Lucia Bennett, su vida monótona y tranquila a punto de cambiar.
Rafael Murray, un mafioso terminando en el lugar incorrectamente correcto para refugiarse.
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Capitulo 6
La mañana era fría, pero brillante. Lucía llegó a la librería unos minutos antes de lo habitual, disfrutando del aire helado que la despertaba mejor que el café.
Colgó su abrigo tras el mostrador, encendió la calefacción y empezó a preparar el local para un nuevo día de trabajo.
Acomodó los libros, puso una lista de reproducción tranquila y sonrió cuando vio a la señora Miller cruzar la puerta con su habitual bufanda de flores.
Todo parecía normal.
Todo debía ser normal.
Hasta que, cerca del mediodía, la campanilla sonó de nuevo.
Un hombre entró, caminando con paso casual.
No era un cliente habitual.
Lucía lo notó al instante.
Vestía ropa informal, chaqueta de cuero gastada, jeans, botas.
Un tipo promedio a simple vista, pero sus ojos barrían el local de una manera demasiado calculada, demasiado atenta.
Lucía se obligó a sonreír, como lo hacía con cada cliente.
—Buenos días, ¿puedo ayudarte en algo?
El hombre se acercó despacio a la sección de historia, hojeando algunos libros al azar.
—Estoy buscando un regalo —dijo, su voz ronca, forzadamente amable—. Para alguien que... trabaja con libros antiguos.
—¿Algún tema en especial? —preguntó Lucía, alerta sin mostrarlo.
—Algo relacionado con el Renacimiento —improvisó, pero sus ojos nunca abandonaron los de ella.
Lucía le indicó algunas opciones, deseando que simplemente eligiera algo y se fuera. Había algo en su presencia que la ponía en guardia, aunque no entendía por qué.
Sentía como si lo hubiera visto antes, una sensación incómoda que no podía ubicar en el momento.
Pero antes de que el hombre pudiera hacer su siguiente movimiento, dos figuras discretas cruzaron la puerta.
Eran los hombres de Rafael.
No usaban trajes negros ni auriculares visibles, pero su lenguaje corporal hablaba claro: eran profesionales. Se separaron sutilmente, rodeando el local como simples clientes.
El traidor lo notó.
Sus ojos se endurecieron un instante.
Lucía apenas alcanzó a parpadear cuando el hombre murmuró algo sobre "volver luego" y se dirigió apresurado hacia la puerta.
Uno de los guardaespaldas interceptó su camino fingiendo buscar una novela en la estantería cercana, pero el traidor fue rápido: empujó una mesa de exhibición, tiró varios libros al suelo y, aprovechando el desconcierto, salió corriendo a la calle.
Lucía gritó sorprendida, y algunos clientes se agacharon para protegerse creyendo que era un robo.
Los hombres de Rafael salieron tras él de inmediato, intentando atraparlo sin levantar más sospechas.
Pero afuera, el tráfico, la multitud y el caos típico de la ciudad jugaron a favor del traidor. Se perdió entre los taxis, cruzó la calle en rojo, casi fue atropellado por una bicicleta y, finalmente, desapareció entre la gente.
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Esa misma tarde, en el penthouse de Rafael, el informe llegó de primera mano.
Víctor, serio como siempre, dejó caer las palabras como piedras:
—Intentó acercarse a ella nuevamente. Nuestros hombres actuaron rápido, pero escapó.
Rafael cerró los ojos un segundo, conteniendo la rabia que bullía bajo su piel.
—¿Lucía está bien?
—Asustada, pero ilesa. Cree que fue un intento de robo o algo así. Nadie sospecha nada.
Rafael se apoyó en el escritorio, su voz un susurro mortal:
—Esto cambia las reglas.
—¿Qué haremos?
Rafael abrió los ojos, el azul de su mirada más helado que nunca.
—A partir de ahora, no solo la vigilaremos.
La protegeremos de cerca.
Se enderezó, ya tomando decisiones en su mente:
Era hora de acercarse a Lucía de una manera que ella no pudiera rechazar. Aunque eso implicara romper su mundo en pedazos.
La noche había caído sobre Nueva York, pero la ciudad seguía vibrante como siempre.
Rafael, en su penthouse, se encontraba sentado frente a una ventana que le ofrecía una vista de la ciudad iluminada. La oscuridad de la noche no podía opacar la sensación de urgencia que le recorría las venas.
Había algo en lo que había sucedido en la librería que lo había alterado más de lo que deseaba admitir. El traidor lo había tocado donde más le dolía: en su debilidad.
Lucía.
Él nunca había permitido que nada ni nadie se interpusiera en su camino. Siempre tenía el control, siempre sabía cómo manejar las situaciones. Pero en cuanto a Lucía, era diferente. Había sido un accidente, una cuestión de destino, que ahora parecía inevitable.
¿Qué quería de ella?
Aún no lo sabía con certeza. Había pasado los últimos días observándola sin ser visto, dejándola vivir su vida. Todo parecía tan simple en comparación con el mundo que él habitaba. Su librería, su refugio, su manera de ser tan auténtica… No podía sacársela de la cabeza.
