BUSCANDO A MI LUNA

NARRADOR.

Era tarde y Brisia estaba desesperada por saber de Elena, pues cuando despertó ella no estaba, le preocupaba que le hubiera pasado algo, la cabaña, que solía ser un lugar agradable, parecía diferente. El aire estaba más denso, lleno de una energía que resonaba en sus huesos, estaba a punto de salir a buscarla.

Entonces, ella apareció.

Elena entró con confianza, su figura iluminada por los suaves rayos del sol matutino. Su cabello, que antes era marrón, ahora era blanco como el hielo, cayendo hasta sus rodillas y ondeando como un río de luz al viento. Su piel brillaba con una luz especial, y sus ojos… sus ojos eran dorados, intensos, como si cargaran con siglos de conocimiento, era tan diferente que Brisia dudo que se tratara de su señora.

—Princesa Elena… —susurró Brisia, con la voz temblorosa—. ¿Qué… qué le sucedió?

Elena continuó sin detenerse. Se acercó a ella y tomó su mano con ternura, con esa tranquilidad que la caracterizaba, pero con un aire distinto.

—No tengo respuestas —respondió—.  Pero ya no soy la misma. Y tú tampoco lo serás. Nuestras vidas han cambiado, Brisia.

Brisia miró al suelo, llena de dudas. Una parte de ella tenía miedo de lo desconocido, pero otra… confiaba plenamente en aquella mujer que había prometido seguir hasta el final.

—Entonces seguiré a su lado —afirmó con firmeza—. No importa a dónde. Eres lo único que tengo, Elena. Dijo con firmeza.

Elena la miro con una sonrisa, ella no tenia respuestas, pero confiaba en Kael y en la loba que le hablaba desde su interior, esa que le decía que eran una sola y que no debía temer.

Horas más tarde, Kael llegó a la cabaña. No estaba solo. Venía acompañado de Derek y tres de sus hombres más leales. Todos observaron a Elena como si se tratara de una criatura legendaria. Incluso Derek, que siempre mostraba una mirada seria, no pudo ocultar su sorpresa, ya no percibía olor a humano en ella, ahora sentía un aroma distinto y era evidente que tenía la marca. Miro mal a Kael, pues este marco a la humana sin pensar en las consecuencias.

Elena levantó el mentón con tranquilidad, como si llevar una nueva fuerza, no bajo la cabeza ante ellos como antes lo hacia para evitar sus miradas de disgusto, esta vez era distinto, ella era otra y se los demostraría.

—El sabio Varun nos está esperando —anunció Kael, tras un breve saludo—. Debemos partir de inmediato.

—Estamos lista, contento Elena tomando una pequeña bolsa con ropa.

—Ella también ira, pregunto Derek con molestia, refiriéndose a Brisia.

—No la dejare aquí sola. Contesto Elena con molestia. Sabia que Derek las odiaba, pero no dejaría a su única amiga sola.

Kael fulmino a Derek con la mirada para que este se callara, debían aprender a respetar a su luna.

—La luna ya hablo, es momento de irnos. Dijo saliendo de la cabaña.

El viaje comenzó bajo un cielo nublado. Derek se mantenía alejado, lanzando miradas rápidas y desconfiadas. Los demás guerreros se abstenían de hablar, aunque un aire de respeto impregnaba el ambiente. Kael se situaba cerca de Elena, echándole vistazos de reojo. Era consciente de que Kan rugía dentro de él feliz por tenerla cerca.

No llevaban mucho de camino cuando fueron rodeados.

—¡Movimientos al flanco izquierdo! —gritó uno de los guardias.

Lobos salvajes, muy grandes y más feroces que cualquier otra bestia. Surgieron de los arbustos como sombras hambrientas, listos para atacar sin razón alguna, su líder iba al frente y poso su mirada en las dos mujeres. Kael y sus hombres reaccionaron al instante, todos se transformaron en lobos, mientras Kael daba órdenes rápidas. Brisia gritó al verlos, pero Elena ya no era la princesa asustada que había huido de Edmon.

—¡Quédate atrás! —le instruyó con autoridad.

Ella obedeció y se ocultó detrás del caballo, Elena le hablo a Lana, lista para atacar. Sus ojos dorados destellaron. Lana se revolvió impaciente en su interior. Elena no dudó en avanzar; la transformación fue instantánea: su piel se rasgó, sus huesos chirriaron, y una luz brotó.  La loba blanca apareció, majestuosa y poderosa, con el pecho inflado por su fuerza.

Se lanzó hacia sus adversarios sin piedad. Con un salto se posó delante del líder y lo ataco sin miedo, mordidas certeras, parecía estar en una danza mortal. Cada vez que mordía o rugía, era para matar, pronto el líder callo, pero no se detuvo, a pesar que fue atacada sin piedad no retrocedió, los lobos de Kael eran testigos de una mezcla de asombro y perplejidad. Nunca antes habían presenciado algo así.

Derek, con una herida en una pata, miraba en silencio mientras la loba acababa con el último enemigo de manera brutal y exacta. Ella permaneció de pie, cubierta de sangre y respirando con dificultad. Después, se acercó a Brisia, se agachó. . .  y volvió a transformarse en humana.

Elena salió desnuda, con algunas lesiones menores, pero con una mirada llena de determinación. Kael se transformó para evitar que sus hombres la miran de más, su lado posesivo salió a relucir, tomo su capa y se la colocó sobre los hombros sin decir nada.

—¿Te queda alguna duda sobre mí? —inquirió Elena, fijando su mirada en Derek.

El beta inclinó la cabeza, esta vez sin sarcasmo, solo mostrando respeto.

—Ninguna… Luna.

El grupo reinició su camino en silencio. Nadie se atrevió a hablar durante horas, cada uno con sus propios pensamientos, pero ahora sin dudas, la diosa luna no se había equivocado, Elena era la elegida y ahora ellos la respetaban como tal.

Al caer la tarde, las enormes puertas de piedra del santuario se abrieron. El lugar era impresionante, rodeado de altos muros y árboles antiguos. Un hombre los aguardaba al frente. Era alto, con piel curtida y barba canosa, y sus ojos parecían transmitir la historia del tiempo.

—Bienvenida, Elena —pronunció con una voz profunda—. Soy Varun. Te hemos estado esperando.

Brisia observó a su amiga sin comprender. ¿Cómo podían esperar su llegada? ¿Cómo conocían su identidad?

Sin embargo, Elena solo inhaló profundamente. Miró a Kael, luego a Varun, y por último al cielo. Su viaje apenas comenzaba.

Y por primera vez, no sentía temor. Porque ahora, contaba con un objetivo… y un alma que rugía junto a la suya.