Rómulo Carmona Jr. es hijo del hombre más poderoso y temido del país y ante el mundo, es el heredero devoto, y la sombra perfecta de su padre. Pero en su interior, lo odia con cada fibra de su ser, porque Carmelo Carmona, es un tirano que lo controla todo, y ha decidido su destino sin dejarle opción: un matrimonio por conveniencia con Katherine León.
Para Rómulo, casarse con ella es la única manera de proteger a la mujer que realmente ama, sin embargo, lo que comienza como una obligación, pronto se convierte en un viaje inesperado y en el camino, descubre que los sentimientos pueden surgir cuando menos te lo esperas.
¿Podrán Rómulo y Katherine encontrar la felicidad en un matrimonio marcado por el deber?, o, por el contrario, estarán condenados a vivir en las sombras de un destino que ellos nunca eligieron (Historia paralela de la saga Romance y Crisis)
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Capítulo V: Traicionar lo que más amas para salvarla parte 5
El aire en la sala pareció cambiar y Katherine ya no lucía como la joven atrapada en una familia que no la valoraba, sino como alguien que veía una posible salida y Margarita lo supo en ese momento.
Margarita había sembrado la primera semilla de una alianza que definiría más de un destino y Katherine escuchó cada palabra con una mezcla de incredulidad y asombro y se preguntaba si casarse con el hijastro de la Primera Dama como vía de escape y la idea era tan imprevista, tan radical, que al principio su mente simplemente se negó a procesarla como una posibilidad real.
Su primer instinto fue el rechazo porque ella no era una pieza en un tablero de ajedrez, y no iba a dejar que alguien decidiera su destino como si fuera una simple ficha de intercambio, sin embargo, entonces, la otra parte de su mente la parte que había pasado años sintiéndose invisible dentro de su propia familia y se hizo escuchar.
Si decía que no, entonces cuánto tiempo más seguiría atrapada en esa casa y si se quedaba, se preguntaba cuántos sacrificios tendría que hacer para obtener su independencia.
El apellido León tenía un peso, y dentro de aquella estructura, ella siempre había sido la hija menos importante, la que no debía opacar a los hombres de la familia, la que debía aceptar su posición sin cuestionar además de que nunca la habían visto como alguien capaz de decidir su propio destino, pero si aceptaba Margarita decía que en dos o tres años podría divorciarse, que para entonces ya tendría los recursos necesarios para construir su propia vida, lejos de las expectativas familiares, y de los sacrificios forzados.
Por primera vez en su vida, Katherine sintió que tenía una puerta abierta, sin embargo, también sintió miedo y se preguntaba si la propuesta era más peligrosa de lo que parecía, y si al aceptar, entraba en un nuevo tipo de prisión, una aún más difícil de escapar.
Katherine se mordió el labio, tratando de ocultar el torbellino de pensamientos que la invadía, Margarita la observaba con paciencia, como si supiera que la lucha interna ya estaba en marcha.
Finalmente, Katherine alzó la vista y sus ojos reflejaban más preguntas que respuestas, pero en el fondo, una chispa de determinación comenzaba a encenderse.
Este matrimonio no sería por amor, ni siquiera por conveniencia tradicional, solo sería un pacto de libertad y por primera vez, tenía en sus manos la posibilidad de cambiar su destino.
Y aunque aún no estaba lista para responder, la idea ya había echado raíces en su mente.
Cuando Katherine salió de la reunión con Margarita, su mente seguía enredada en una maraña de pensamientos, la oferta de la Primera Dama era tentadora, peligrosa, casi irreal, y aunque aún no había tomado una decisión definitiva, sabía que el simple hecho de considerarla ya había cambiado algo dentro de ella.
Fue entonces cuando vio a Karin esperándola en el pasillo, con los brazos cruzados, pero con la mirada cargada de una emoción difícil de descifrar y sin pensarlo, ambas hermanas se abrazaron, un gesto que demostraba lo que pocos entendían que entre ellas no había rivalidad, solo una unión silenciosa contra el mundo que intentaba moldearlas a la fuerza.
Karin, con un nudo en la garganta, se aferró al abrazo un instante más de lo necesario antes de murmurar:
—Lo siento, Katherine. Fallé.
Katherine se separó un poco, sosteniendo el rostro de su hermana con una ternura firme.
—No digas eso Katherine, por el contrario, estoy feliz de que no tuvieras que sacrificarte.
Karin bajó la mirada, exhalando con resignación.
—No es tan simple, pequeña —susurró.
Pero Katherine no dejó espacio para la duda y tomó su mano y la apretó con convicción, una promesa silenciosa que no necesitaba más palabras.
—Cuando tenga la oportunidad, te ayudaré a obtener lo que realmente deseas —afirmó.
Karin la observó, una sonrisa melancólica curvando apenas sus labios. En su mirada había gratitud, pero también algo más… un rastro de dolor, de experiencia, de advertencia.
—Deja de ser tan ingenua, Katherine, porque vas a entrar en la boca del lobo, y te aseguro que no será tan fácil salir de ella.
Katherine tragó saliva, pero no apartó la mirada, porque no tenía respuestas para eso.
