La Redención De Una Mafiosa Renacida.

Al día siguiente, Aurora se despierta con las energías cargadas y lista para seguir con su trabajo en Imperia.

Baja hasta llegar al comedor, donde sus padres la están esperando; su madre la recibe con un beso y su padre la abraza. Ella comienza a hablar sobre el día anterior como si ellos no lo hubiesen presenciado; aunque no se quejan, adoran verla tan animada.

El desayuno termina y ella se dirige a su auto, un Lamborghini rojo que conduce Agustín, un chico nuevo. Es amable, cordial y muy respetuoso; aparte de eso, le encanta la música y ella ha aprendido a disfrutar la de esta nueva época y, aunque es más ruidosa que su tiempo, es igual de buena.

Al cabo de unos minutos, Agustín ya está abriendo su puerta y ella le agradece con una sonrisa. Al llegar a la recepción, saluda con un movimiento de mano más una sonrisa a la recepcionista; luego se dirige al ascensor.

Al llegar, observa que Massimo está recostado en la pared esperando a alguien.

«Tal vez a su novia», piensa, y no le da más importancia, aunque, para su sorpresa, este sube al ascensor junto a ella.

Su sola presencia le da rabia, no tolera ni compartir su mismo aire; es guapo, sí, pero también es alguien insoportable, al menos para ella.

—Buenos días, Aurora —saluda.

Y ella cordialmente le devuelve el saludo.

—Buen día, señor Massimo.

El hombre no soporta la frialdad con la que lo trata y aprieta uno de los botones para detener el ascensor; luego se acerca a ella, acorralándola a un lado.

—Ya para con este teatro. Querías mi atención, pues la tienes.

Aurora lo observa directo a los ojos; no se asusta y, en su antigua vida, ya vivió esto varias veces. Solo una vez se salieron con la suya, pero le dio la fuerza para que fuese la única vez.

—Suéltame, ¿qué demonios te pasa?

Está molesta y, aunque su tono es un poco elevado, aún está calmada.

—No, ¿qué te pasa a ti? Primero te me declaras, lloras cuando te rechazo y ahora... —acerca su boca a ella, queriendo intimidarla, pero no lo logra.

—Ahora nada. Ya te dije que no recuerdo lo que dices. Y grábate esto: no me gustas. Así fueras el último ser en esta Tierra, no estaría contigo —grita utilizando, sin querer, las mismas palabras que él usó en ella.

Massimo abre los ojos al darse cuenta de que sí lo recuerda. Solo está herida, a su parecer. Da pasos hacia atrás y niega.

—Lo sabía. Sí, sí recuerdas todo. Aurora, puedo explicarte.

Ella trata de hacerlo a un lado, pero es inútil; no la deja pasar, y el cuerpo de Aurora no está entrenado como el de ella.

—Massimo, aléjate o te juro que te va a pesar.

Él se niega; cruza los brazos sobre su pecho sin dejarla llegar al panel de botones.

—No saldrás de aquí hasta que no me escuches.

Ella suspira pesado y se aleja de él.

—Tienes cinco minutos antes de que llame a seguridad.

Él niega, serio.

—No te dejaré salir hasta que yo hable, y si sacas tu teléfono, te lo quito.

La joven observa sus alternativas y una idea maliciosa cruza su cabeza.

—De acuerdo, te escucho —lo observa a los ojos y luego a los labios; su voz ahora es más baja.

Los ojos de Massimo van al escote de su vestido y ella solo sonríe y da un paso hacia él.

—¿Qué pasa? ¿No piensas hablar? —acomoda su corbata, que estaba algo torcida, y alisa las arrugas en su pecho.

Esto pone nervioso al sujeto, quien trata de concentrarse un momento.

—Sí, claro... Eh... Aurora, perdón por cómo me comporté. Lo arruiné, lo sé, solo estaba celoso.

Ella suelta una pequeña sonrisa de niña coqueta y bate sus pestañas; por un momento, él cree que su Aurora ha regresado, pero no puede estar más equivocado.

—¿Por qué estarías celoso si yo te avergonzaba?

Él niega aquello de manera frenética.

—No es cierto. Sí, eras colorida, pero adoraba tu brillo, preciosa.

Aurora se acerca aún más a él, quien está concentrado en su boca, mientras ella manipula su teléfono con disimulo.

—Entonces, ¿por qué me rechazaste, Massi...? —su aliento roza sus labios.

—Odié el saber que te encantaba la atención de cualquier hombre. Odié saber que solo era tu capricho.

Ella hace un puchero que lo desarma por completo.

—Pero jamás haría eso. Ni novio he tenido, Massi.

El cuerpo de él se estremece al tenerla tan cerca.

—Pero Sabrina me dijo...

Comienza, pero se corta al caer en cuenta de que tal vez no debió ser tan confiado.

—¿Sabrina qué? Massi... Tienes razón, Sabrina es tu prometida ahora. Lo siento. ¿Me dejas pasar ahora?

Su tono es aún más bajo y esta vez casi quebrado.

Él solo niega y la toma de la cintura.

—Sabrina, nada. Aurora, no me importa nada. Déjame hablar con ella, sí, pero no me alejes.

Ella no aguanta las ganas de reírse, pero sigue en su papel de idiota.

—Pero es tu prometida. Yo... no puedo dañar tu boda, Massi.

Él se desespera; de ninguna manera perderá esta oportunidad.

—Mi amor, no quiero casarme con Sabrina. Te quiero a ti, siempre has sido tú.

Intenta besarla, pero ella se dobla y lo golpea entre sus piernas con la rodilla, haciendo que se doble del dolor.

Abre el ascensor y sale, no sin antes voltearlo a ver.

—Aurora Rossetti es una dama idiota.

Se aleja con una sonrisa que ni ella puede controlar. Camina hacia un guardia y pide que la acompañe hasta su piso.

Mientras sube, esta vez sin interrupciones, le manda la grabación que tomó a Sabrina; tenía su número guardado como "mejor amiga".

Aurora no puede estar más feliz y eso solo será el comienzo de lo que hará.