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El Despertar Del CEO Al Amor

El Despertar Del CEO Al Amor

Status: Terminada
Genre:Romance / Yaoi / CEO / Matrimonio contratado / Triángulo amoroso / Completas
Popularitas:84
Nilai: 5
nombre de autor: Edna Garcia

Ethan Vieira vivía en un mundo oscuro, atrapado entre el miedo y la negación de su propia sexualidad.
Al conocer a Valquíria, una mujer dulce e inteligente, surge una amistad inesperada… y un acuerdo entre ellos: un matrimonio de conveniencia para aliviar la presión de sus padres, que sueñan con ver a Ethan casado y con un nieto.

Valquíria, con su ternura, apoya a Ethan a descubrirse a sí mismo.
Entonces conoce a Sebastián, el hombre que despierta en él deseos que nunca se había atrevido a admitir.
Entre secretos y confesiones, Ethan se entrega a una pasión prohibida… hasta que Valquíria queda embarazada, y todo cambia.

Ahora, el CEO que vivía lleno de dudas debe elegir entre Sebastián, el deseo que lo liberó, y Valquíria, el amor que lo transformó.
Este libro aborda el autoconocimiento, la aceptación y el amor en todas sus formas.

NovelToon tiene autorización de Edna Garcia para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 8

Las semanas siguientes parecían haber pasado en un abrir y cerrar de ojos.

Valéria se sumergió por completo en los preparativos, transformando cada detalle en un evento. Las flores, el buffet, el vestido, el lugar de la ceremonia, nada escapaba a su mirada minuciosa.

—Quiero todo perfecto —decía ella, animada, con el teléfono pegado a la oreja—. ¡Después de todo, es la boda de mi único hijo!

Mauricio, por su parte, no se involucraba en los detalles, pero observaba el movimiento con una sonrisa satisfecha.

—Valéria, lo importante es que ellos sean felices.

—Y lo serán, Mauricio —suspiró ella, mirando el catálogo de flores—. Valquíria es una muchacha dulce, equilibrada. Finalmente Ethan tendrá paz.

Ethan, sin embargo, no compartía la emoción de sus padres.

Pasaba las noches despierto, mirando el techo, imaginando lo que estaba a punto de hacer. Casarse con una mujer que respetaba, pero por la que no sentía atracción, y aún tener que representar ante todos un amor que nunca existió.

A pesar de eso, no había vuelta atrás.

El acuerdo estaba hecho.

Y Valquíria, con su calma natural, parecía lidiar con todo con una serenidad que lo dejaba confundido y, al mismo tiempo, agradecido.

Una tarde, mientras los dos ajustaban algunos detalles de la ceremonia, él comentó:

—¿No estás nerviosa?

Ella sonrió.

—Un poco. Pero creo que tú estás más que yo.

Ethan rió sin gracia.

—Tal vez porque todavía no entiendo bien lo que estoy haciendo.

—Estás tratando de agradar a las personas que amas —respondió ella—. No es un crimen.

Él se quedó en silencio, observándola. Valquíria parecía cada vez más tranquila, como si ya se hubiera acostumbrado a la idea de convertirse en la señora Vieira.

—No sé cómo agradecerte —dijo él, serio—. Estás a punto de cambiar toda tu vida por mi causa.

—A veces, Ethan, ayudar a alguien es la forma que encontramos de dar sentido a nuestra propia vida —respondió ella, con una sonrisa leve—. Y no pienses que yo no gano nada con esto.

—¿Ganas?

—Claro. Estabilidad, seguridad… y una nueva historia —ella rió levemente—. De cierto modo, los dos estamos siendo salvados por este matrimonio, pues últimamente mi vida estaba sin sentido alguno, estoy feliz por poder ayudarte.

Él no respondió, pero las palabras de ella resonaron hondo.

El gran día llegó.

La boda se realizaría en un salón elegante en la zona sur de São Paulo.

Valéria cuidó personalmente de todo: flores blancas, velas y una orquesta tocando suavemente al fondo.

Los invitados llegaban sonrientes, comentando sobre el encanto de la pareja.

Valquíria estaba deslumbrante. El vestido, simple, destacaba su belleza natural. El cabello recogido en un moño delicado dejaba el rostro a la vista, y la mirada serena revelaba una mujer que sabía exactamente lo que estaba haciendo.

