Las Páginas Del Destino

ryker: "Vamos, chicos, déjense de juegos y a entrenar", nos reprendió el señor Ryker con su voz autoritaria, su mirada fija en nosotros. Con Michael, intercambiamos una mirada cómplice antes de ponernos en nuestras posiciones, listos para lo que viniera.

Indira: "Espero que no te contengas", le dije divertida, intentando mantener un tono ligero a pesar de la seriedad del entrenamiento.

Michael: "Nunca lo hago", respondió Michael con una sonrisa torcida, y la chispa de competición ya brillaba en sus ojos.

Después de un intenso entrenamiento que me dejó agotada, decidí darme un baño relajante. Sumergirme en el agua caliente era como un pequeño lujo que me permitía desconectar del mundo exterior. Mientras disfrutaba del momento, me pregunté qué vestido ponerme para la cena de esa noche. Finalmente, elegí uno sencillo pero hermoso, con un toque que lo hacía especial.

*¡Toc, toc!*

Indira: "¡Pase!", dije tranquila.

cristal: "Mi señorita... ¡Oh! Pero qué hermosa está. Cada día está más deslumbrante", dijo Cristal, entrando con una sonrisa radiante y mirándome con cariño. Su entusiasmo era contagioso y me hizo sonreír aún más.

Indira: "Jaja, gracias Cristal. Tú también eres bastante linda. ¿Acaso hay algún pretendiente babeando por allí?", le pregunté con picardía, disfrutando del leve rubor que se apoderó de sus mejillas.

Ella se sonrojó aún más y apartó la mirada apenada. "Pero qué cosas dice mi señorita", murmuró, tratando de ocultar su vergüenza mientras sus ojos brillaban con una mezcla de sorpresa y alegría.

Indira: "Vamos, no te hagas la modesta", respondí riendo. "Si alguien no se ha dado cuenta de lo increíble que eres, es que están ciegos."

Cristal soltó una risita nerviosa antes de cambiar rápidamente de tema.

Cristal:"¿le gustaría que le ayudara a peinarse para esta noche? Podría hacer algo especial."

Me encantó la idea. "Claro, ¡sería genial! Quiero lucir bien", le respondí mientras me levantaba del baño con una toalla envuelta alrededor de mí.

Mientras Cristal comenzaba a trabajar en mi cabello, me di cuenta de lo afortunada que era por tenerla a mi lado. En este mundo lleno de desafíos y responsabilidades.

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Ya había cenado y, para mi sorpresa, me encontraba un poco aburrida. La noche se extendía ante mí, vacía de planes interesantes. "¿Qué mejor idea que ir a visitar a mi hermanita?", pensé con una sonrisa traviesa.

Caminé por el largo pasillo, y con un susurro de magia, me aseguré de que no me vieran. Me deslicé entre las sombras, un fantasma invisible, hasta llegar a su celda. La encontré allí, absorta, mirando por la ventana como si el mundo exterior fuera su única esperanza.

Indira: "Hola, hermanita", le dije, mi voz teñida de una falsa dulzura. "He venido a visitarte, ya que tu madre no lo hizo." Me acerqué con una sonrisa, disfrutando de la sorpresa en su rostro.

Ella se sobresaltó, levantándose bruscamente de su asiento. Sus ojos, antes perdidos en la distancia, ahora me fulminaban con una mezcla de incredulidad y furia.

Sofia: "¿Tú? ¿Qué demonios haces aquí?", me espetó, su voz cargada de un resentimiento profundo.

Indira: "Ooh, solo pasaba a ver cómo estabas", respondí con una calma fingida, mi mirada recorriendo el lugar. Era bastante sencillo, despojado de cualquier lujo, un claro contraste con los salones a los que ambas estábamos acostumbradas. "Veo que no te han dado muchas comodidades."

Sofía se cruzó de brazos, su expresión endureciéndose.

Sofia: "No necesito tus lástimas, ni tus visitas. Lárgate."

