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Redención Nuestra

Redención Nuestra

Status: En proceso
Genre:Romance / Posesivo / Oficina / Malentendidos / Romance de oficina / Mujer despreciada
Popularitas:366
Nilai: 5
nombre de autor: Koh

Rose estaba decepcionada del sentimiento llamado amor y por mucho tiempo no creyó en el ni lo buscó hasta que se involucró con él.

Silvain James es un hombre de una familia rica y poderosa pero que tenía más suciedad que el desagüe de la ciudad. Tampoco creía en el amor hasta que se involucró con ella.

Ambos terminaron casándose bajo las condiciones y amenazas del abuelo de Silvain. Juntos tienen que lidiar con la familia James y sus intrigas por la herencia de la compañía y riqueza que dejaba en vida el patriarca de la familia.

Entre sus días de casados y evitando los esquemas de esas personas, surge un secreto que podría causar grandes controversias y el fin del amor entre Rose y Silvain.

NovelToon tiene autorización de Koh para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 9

-Yo no miento – George volvió a tomar otro sorbo de té – Realmente espero ver buenos resultados.

-No pudieron elevar las ventas en los tres años anteriores, que te hace pensar que esta vez sí.

-No espero mucho, pero quiero que se ganen su propio lugar. No estaré aquí para siempre para velar por ellos.

Silvain dejó escapar un bufido.

-Los tíos son ambiciosos, ¿crees que se quedarán de brazos cruzados?

-Si se ponen en tu camino, solo quítalos.

-Me has puesto a limpiar.

El anciano ya no respondió, pero en parte esa era la verdad. Quería salvar a sus nietos, porque sus hijos ya habían hecho mucho para perjudicar la empresa. No tenían más ambiciones que el dinero fácil, y eso no podía seguir. George había luchado mucho y había pagado demasiado por hacer crecer la empresa. No podía permitir que sus propios estúpidos hijos, derribaran su trabajo arduo.

-En todo caso abuelo, no quiero tu empresa. Después de depurar a los tíos, entrégaselo a uno de esos tres.

-No haré tal cosa – el anciano pensó en algo pero no podía expresarlo – En todo caso, ustedes deben hacerse cargo.

Rose frunció el ceño. Aunque George había dicho que saldaría su deuda con permanecer en el matrimonio por un año, sus palabras sonaban como si ella permanecería casada con Silvain.

-Abuelo, sabes que dentro de un año nos divorciaremos.

Antes las palabras de Rose, Silvain la miró enojado. No eran un matrimonio real, ni se amaban, pero escuchar que tan apresurada estaba de deshacerse de él lo estaba cabreando a sobremanera.

-Hija, en un año todo podría cambiar.

Rose quería decir que sus objetivos no cambiarían, pero fue interrumpida por Silvain.

-Es hora de irnos – se puso de pie, tomó el brazo de Rose y la obligó a ponerse de pie – Nos veremos otro día.

Sin decir más, casi arrastró a la mujer hasta la salida, mientras que el anciano sonrió divertido de las ocurrencias de Silvain. Pronto sintió un dolor de cabeza y le pidió al sirviente que lo ayudara a subir a su habitación.

Rose estaba confundida y enojada por el trato algo agresivo de Silvain y se zafó de su agarre de un tirón.

-Puedo caminar sola, gracias.

Se alisó la falda del vestido y caminó hacia el coche que los esperaba. Silvain apretó los dientes y la siguió al coche, donde el silencio se volvió pesado. Rose miró por la ventana mientras que Silvain no dejaba de acomodarse la odiosa corbata del cuello, al final se la terminó quitando con enojo, casi arrancándosela. Puso el cristal divisor del coche y jaló a la mujer hacia él. Rose luchó molesta de la actitud pedante del hombre.

-Cálmate – murmuró Silvain en su oído, estremeciendo su cuerpo, recriminándose en su mente ante esa reacción – No tienes por qué actuar agresiva.

-Eres tú quien debe calmarse. Sacarme a rastras del lugar… soy tu esposa, no tu maldita mascota.

Silvain sonrió con sarcasmo, pero no por ella sino por él mismo. Era un imbécil si no podía comprender bien por qué se ponía irritable estando con esa mujer y se sintió un poco miserable al descubrir su propia mente. Enojado consigo mismo, y con la mujer que había logrado desarmarlo primero, la aprisionó en el coche con su cuerpo, donde la besó con furia no disimulada.

Rose golpeó su pecho, no queriendo ser tratada con grosería, pero estúpida ella, estúpido su cuerpo, terminó sucumbiendo a su beso demandante y agresivo. Sin embargo, su beso se interrumpió con la llegada a su residencia. Silvain no quería parar, no obstante, podía continuar en la comodidad de su habitación, así que, con prisa bajó del coche sin despedirse del conductor y arrastró a la mujer hasta su cuarto. Rose protestó pero fue alzada como un saco en los hombros del hombre y la llevó directo a la habitación de él, donde fue arrojada a la cama.

-¡Silvain, bruto! – intentó levantarse pero fue aprisionada de nuevo por el hombre – ¡Qué crees que haces!

-¿Qué más? Hacer el amor con mi esposa.

Rose frunció el ceño, y abrió la boca dispuesta a mandarlo al diablo cuando sintió el empujón de la cadera de él entre sus piernas. Aun con la ropa puesta sintió el miembro duro de él, restregarse en su intimidad. Jadeó ante la sensación y se sintió avergonzada de ser tan sensible a solo ese roce.

-Quítate – lo empujó, pero su fuerza era más bien como una invitación – Silvain…

Pero la respuesta fue el beso demandante de él, desarmándola, recostándose, dejándolo saquear su boca. Pronto, él le bajó el escote del vestido junto con el sostén hasta dejar al descubierto sus senos, los cuales saboreó con sus labios y lengua húmeda; ella sin ser consiente, subió sus manos a la cabeza de él, acariciando su cabellera rubia, instándolo a seguir atendiendo sus pechos, dejando escapar gemidos.

No terminaron hasta ya casi la cena.

***

Los sirvientes vieron llegar a los señores a la casa, y cómo el señor se cargó a su esposa, llevándola como si fuera un troglodita. Estaban un poco preocupados, no querían presenciar violencia alguna, pero cuando la sirvienta de limpieza, Paola, tuvo el valor de acercarse a la habitación de los señores, escuchó ruidos y gemidos tan sugerentes, que todo el rostro de Paola se enrojeció. Así que, acalorada por los ruidos, bajó las escaleras como huyendo. Sarah, la cocinera se acercó a la muchacha y le preguntó, pero viendo el rostro como tomate de la chica, adivinó lo que sucedía y solo sonrió con picardía y alivio. Al menos no era lo que temían.

En cambio Johan sintió pánico y remordimiento ante los encuentros de los señores. Las náuseas subieron por su estómago, pero se tragó las ganas de vomitar y se escabulló a su habitación, intentando tranquilizarse. Debería apresurarse en acercarse a la señorita Rose, no podía seguir permitiendo esta relación tan pecaminosa.

...****************...

La escena para adultos la pueden encontrar en el grupo privado "Erika Koh escritora", contesta las preguntas de seguridad y disfruta.

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