Ethan, de traje gris y corbata clara, estaba impecable, pero por dentro se sentía dividido.

Mientras aguardaba el inicio de la ceremonia, miró a su alrededor y vio el brillo en los ojos de su madre.

Valéria estaba emocionada, orgullosa, radiante. Mauricio, a su lado, sonreía satisfecho.

Y, en aquel instante, Ethan supo que, al menos por ellos, valía la pena continuar con el plan.

La música comenzó.

Las puertas se abrieron, y Valquíria surgió, caminando lentamente hasta el altar.

Cada paso parecía resonar dentro de él, acompañado por una mezcla de alivio y culpa.

Cuando ella llegó frente a él, sonrió con ternura.

—Está todo bien —susurró, bajito—. Recuerda que estamos juntos en esto.

Ethan respiró hondo y retribuyó la sonrisa.

El celebrante inició la ceremonia, hablando sobre amor, complicidad y destino.

Ethan oía cada palabra como si fueran promesas que pertenecían a otra vida, una vida que él nunca tendría coraje de vivir.

Cuando llegó el momento de los anillos, sus manos temblaban levemente.

Él tomó la de Valquíria, fría y firme, y colocó el anillo en su dedo.

—Prometo respetar y cuidar de ti —dijo, en un tono que sonó sincero, aunque el corazón no acompañara.

Ella repitió el gesto, mirándolo a los ojos.

—Y yo prometo estar a tu lado, Ethan, en todos los días que vendrán.

—¡Puede besar a la novia! —dijo el celebrante, con una sonrisa.

Ethan se giró hacia Valquíria, miró su rostro como si estuviera intentando encontrar coraje para hacer lo que el celebrante pidió.

Valquíria sabía que ese beso para Ethan era muy difícil de hacer que sucediera, pues Ethan nunca se había acercado así a una mujer.

Valquíria apretó la mano de Ethan, y tirando de él para que se encontrara con ella.

Ella quería darle fuerzas.

Entonces los labios de los dos se unieron, fue un beso rápido, solamente los labios tocándose.

Los invitados aplaudieron, y Ethan se sintió aliviado pues lo peor había pasado.

Valéria lloraba, abrazando a Mauricio, y decía bajito:

—¡Yo sabía que este día iba a llegar! ¡Nuestro hijo finalmente encontró su camino!

Después de recibir las felicitaciones de los invitados y quedarse por unas dos horas en la recepción, Ethan y Valquíria se miraron una última vez antes de salir del salón. La sonrisa de ella era dulce, pero la de él era apenas un disfraz para la confusión interna.

En el coche, ya lejos de la fiesta, el silencio era denso.

Valquíria lo rompió primero:

—Fuiste perfecto. Ni parecía una boda de apariencias.

Ethan rió, cansado.

—Tal vez porque yo estaba interpretando el papel de mi vida.

—Y yo tu compañera de escena —respondió ella, con ligereza.

Él miró por la ventana, las luces de la ciudad pasando rápido demás.

—Creo que nunca voy a poder agradecerte lo suficiente, Valquíria.

—Ya agradeciste —dijo ella—. Ahora es hora de cumplir lo que prometimos.

Ethan se giró hacia ella, intrigado.

—¿Y no tienes miedo?

—¿Miedo de qué?

—De todo esto. De la mentira. De involucrarte en algo que no es real.

Valquíria pensó por un momento y respondió con serenidad:

—A veces, la vida está hecha de fingimientos. Pero lo que hacemos con lo que fingimos es lo que define quiénes somos.

Él se quedó en silencio.

Sabía que, en el fondo, Valquíria tenía razón.

El coche siguió por la carretera hasta la mansión de los Vieira, donde ellos fueron a buscar las maletas.

Al descender del vehículo, Ethan la miró y, por primera vez, sintió un extraño confort.

No era amor, pero era una complicidad sincera.

Valquíria tomó su mano y susurró:

—Ahora somos marido y mujer, Ethan. Y, de algún modo, creo que el destino quiso que fuera así.

Él asintió.

Tal vez el destino tuviera sus propios planes, planes que aún estaban lejos de ser comprendidos.

Aquella noche, mientras todos festejaban, Ethan observaba a la distancia, con una mezcla de alivio e incertidumbre.

Sabía que había cruzado un límite.

Pero, por primera vez en años, no se sentía solo.

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