Indira: "Uy, qué resentida", comenté, ladeando la cabeza. "Pero, ¿no es una pena? Pensé que quizás querrías saber qué está pasando afuera. El ducado sigue en pie, ¿sabes? Y tu ausencia... bueno, no ha sido tan catastrófica como podrías pensar."

Sus ojos se clavaron en los míos, una chispa de algo parecido al dolor cruzando su rostro antes de que lo volviera a ocultar tras una máscara de indiferencia. "No me importa."

Indira: "Eso dices tú", repliqué, acercándome un poco más. "Pero sé que te importa. Sé que te carcome la duda, la incertidumbre. Y es un sentimiento bastante desagradable, ¿verdad?" Me detuve justo delante de ella, disfrutando de su incomodidad. "Quizás si hubieras pensado un poco más antes de actuar..."

Sofia: "Cierra la boca", siseó Sofía, su cuerpo tenso como una cuerda a punto de romperse.

Indira: "O quizás no", continué, mi sonrisa ampliándose. "Porque cada vez que te veo así, tan impotente, me recuerda lo fácil que es tener el control. Y eso, querida hermanita, es un placer que no cambio por nada." 

Me acerqué a ella, mi sonrisa maliciosa amplificándose ante la visible perturbación en su rostro.

Indira: "Las niñas del Imperio hablan mucho de ti, ¿sabes?", le dije, mi voz teñida de una falsa compasión que contrastaba con el veneno en mis palabras. "Algunas dicen que eres una buena para nada, otras que eres una tonta, una bastarda sin padre... y muchas cosas más. Eres la burla de la sociedad, al igual que tu miserable madre." Mis ojos se fijaron en los suyos, disfrutando de cada destello de dolor que reflejaban.

La expresión de Sofía se contrajo, su rostro pálido volviéndose aún más lívido. Por un momento, pareció paralizada por la crudeza de mis palabras, la verdad desnuda y cruel que intentaba ocultar.

Sofia: "Eso es mentira", siseó, su voz temblando de rabia. "Eso no puede ser. ¡Tú estás mintiendo!"

Sus ojos se nublaron de furia, y antes de que pudiera reaccionar, se lanzó sobre mí. Quería saltar sobre mí otra vez, su cuerpo tenso y preparado para el ataque. Pero esta vez, eso no estaba en mis planes.

Con una agilidad que ella no esperaba, esquivé su embestida. Mi mano se disparó, no para golpearla, sino para agarrar su muñeca con firmeza. Sentí la fuerza de su desesperación en su intento de liberarse, pero mi agarre era inquebrantable.

Indira: "Oh, hermanita", musité, mi voz ahora baja y amenazante, muy cerca de su oído. "Pensaste que te dejaría hacer lo que quisieras, ¿verdad? Pensaste que podrías atacarme impunemente." La acerqué un poco más, obligándola a mirarme a los ojos, donde ahora solo había desprecio. "Pero el mundo ha cambiado. Y tú, querida Sofía, estás en el fondo del pozo. Aquí abajo, tus rabietas solo te hacen parecer más patética."

La apreté un poco más, sintiendo cómo la resistencia de sus músculos cedía ante la inevitabilidad de su situación. Su respiración se volvió errática, y pude ver el pánico comenzando a reemplazar la furia en sus ojos.

Indira: "¿Sabes qué es lo peor?", continué, mi sonrisa volviendo a desplegarse, esta vez con un filo más peligroso. "Es que no hay nadie aquí para escucharte gritar. Nadie que te defienda. Solo tú, y tus lamentos en esta jaula que te has ganado."

La solté bruscamente, haciendo que tropezara hacia atrás y cayera al suelo con un gemido ahogado. Me quedé observándola, disfrutando del espectáculo de su humillación, sintiendo una satisfacción helada recorrer mi cuerpo.

Indira: "Piensa en mis palabras, hermanita", dije, dándome la vuelta para irme. "Porque son la única verdad que podrás escuchar en mucho tiempo."