En un mundo donde la lealtad se compra y la traición es moneda corriente, Valeria, una joven entrenada desde niña como asesina de élite, se encuentra atrapada entre dos mundos. Secuestrada a los cinco años y forjada en el fuego de la mafia, Valeria ha aprendido a sobrevivir a cualquier costo.
Valeria es una pieza clave de la mafia gracias a sus habilidades de hacker y estratega, además de ser una asesina letal en la Falange oscura. Sin embargo, una traición de parte de la única persona que ama cambia sus planes drásticamente. Ahora, debe navegar entre las sombras de su pasado y las traiciones del presente, mientras lucha por encontrar su verdadero propósito y vengarse de quienes la traicionaron.
Un trato con la OMSG, que reconoce, su valía, la llevará sin saberlo más cerca de sus raíces. Marcada por un pasado de traición, Valeria es una mujer cerrada al amor, pero se encontrará con un hombre arrogante y déspota, a quien le demostrará que ella sabe jugar tan bien como él. ¿te animas?
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Forjando carácter.
Valeria ha sabido salir adelante prácticamente sola; sus cuatro amigos son su apoyo cuando nadie los ve. En dos años solo ha escuchado órdenes y gritos; ya no se acuerda de muchas cosas. Sabe que tiene familia, pero no recuerda sus fracciones.
En una sala de entrenamiento de alta tecnología en la instalación secreta de la Falange Oscura se encuentran Valeria, otros niños de su edad y otros más grandes, y un instructor especializado en tecnología.
A sus siete años, Valeria ya había demostrado ser una aprendiz rápida y eficiente. Hoy, su entrenamiento se centraba en habilidades tecnológicas, esenciales para cualquier asesino moderno.
—¡Atención, reclutas! Hoy aprenderemos a desmantelar y armar una computadora. —Este conocimiento es crucial para acceder a información y realizar sabotajes tecnológicos— gritó, como siempre, un hombre de mediana edad encargado de enseñarle todos los conocimientos a los chicos.
Valeria observó atentamente mientras el instructor colocaba una computadora de escritorio en la mesa frente a ellos. Estaba sorprendida; jamás pensó en hacer esto. El instructor la sacó de su asombro cuando habló.
—Primero, vamos a desmantelar la computadora. Sigan mis instrucciones cuidadosamente. Comencemos quitando la tapa trasera.
Valeria tomó el destornillador y comenzó a quitar los tornillos de la tapa trasera; ella estaba atenta a lo que hacía el instructor. Su capacidad de aprender rápido la ayudaba. Con movimientos precisos, retiró la tapa y miró el interior de la computadora.
El instructor siguió indicando.
—Ahora, identifiquen los componentes principales: la placa base, el disco duro, la memoria RAM y la fuente de alimentación. —Desconecten los cables con cuidado y retiren cada componente uno por uno — siguió el hombre.
Valeria siguió las instrucciones, desconectando los cables y retirando los componentes con cuidado. Sentía una mezcla de emoción y concentración mientras trabajaba, a pesar de que estaba encerrada y lejos. Aprender y tener su cabecita ocupada era bueno para no querer llorar.
El instructor los felicita; este es el único que no es tan severo con ellos.
—Excelente. Ahora, vamos a armar la computadora de nuevo. Recuerden el orden en que retiraron los componentes y asegúrense de conectar todo correctamente—, ordenó.
Valeria comenzó a armar la computadora, conectando los cables y asegurándose de que cada componente estuviera en su lugar. Su mirada estaba fija en lo que hacía. Finalmente, colocó la tapa trasera y apretó los tornillos.
“Muy bien, Valeria. Ahora, vamos a pasar a algo más avanzado: hacking y extracción de información. Usaremos un sistema operativo llamado Kali Linux para este propósito”.
El instructor encendió una computadora y mostró a los niños cómo iniciar Kali Linux.
Instructor: “Primero, aprenderemos a acceder a una red Wi-Fi protegida. Usaremos herramientas como Aircrack-ng para descifrar la contraseña”.
Valeria observó cómo el instructor ejecutaba comandos en la terminal de Kali Linux. Luego, intentó replicar los pasos en su propia computadora.
“Una vez que tengamos acceso a la red, aprenderemos a extraer información de una computadora objetivo. Usaremos herramientas como Metasploit para explotar vulnerabilidades y obtener acceso remoto”.
Valeria siguió las instrucciones, ejecutando comandos y aprendiendo a navegar por las herramientas de hacking. Sentía una mezcla de fascinación y poder mientras adquiría estas nuevas habilidades; era algo impresionante lo que ella estaba haciendo.
“Recuerden, reclutas, el conocimiento es poder. Con estas habilidades, podrán acceder a cualquier información que necesiten y sabotear a sus enemigos desde la distancia”.
