no tuve tiempo de decirle unas cuantas verdades —respondió Diana, recordando que Catalina se salvó solo porque su madre la sacó del país antes de que pudiera destrozarla.
—Déjala… por ahora no le haré nada. Pero, ¿te imaginas? ¡Qué asco! ¿Cómo puede revolcarse con ese viejito? Además, es uno de los mayores fumadores de puro habano. darle un beso... Diana arrugó la cara, sintió náuseas por lo que dijo.
—El recargo, mi reina. Esa mujer no tiene vergüenza. ¿Te imaginas lo que tuvo que hacer para comprar ese vestido? —añadió Boris con sarcasmo.
Catalina fue parte del manjar visual que se sirvieron esa noche. Y no solo eso, dio motivos: cuando Diana se levantó al tocador, Catalina la vio… y agachó la cabeza. ¿Se escondía? ¿De qué huía?
Al terminar, Boris la llevó de regreso a la mansión y se despidió con un abrazo. Son como hermanos. Su amistad, nacida en el jardín de infantes, lleva más de veinte años siendo vital para ambos.
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Esa noche, Arturo la esperaba en el sofá. Al verla entrar, la recriminó de inmediato:
—¿Sabes lo que has hecho, Diana? Contéstame con la verdad o me veré obligado a actuar. Sabes que el doctor me prohíbe emociones fuertes y estrés, pero esto es demasiado.
—¿Me estuviste espiando? ¿Esa es la confianza que dices tenerme? —intuyó Diana que su padre sabía lo de las acciones.
—Por supuesto que lo hice. Hoy recibí la notificación de que las acciones se desplomaron. Diana, esto no está bien y lo sabes bien.
—Papá, ya lo manejé. Inyecté capital —dijo ella con tono de victoria, sin imaginar el error que estaba cometiendo.
—¿Qué hiciste? —la voz de Arturo se elevó, preocupado—. ¡Nunca, escucha bien, nunca debes hacer eso el mismo día que las acciones caen! Debes esperar al menos 24 horas. Nada te asegura que sigan igual.
Diana abrió los ojos, impactada. Su padre tenía razón. Se precipitó.
—Dudo que las acciones vuelvan a caer… ni que alguien esté detrás de esto —dijo, aunque no lo sabía: sí había alguien interviniendo.
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Dante, en su habitación, miraba ceñido la caída de los números.
—Vamos, vuelve a hacer esa estupidez y me harás el trabajo mucho más fácil —murmuró.
El joven solo llevaba puesta una pantaloneta. Y sin preocuparse por más, caminó frente al espejo, y admiraba su cuerpo trabajado.
—Me veo muy bien. Soy guapo y tengo un cuerpo irresistible —dijo sin modestia. Cuando se trata de su físico, él es su propio fan número uno. ¿Alguna vez alguien logrará ponerlo en su lugar? ¿Alguien capaz de rechazarlo como nunca nadie lo ha hecho?
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De vuelta en la mansión, Arturo aún no terminaba.
Se puso de pie, caminando con las manos detrás de la espalda:
—Diana, ya no voy a tolerar más tu comportamiento. Ese hombre, ahí arriba, es lo que más me preocupa. Es mi deber poner un alto a tus incoherencias. Voy a tomar una decisión, y esta vez seré firme. No hay vuelta atrás.
—¿De qué hablas, padre? Me tienes llena de incertidumbre.
—Serás la esposa de Dante Linares. Hoy vino su abuela a verme. Ella también desea esta unión.
—¡Ni loca, papá! Por favor, reconsidera esto. ¡No me puedes obligar!
Diana usó su tono meloso, ese con el que siempre ablandaba a su padre. Pero Arturo frunció el ceño.
—¿Quieres que llame a Lauro?
—Ni se te ocurra. Papá, Lauro está bien allá donde está. ¡Déjalo fuera de esto! Sabes bien que mi hermano huye a las responsabilidades, prefiero echarme la carga encima.
Su tono cambió por completo.
—Entonces no tienes opción. Dejarás a Cristóbal en paz y te unirás en matrimonio con Dante. O de lo contrario, me veré en la obligación de llamar a tu hermano y que Dios nos agarre confesados.
—Papá, no me puedes pedir eso. ¡Cristóbal merece sufrir! Mi hijo no merecía ese destino. Y sobre el matrimonio… lo voy a pensar. Pero no esperes que lo ame. Si acepto, caerá sobre ti toda mi miseria. Nunca podré ser feliz a su lado. Me vas a condenar.
¿Será que Diana presiente lo que se avecina?
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Al día siguiente, las acciones volvieron a caer.
—¿Qué sucede? Dios, déjame ver dónde está el problema. No le hemos fallado a nadie, ningún proyecto tiene errores. No entiendo por qué pasa esto.
La desesperación crecía. Su compañía comenzaba a perder clientela. Nadie quería asociarse con una empresa que parecía destinada al fracaso.
La situación fue tan extrema que, con discreción, se vio obligada a poner el hotel en venta.
Lotería. Dante celebró cuando el Grupo Linares lo adquirió.
Pero no solo eso: ahora estaba frente al altar, esperando a su futura esposa.
Ella llegó en una limusina y cuando se abrieron las puertas, todos quedaron perplejos.
El vestido era único, inigualable… pero su color era negro. El velo negro como la noche, sus guantes y zapatillas, todo encajaba perfectamente, y ni que decir de su maquillaje, solo le faltó conseguir una base de ese color, pero si lo hubiera hecho, en definitiva, lo hubiera usado.
¿Quién en su sano juicio se casa de negro?
Solo una mujer que no siente nada. Que camina por la alfombra roja y le dice a su padre:
—Hoy es el peor día de mi vida después de la muerte de mi hijo. Que esto pese en tu consciencia, porque jamás te lo voy a perdonar. Me condenas papá. Mi corazón ha vuelto a estar de luto…