"UN AMOR PROHIBIDO QUE NO MUERE
Kostas conoce a Athina, la hijastra de su hermana, en una boda. Es amor a primera vista, pero la edad y la relación familiar lo convierten en un tabú.
Cinco años después, Athina es secuestrada y Kostas se convierte en su héroe. El amor sigue vivo, pero el pasado y los prejuicios amenazan con separarlos.
¿Podrán superar las barreras y luchar por su amor?
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Capítulo Ocho
Athina se puso un vestido sencillo para ir a cenar con su papá. Alondra no podía ir con ellos, pues debía guardar reposo; solo los acompañó Constantin. Athina cada rato revisaba su celular y miraba hacia la puerta del restaurante, queriendo que Kostas le pusiera un mensaje o llegara de improviso a la cena, pero ni lo uno ni lo otro.
En la mañana, Kostas le dejó un escueto mensaje de cumpleaños. Pero no recibió alguna respuesta a la contestación que ella le dio a su felicitación.
La cena transcurrió sin ninguna emoción por parte de Athina. Luego regresaron a la mansión, llevando la cena de Alondra de ese mismo restaurante.
Ya en la mansión, Athina se preparó para ir con Constantin a bailar. Era un hecho que Kostas no cumplió con su deseo de cumpleaños, y eso tenía a Athina muy triste. De nada valieron sus vagas insinuaciones; sintió que debió ser más directa. Pero si no sirvió su papel de chica inocente, siendo una lanzada menos su correcto tío Kostas se iba a fijar en ella.
¿Ahora qué iba a hacer? ¿Olvidarse de su tío Kostas? ¿Seguir con el plan?
El tiempo se le agotaba y debía tomar una decisión. Su futuro dependía de lo que pasara esta noche; debe de seguir su plan de ir a Inglaterra a estudiar en la mejor universidad donde ya había sido admitida gracias a sus altas calificaciones y el haber pasado sin problema el examen de admisión. Era una sorpresa que le tenía a su padre para el día de su graduación.
Mañana tomará una decisión; esta noche es para disfrutar.
Kostas decidió a última hora ir a Atenas. No sabía si iba a llegar a tiempo para cumplir la promesa que le hizo a Athina de llevarla a una Barakia a bailar, pero en su egoísta pensar, no quería que fuera su sobrino Constantin el que tuviera ese honor y mucho menos si su adorado tormento iba a ir con ese minivestido que no deja nada a la imaginación.
Eran las diez de la noche cuando su jet privado llegó al hangar del aeropuerto internacional de Atenas. Catorce horas de viaje se llevó Kostas para llegar a su destino; estaba tan ansioso por llegar lo más pronto posible que se tomó una botella de ouzo, bebida típica de Grecia y que es la preferida de Kostas.
Cuando bajó del jet, la brisa del Egeo lo golpeó y se sintió un poco achispado. Ya en su camioneta, llamó a su sobrino, pero este no contestó. Necesitaba saber a qué sitio había ido con Athina, así que llamó al jefe de sus custodios para que le diera esta información.
—Llévame a la discoteca Lohan —le pide a su chófer; se imaginaba que irían allí. Lohan es la discoteca de moda en Atenas, y no es para menos si la propietaria es la famosa Lindsay Lohan. Allí va lo más selecto de la sociedad de Atenas.
Cuando Kostas llegó al lugar, los custodios de la familia Papadakis, que ya lo estaban esperando, le abrieron paso entre la multitud y se dirigió a la zona VIP. Allí lo primero que vio fue a Athina subida en una mesa bailando de manera muy sensual. Se llenó de ira viendo a su muñequita bailar de esa manera ante la mirada lasciva de muchos hombres, pero sintió que su cara se ponía roja al no ver a su sobrino por ningún lado. ¿Acaso ese inútil estaba pendiente de ella?
Cuando iba acercándose a donde estaba Athina, alcanzó a ver a su sobrino comiéndose a besos a una chica. Este se percató de la presencia de su tío y se disculpó con la chica acercándose a su tío, ofreciéndole un trago, el cual se tomó Kostas hasta el fondo, tratando de calmar el enojo que sentía.
—Bonita forma de cuidar de Athina. ¿Cómo permites que baile de esa manera? —Kostas debía de gritar para que el insensato de su sobrino lo escuchara por encima del ruido de la música estridente.
—Tío, yo la dejé solo un momento y te juro que estaba sentada en la mesa. No, encima de ella bailando. —Constantin trataba de justificarse, pero nada lo preparó para lo que pasó a continuación.
Kostas lo empujó para abrir campo hacia donde estaba Athina. Allí un repugnante hombre trataba de tocarla y le ofrecía un trago. Kostas llegó para impedir que ella se lo tomara y se lo arrebató para botarlo.
—¡Tío, llegaste! Cumpliste mi deseo de cumpleaños. —Athina se bajó de la mesa de un brinco a los brazos de su tío, que la atajó con sorprendentes reflejos, quedando sus caras muy cerca. Lo más sorprendente es el beso que Athina le dio simulando un saludo en la comisura de la boca.
—Feliz cumpleaños, muñeca. Pero me tienes muy disgustado, ¿qué hacías bailando de esa manera encima de la mesa? —Kostas la regañó, recomponiéndose de ese beso—. Además, le ibas a recibir ese trago a ese hombre que quién sabe qué cosa le pudo haber echado para hacerte algo.
—Tío, no seas gruñón. Yo no me iba a tomar ese trago. Solo que se lo recibí para que dejara de insistir. Constantin fue lo primero que me advirtió. Ven, tómate mejor este cóctel que me estoy tomando. —Athina le da de su vaso y pide a Constantin que le traiga otro de los mismos.
Constantin obedece, pero al llevárselo, se despide de ellos, pues ya Athina queda en buenas manos, para él poderse ir con su conquista de la noche. Esto emociona a Athina y tranquiliza a Kostas al constatar que su sobrino no tiene interés en ella.
Se toman los cócteles y suena una canción latina que Kostas ama. Una salsa viejita; está en español. Athina no entiende bien el idioma, pero Kostas sí, pues su madrastra es española.
—Tío, ¿bailamos esa canción? Me gusta el ritmo, es muy pegajoso. —Athina prácticamente obligó a Kostas a pararse de su silla para ir a la pista a bailar.
—Se llama "Una aventura", del Grupo Niche, y es una salsa —Kostas le explicó antes de llegar a la pista.
Cuando empezaron a bailar, Kostas sentía que lo abandonaba la cordura. Athina bailaba superbién ese ritmo, y ella le explicó al oído que en el internado recibió clases de baile. El sentir su aliento en su oreja lo hizo erizar sus vellos y otra cosa más abajo.
Toda la fortaleza de Kostas se echó a perder al cambiar el ritmo a una canción lenta y Athina no desaprovechó para pasar sus brazos por el cuello de su tío y rozar su cuerpo con el de él. Un calor inexplicable se apoderó de su cuerpo y el deseo por besar a Athina fue más fuerte que su fuerza de voluntad.
La atrajo más a su cuerpo y la besó sin que ella pusiera resistencia. Athina con torpeza siguió el beso y abrió su boca para que fuera invadida por la lengua de Kostas. De algo había servido ver videos de besos apasionados y de besar las naranjas y manzanas que se llevaba a su habitación después del desayuno.