Pensó en todo lo que había ocurrido: el traidor intentando acercarse a ella, el incidente en la librería. El peligro que la rodeaba ya no podía ignorarse. Ella estaba involucrada sin quererlo. Si no tomaba cartas en el asunto, cualquier cosa podría sucederle.
Rafael se levantó de la silla y dio un paso hacia su escritorio, donde reposaban varios informes sobre las actividades del traidor. Tenía que hacer algo antes de que la situación se volviera aún más peligrosa.
—Víctor —dijo, mirando al hombre que había entrado sin hacer ruido—, ¿qué novedades?
Víctor se acercó con su usual calma, pero el rostro tenso denotaba la gravedad de la situación.
—El traidor está tratando de cambiar su estrategia. Está buscando información más cercana sobre ella. La vigilancia está aumentando. Nos seguimos moviendo a su ritmo, pero esta vez, está más alerta.
Rafael asintió, pensativo. El traidor estaba jugando un juego peligroso, y lo sabía. Pero la verdadera cuestión, lo que más le perturbaba, era la razón de ese interés.
—¿Y Lucía? —preguntó, como si no importara, pero su voz denotaba una preocupación que no solía mostrar.
Víctor hizo una pausa antes de responder, algo en su expresión le decía que sabía más de lo que estaba diciendo.
—Está bien, pero sigue sintiendo que algo raro pasa a su alrededor. Se ha mostrado inquieta últimamente. Algunos de nuestros hombres siguen vigilando el local, pero ella no sabe nada de la situación. Si decide seguir con su vida, correrá riesgos.
Rafael se pasó una mano por el rostro, pensativo. La solución estaba frente a él, pero no era una que pudiera tomar sin consecuencias.
No podía dejarla más tiempo en la oscuridad. No podía dejar que un mundo que no le pertenecía arrastrara a Lucía a un lugar del que no podría salir ilesa.
Y, a pesar de todo, sabía que ahora era tarde para sacarla de su vida. Ya estaba demasiado involucrada.
¿Cómo la protegería? ¿Cómo podía hacerle entender que todo esto, por doloroso que fuera, no era un juego, sino su mundo? Un mundo que ya había comenzado a invadir su paz, su librería… a ella.
Una idea comenzó a formarse en su mente.
—Voy a acercarme más a ella —dijo con voz baja, sin mirar a Víctor. Estaba hablando consigo mismo más que con su guardaespaldas.
—¿Cómo lo hará, señor? —preguntó Víctor, esperando instrucciones claras.
Rafael lo miró por un momento, evaluando sus opciones, pero ya tenía claro el camino a seguir.
—Voy a hacer que me conozca. No de la forma en que imagina, sino de la forma que ella debe conocerme. Como Rafael Murray. No quiero que se quede con la idea equivocada. Necesito que vea quién soy realmente.
¿Y qué pasaría después?
Rafael no tenía respuesta a esa pregunta. No quería pensar en lo que sucedería cuando Lucía conociera la magnitud de su vida, pero sabía que no podía seguir ocultándole la verdad.
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Al mismo tiempo, el traidor ya planeaba su siguiente movimiento. Estaba siendo mucho más cauteloso ahora, sabiendo que la situación se complicaba, pero había notado algo. Sabía que el interés de Rafael por Lucía era real. Lo había visto en sus ojos la primera vez que la vio en la librería.
En la penumbra de una habitación pequeña, con las cortinas cerradas y solo la luz de una lámpara sobre su escritorio, el traidor estaba al teléfono, dando instrucciones con voz baja pero clara.
—Rafael Murray... Qué interesante. Pero no te preocupes, mi amigo. Aún tengo mucho que ofrecerte.
Se recostó en su silla, pensando con calma, ya con una sonrisa maliciosa en el rostro.
—Sé cómo funciona este juego, y ahora estoy en control —murmuró para sí mismo, antes de darle la última instrucción.
El teléfono sonó y el traidor contestó con un tono tranquilo, casi cordial.
—Sí, lo escuché. Lo sé, lo sé... Está demasiado involucrado ahora, y no solo en su juego, sino en ella. Eso lo cambia todo, ¿verdad? Pero, no te preocupes, ya tengo en mente algo mucho más... personal.
Hubo un breve silencio al otro lado de la línea.
—Claro, lo sé. Es solo cuestión de tiempo. Ella va a ser la clave. Pero antes, tenemos que asegurarnos de que él baje la guardia. Lo que necesita ahora es un recordatorio de que no está tan seguro. Y cuando lo haga, no habrá marcha atrás.
El traidor comenzó a caminar lentamente por la habitación, sus pasos calculados. A pesar de la calma de su voz, los ojos brillaban con intensidad.
—Esta ciudad está llena de trampas, y Rafael Murray va a caer en una de ellas. Pero para eso necesitamos que ella esté bien en el centro de todo. No puedo dejar que alguien con su influencia nos interfiera. Y sí... sé qué hacer con ella. Solo me hace falta un paso más.
Una ligera risa se escapó de su boca. Se acercó a la ventana y observó las luces lejanas de la ciudad, como si todo estuviera ya planeado en su mente.
—El próximo movimiento está en marcha. Nos vamos a acercar a ella, y Rafael no podrá salvarla.
Colgó el teléfono con decisión, su expresión de confianza inquebrantable.
Éste tipo ya la localizó
y ahora?