Prisionero del Mafioso

Ricardo

Cuando quiero terminar mi noche con un buen ritmo de fiesta, siempre pasa algo. Lo que nunca imaginé fue que Damion, el hijo mayor de mi aliado, fuera a forzar a alguien a acostarse con él, cuando tiene a muchas mujeres siempre alrededor.

Después de lo sucedido, no me contuve en darle dos puñetazos a Damion, fueron suficientes para dejar su rostro sin la imagen perfecta. Me metí en un serio problema, ya que las posibilidades de que mi aliado creyera en las palabras de su hijo eran altas. Si rompe la alianza, tendré ciertas pérdidas.

Reventé la llanta del coche en cuanto me bajé frente a casa. Estaba cabreado, y todo por culpa de alguien que debería estar fuera de problemas. No escuchó lo que le dije, sufrirá las consecuencias.

Si lo encuentro delante de mí, no sé de lo que soy capaz. Para colmo, estaba en el primer escalón de la escalera. Voy a tener una conversación seria con Felipe, le dije que encerrara a Evans en la habitación.

—¿Qué mierda haces ahí? ¿No te dije que te quedaras en la habitación?

Mueve los dedos de la mano.

—Quería darte las gracias por lo de antes.

—¿No fui claro cuando te dije que no te metieras en problemas? ¿En lugar de causarme pérdidas, intentas demostrar esfuerzo para saldar el dinero que me debes?

Me paso las manos por el pelo y me aprieto bien la raíz.

Se acerca poco a poco en mi dirección, solo con la bata puesta.

—¿Por qué me salvaste entonces? ¡Esto no estaría pasando si no me hubieras elegido como moneda de cambio! ¡Sabes que no quiero estar lejos de mis amigos ni de mi vida!

En serio, estoy a punto de explotar. Más aún con él insistiendo en no aceptar quedarse aquí.

—Evans, escucha bien. Cuanto más te resistas, peor será para ti, todo lo que hagas lo estoy observando y te lo haré pagar caro. ¿Estás dispuesto a sufrir más? ¡Todavía estoy siendo amable cuando no debería!

—Entonces coge tu amabilidad y métetela por el culo, si es para ahorrarte tanto arrepentimiento.

Se desnuda dejando caer la bata, mostrando el atisbo de su cuerpo. Mis ojos no hicieron más que mirarlo al fondo de los suyos, sin importarme la parte de abajo, una lágrima resbaló por el ojo de Evans.

—Acuéstate conmigo y luego déjame libre. ¿Qué más me importa si mi vida ya está destruida? ¿No es eso lo que quieres de mí? ¿Igual que todos los demás?

Dijo eufórico. Quien debería estar en posición de revuelta era yo.

Me hierve la sangre. Por impulso, abofeteé a Evans, cosa que nunca había hecho en toda mi vida aparte de golpear a mis enemigos. Esta vez se pasó de la raya.

—Piensa lo ruin que puedo llegar a ser, pero nunca abusaría de nadie, sea quien sea.

Me quité el traje y se lo tiré por la cabeza, hoy ya he tenido suficiente. Pensándolo mejor, voy a tener que pasar la noche fuera después de esta mierda.

Llamé a Miguel y le dije que fuera a ese club, pronto estaría allí. Ordené a todos mis hombres que mantuvieran una vigilancia total en la casa, pues volvería al día siguiente.

No podía imaginar por qué Evans creía que yo era un pervertido o algo así como todos los demás. Me ofendería menos si me llamara asesino. Que él hiciera aquello hirió mi orgullo.