Ambas permanecieron en silencio por un momento, cada una atrapada en pensamientos que la otra no podía comprender del todo, porque, aunque compartían la misma sangre, sus caminos estaban a punto de separarse de una manera que ninguna había imaginado y solo el tiempo les mostraría cuál de las dos había tomado la mejor decisión.
Rómulo esa noche, mientras comenzó a trazar su plan de huida, y todo cambió con una sola llamada, el sonido del teléfono lo sacó de sus pensamientos y, al ver el nombre en la pantalla, sintió un nudo en el estómago: Tía Margarita.
Él contestó, sabiendo que no podía ignorarla, y la voz firme, pero serena de su tía resonó al otro lado.
—Rómulo, ven a almorzar conmigo mañana.
No había lugar a negociación y no era una invitación, sino una orden disfrazada de gesto familiar.
Rómulo tragó saliva y sabía que no podía negarse, con Margarita, el poder no solo radicaba en su posición, sino en su capacidad para ver más allá de lo que se le decía, y a pesar de que la amaba como a una madre, también entendía que, si no estaba de su lado, podía convertirse en su peor enemiga.
Con un esfuerzo por controlar el temblor en su voz, respondió:
—Por supuesto, tía.
Cuando colgó, el aire en la habitación parecía más pesado, su corazón latía con fuerza, no solo por la incertidumbre de lo que Margarita podía saber, sino por la sensación de que su plan, que hasta hace unos momentos parecía tan claro, ahora pendía de un hilo.
Esa noche, por primera vez en años, Rómulo sintió miedo, no hacia su padre, ni al riesgo de huir sino hacia la posibilidad de que Margarita estuviera en su contra.
Los mensajes y llamadas de Natalia quedaron ignorados porque en mente solo podía imaginar los escenarios posibles para el día siguiente y ninguno de ellos parecía terminar bien.
Rómulo Jr. tenía buenas intenciones con Natalia, a la cual amaba mucho, y planeaba huir para casarse con ella, sin embargo, nada podía permanecer oculto en la casa presidencial, y tanto Natalia como Rómulo descubrieron con gran pesar que su secreto estaba a punto de ver la luz, y por fortuna, la primera en enterarse fue Margarita.
—Esto debe terminar de inmediato —dijo Margarita con voz firme, mientras la información proveniente del servicio secreto llegaba a sus oídos. Consciente del grave problema que representaba, y deseosa de proteger a Rómulo de los excesos de Carmelo, ella luego de una cuidadosa planificación para cambiar ese trágico destino lo citó para almorzar juntos.
La casa de la familia León estaba iluminada con una calidez engañosa cuando Karin y Katherine cruzaron el umbral y apenas habían puesto un pie dentro, fueron abordadas por sus padres, los cuales ya esperaban ansiosos por escuchar las novedades.
Griselda fue la primera en reaccionar y su sonrisa se extendió con una emoción evidente, con su mirada brillando con anticipación.
—¡Karin, mi amor! —exclamó, extendiendo los brazos como si ya celebrara una victoria—. Sabía que serías tú, además de que era muy obvio.
Edison, con un aire satisfecho, asintió con orgullo, observando a su hija mayor con evidente complacencia.
—Has hecho lo correcto —añadió con confianza—. Siempre supimos que eras la elección ideal.
Karin intercambió una mirada rápida con Katherine y por un instante, quiso prolongar el silencio, y evitar el momento que vendría después, sin embargo, no podía porque era cuestión de tiempo que la Primera Dama comunicara su decisión además de que debía proteger a su amado y sus padres no podían enterarse de que fue rechazada debido a su vínculo con Ibrahim.
Con un suspiro contenido, enderezó los hombros y respondió, con una serenidad que contrastaba con la inquietud de sus padres.
—No fui yo.
La expresión de Griselda se congeló por un instante, mientras Edison fruncía el ceño, confundido.
—¿Cómo que no fuiste tú? —preguntó Griselda, con una voz que había perdido parte de su entusiasmo.
Karin mantuvo su porte firme, pero no añadió más porque no podía dar más explicaciones de lo que había conversado con la Primera Dama en esa oficina.
Fue entonces cuando la mirada de sus padres se desplazó lentamente hacia Katherine, primero con sorpresa y luego con incredulidad.
Edison entrecerró los ojos, como si tratara de entender cómo eso era posible, mientras Griselda parpadeaba varias veces, buscando alguna explicación lógica.
—¿Katherine? —murmuró Edison con escepticismo—. ¿Tú?
Griselda negó levemente con la cabeza, como si esperara que alguien corrigiera el malentendido.
—Pero… ¿Por qué? —insistió, con una nota de desconcierto.
La reacción era predecible porque siempre habían visto a Katherine como la hija más frágil, la menos agraciada, y talentosa y nunca estuvo entre sus planes que ella fuera la elegida para algo importante.
Katherine, sin embargo, no pareció afectada por la sorpresa en los rostros de sus padres porque ya estaba acostumbrada y con una sonrisa que no mostraba alegría, solo certeza, respondió con la simplicidad de quien ya ha procesado la ironía de su destino:
—Porque así lo decidió la Primera Dama.
El silencio que siguió fue tan pesado que parecía llenar cada rincón de la casa.