En un mundo donde las mujeres están infravaloradas, Una Ceo que se aferra con todas las fuerzas a permanecer y ser la mejor en el ambiente llenos de hombres.
Se enamora de alguien a quien nadie le conoce, Él no tiene un apellido reconocido, y por tanto su familia no lo aceptará.
¿te la jugaras por el?
¿Renunciaría a toda tu fortuna por el amor ?
Descubramos está historia juntos.
NovelToon tiene autorización de Genesis Argentina Martínez Ramírez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Una CEO en Capri
Aquí estoy… en un avión comercial. Sí, comercial.
¿Por qué? Porque a mi madre se le ocurrió que viajar en el jet de papá no era “emocionante”. Según ella, las vacaciones comienzan cuando te subes a un avión lleno de desconocidos que te miran como si fueras un bicho raro, y tú tienes que poner una sonrisa forzada y actuar amable.
Detesto eso.
Todo el mundo que me conoce sabe que ando con mi cara de culo todo el tiempo. Porque así soy. Punto.
Lo peor es que ni siquiera sé a dónde vamos.
Cada vez que le pregunto, mi madre solo responde con un:
—Ya lo sabrás cuando lleguemos.
Sus misterios siempre terminan con algún drama.
Abro mi laptop —mi fiel compañera— y empiezo a revisar cuentas, movimientos de las empresas y notificaciones. Le pedí a Kassy que me mantuviera informada de todo mientras estoy fuera. Sí, estoy de vacaciones, pero eso no significa que me desconecte del mundo. No soy ese tipo de persona.
Después de unas horas aterrizamos y… ¡no lo puedo creer!
Estamos en Italia.
Mi querida y hermosa Italia.
Tenía años sin venir. Desde que papá decidió mudarnos a Estados Unidos para expandir su imperio, no había pisado esta tierra otra vez.
—Mamá, Italia está tal como la recuerdo. Sabes que amo este lugar, me trae buenos recuerdos —digo, y no sé de dónde salió tanta emoción. Me aclaro la garganta y vuelvo a mi pose habitual.
—Sí, Lara, yo también extrañaba venir.
—¿Tú? Pero si vienes todos los años —le reprocho con una ceja arqueada.
—Este es mi país, donde viví muchos años de mi vida, donde naciste y donde está mi familia. Aunque venga cada año, siempre lo extraño —responde con nostalgia—. Vamos a la isla de Capri. Nos quedaremos en un hotel cerca de la playa. Y cuando falten dos días para irnos, visitaremos a la familia en la ciudad.
—Está bien, como digas, mamá…
Nunca pude ir cuando era niña. Siempre pedía que me llevaran, pero el trabajo lo hacía imposible. Luego nos mudamos, y esa ilusión quedó archivada.
Al salir del aeropuerto, tomamos un taxi. Idea anticuada de mi madre: usar transporte público “para vivir la experiencia local”. Por Dios… siendo quien somos, podríamos tener chofer hasta en medio del mar. No la entiendo.
Pero al llegar…
Wow. Capri es aún más hermosa de lo que imaginé.
El hotel es digno de una CEO como yo. Vacaciones bien merecidas.
Todo es perfecto hasta que me doy cuenta de un detalle importante:
¿Dónde demonios voy a dormir?
Claro, mamá reservó su habitación hace meses. Yo no estaba en los planes originalmente. Me volteo hacia ella con cara de pocos amigos, justo cuando se acerca con una expresión sospechosa.
—Hija, tenemos un problema…
—Sí, mi habitación —respondo seca.
—Exacto. Como no confirmaste que vendrías, no hice reserva para ti.
—¡Obvio! Si a última hora a ti y a papá les dio esta locura de que viajara contigo…
—Muchachita, más respeto, que aún soy tu madre —me lanza con tono autoritario.
Respiro hondo. Me acerco a la recepción a ver si hay solución.
—Señorita, disculpe los inconvenientes. Como le expliqué a su madre, no tenemos más habitaciones del tipo que ella reservó. Solo nos quedan dos disponibles en la planta baja —me informa con voz amable la recepcionista.
¿En serio? ¿La planta baja?
—Está bien. Deme la mejor que tenga disponible ahí abajo —digo con resignación.
Me entregan las llaves. Camino hacia la habitación con cero expectativas… pero al entrar, me sorprendo:
La habitación es encantadora. Si esta es la “más sencilla”, no quiero imaginar cómo será la suite presidencial.
Desempaco y organizo mis cosas. Me pongo un traje de baño.
No es por presumir, pero tengo un cuerpo de infarto. No soy de mostrarlo ni de andar medio desnuda como muchas hacen, pero estoy de vacaciones, y creo que es momento de hacer cosas que normalmente no haría.
Voy a la habitación de mi madre para ver si baja conmigo.
—Oh, hija, ya estás lista. Espérame que busco la bolsa y nos vamos.
Bajamos a la playa. Es… espectacular.
Me recuesto en una tumbona, pido una bebida y cierro los ojos para disfrutar del sol. Mamá, a mi lado, no pierde tiempo y me señala a unos chicos que pasan sin camisa.
Sí, están bien. Bastante bien.
Pero no vine a coquetear. Vine a desconectarme.
A través de mis gafas oscuras veo cómo muchos me miran. Como si fuera una estrella de cine o una obra de arte que camina. Estoy acostumbrada, aunque a veces se pasan.
Eso sí, al que intente pasarse de listo, lo dejo en vergüenza en menos de cinco segundos.
Vacaciones o no… sigo siendo Lara
La isla de Capri.