Valeria asintió, sintiendo una nueva determinación crecer dentro de ella. Sabía que estas habilidades tecnológicas serían cruciales en su futuro como asesina de élite y ella sería la mejor. En su interior, una idea se había formado: eliminar a quien la alejó de sus padres. Olvidó a sus padres y hermanos, no los recuerda, ni abuelos, ni nada; lo que no ha podido olvidar es la cara del hombre que se la llevó, la tiene tatuada en su mente y a diario tiene pesadillas con él, aparte de que lo ha vuelto a ver, aunque hace como si jamás lo hubiera visto. Se ha propuesto ser la mejor y algún día hacerlo pagar.
—Han hecho un trabajo excelente; ahora salgan, hoy iremos al bosque, a la zona más frondosa y peligrosa de esta isla. Ella asintió y, al igual que todos, respondió a una sola voz.
—¡Sí, señor!— una sola voz se escuchó y se dirigieron al bosque.
El aire frío del bosque envolvía a los jóvenes reclutas mientras se adentraban en la espesura. Valeria, de tan solo siete años, caminaba al frente del grupo, sus ojos atentos a cada movimiento entre los árboles. A su lado, Antón, de diez años, mantenía una expresión seria, mientras Lucas, Leila y Aura seguían de cerca, sus rostros reflejando una mezcla de emoción y nerviosismo.
Hoy era un día crucial: aprenderían técnicas de supervivencia. Sin embargo, no estaban solos. El resto de los reclutas también y, entre ellos, un grupo de niños reclutas, liderados por una niña de nueve años con una mirada desafiante y un niño de once años, los observaba desde la distancia, susurrando entre ellos. La envidia y el deseo de superar a Valeria eran palpables.
Mientras avanzaban, Valeria notó que el grupo rival se acercaba. La líder, con una sonrisa maliciosa, se dirigió a ellos. —¿Creen que pueden sobrevivir aquí? Este bosque no es para débiles.
Valeria se alejó sin bajar su mirada y comenzaron a caminar; tenían que encontrar unas pequeñas banderas verdes. Ella miraba el mapa y los dirigía. En ese lugar había todo tipo de animales y bichos; les tocó mover ramas en equipo y crear lanzas para defenderse. Solo les dieron un cuchillo y eso lo usaron como punta.
Estuvieron horas en el bosque. Unas banderas estaban en los árboles y trabajaron juntos para recuperarlas. Tuvieron que meterse a un lago turbio para poder encontrar otra bandera con el miedo de encontrarse a un cocodrilo. Pasaron horas en ese bosque.
El grupo de Valeria ya había obtenido todas las banderas. Era la medianoche y tenían hambre y estaban agotados; trataban de cuidarse unos a otros hasta que se volvieron a encontrar con los reclutas de antes.
—Eres una tramposa, ¿ahora de quién recibiste ayuda? Aquí todo te lo dejan más fácil. Habló la niña de nueve años con odio y envidia en su voz y el niño de once solo se rio.
Antes de que Valeria pudiera responder, un grito desgarrador rompió el silencio. Era Luca. Había caído en una trampa oculta por culpa de uno de los niños del equipo contrario; ese era su plan: distraerlos y atacar, sus piernas atrapadas por una red de espinas. Valeria corrió hacia él, su corazón latiendo con fuerza.
—¡Lucas, aguanta! —Sus ojos picaban; su amigo se moría.
Antón y Leila intentaron ayudar, pero el grupo rival los rodeó, impidiéndoles avanzar.
—Esto es solo el comienzo— dijo la líder de nueve años con frialdad. —Aquí solo sobreviven los más fuertes.
Valeria, con lágrimas en los ojos, miró a su amigo atrapado. Sabía que debía actuar rápido. Con una determinación feroz, se lanzó hacia la red, ignorando el dolor de las espinas que se clavaban en sus manos.
—¡No dejaré que te hagan daño, Lucas!
Con un esfuerzo sobrehumano, logró liberar a su amigo, pero no sin pagar un precio. Sus manos sangraban y el dolor era insoportable. Sin embargo, la mirada de gratitud en los ojos de Luca le dio la fuerza para seguir adelante.
El grupo rival, sorprendido por la valentía de Valeria, retrocedió. La líder, furiosa, gritó: —¡Esto no ha terminado!
Valeria, con la respiración agitada, se levantó y miró a sus amigos. —Vamos a salir de aquí juntos. Llevemos a Lucas a la enfermería. No importa lo que pase, siempre nos cuidaremos unos a otros— dijo apoyando a Luca en el hombro de Antón, un momento para girarse hacia la niña de nueve años, Ana y a Sandro, el niño de once años.
—Claro, que no ha terminado, les costará caro esto que hicieron; a mis amigos no los toca nadie. Había odio en esa pequeña criatura; su mirada hablaba por ella. Tomó a Luca del otro hombro y caminaron hasta donde estaban los capitanes. Ya habían cumplido la misión y Luca estaba muy herido; la sangre le brotaba con cada paso que daba.
son excelentes
Gracias
No era tan fuerte el amor si le ganó la desconfianza