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Esencia De Oso

Esencia De Oso

Status: En proceso
Genre:Vampiro / Hombre lobo / Apoyo mutuo
Popularitas:1.7k
Nilai: 5
nombre de autor: IdyHistorias

Un chico se queda solo en un pueblo desconocido después de perder a su madre. Y de repente, se despierta siendo un osezno. ¡Literalmente! Días de andar perdido en el bosque, sin saber cómo cazar ni sobrevivir. Justo cuando piensa que no puede estar más perdido, un lince emerge de las sombras... y se transforma en un hombre justo delante de él. ¡¿Qué?! ¿Cómo es posible? El osezno se queda con la boca abierta y emite un sonido desesperado: 'Enseñame', piensa pero solo sale un ronco gruñido de su garganta.

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Cuando volví a pronunciar su nombre

Seguíamos durmiendo en el suelo de la sala. Yo sabía que ella estaría más cómoda en la cama, y me moría por pedirle que descansara ahí, pero no podía. No encontraba las palabras, ni siquiera en mi mente, para expresarlo. Tampoco quería estar lejos de ella, ni un segundo. Había pasado demasiado tiempo sin tenerla cerca, y ahora que estaba conmigo, necesitaba sentirla a mi lado, aunque fuera en el frío suelo. Así que nos acurrucábamos juntos cada noche, como si el resto del mundo no importara.

La mañana del tercer día desperté con una sensación extraña, algo diferente. Al abrir los ojos, lo primero que vi fue a Ámbar, acurrucada contra mí, respirando con calma. Algo dentro de mí se agitó. Miré mis brazos, que ahora la rodeaban, y me di cuenta, con un temblor que recorrió todo mi cuerpo, de que ya no eran patas. Eran brazos, los míos, humanos.

El aire se me atascó en la garganta al intentar moverme. Al abrir la boca, la voz que salió de mí era ronca, arrastrada, como si hubiera pasado una eternidad sin usarla.

—Ámbar...

Ella abrió los ojos de golpe, sobresaltada por el sonido, y cuando me vio, su expresión cambió. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y en un instante me abrazó con fuerza, sus sollozos llenando el silencio de la habitación.

—Te he extrañado tanto —logró decir entre lágrimas, su voz quebrada.

El dolor en mi pecho se mezclaba con un alivio indescriptible. Sentía cómo mi cuerpo, mi esencia y mi corazón comenzaban a repararse. No podía soltarla. La estreché con fuerza, necesitando confirmar que era real, que estábamos juntos.

—Te amo, Ámbar —susurré, mi voz rota por el peso del tiempo perdido—. Te he extrañado cada segundo.

Ella, aún abrazándome, comenzó a acariciar mi rostro, como si necesitara asegurarse de que no era un sueño. Su tacto era suave, lleno de amor, pero también de desesperación. La abracé con todo lo que tenía, temiendo que, si la soltaba, todo esto se desvanecería.

—No vuelvas a dejarme —murmuró, aferrándose a mí, como si quisiera fusionarse con mi ser.

—Nunca —le prometí, apretándola más contra mi pecho.

Su cercanía me reconfortaba, pero al mismo tiempo despertaba algo más profundo en mí. Mi cuerpo la deseaba, mi espíritu la anhelaba, pero sabía que no estaba completamente restaurado. Mi esencia aún no era pura, y no podía arriesgarme a ponerla en peligro. Intentar levantarme del suelo fue una lucha: mis músculos, debilitados por el cautiverio, no respondían como antes. Cada movimiento parecía drenarme aún más. Ámbar, siempre a mi lado, comenzó a masajear mis piernas y brazos con una delicadeza que parecía diseñada para devolverme la vida.

—Estoy bien —murmuré, aunque era evidente que no lo estaba—. Pronto me levantaré.

Ella no respondió con palabras, pero tampoco dejó de masajearme. Sus manos se movían con cuidado, casi como si tejiera algo invisible entre nosotros, algo que necesitaba más que nunca. Sus ojos me observaban, buscando signos de mejora, y finalmente, con una mezcla de duda y preocupación, me preguntó qué había pasado.

Le conté lo que podía: fragmentos de lo vivido, lo suficiente para calmar su inquietud sin mostrarle la peor parte de mi pesadilla. Los recuerdos más oscuros, los que aún me atormentaban en silencio, decidí guardarlos para mí. Después, me ayudó a llegar al baño y, con una dedicación que solo ella podía tener, me metió en la tina. El agua tibia y sus manos suaves eran un alivio inesperado. Me lavó como si quisiera borrar cada sombra, cada huella de lo que me habían hecho.

Cuando terminé, me entregó mi viejo buzo para dormir. Me metió en la cama a pesar de mis débiles protestas, cubriéndome con las mantas. Mi ropa, que antes me quedaba ajustada, ahora colgaba de mi cuerpo. Había perdido tanto peso que apenas reconocía mis propias manos. Sin embargo, Ámbar no hizo ningún comentario. Para ella, yo seguía siendo el mismo.

Mientras yo me acomodaba, ella comenzó a cambiarse de ropa. No parecía consciente del espectáculo que me ofrecía, pero mi corazón, aún debilitado, comenzó a latir más rápido. Su cuerpo, delineado por la luz tenue de la lámpara, me recordaba todo lo que amaba de ella, y más. Me detuve antes de decir algo; no quería que notara mi mirada. Pero ella lo hizo.

—Te quiero y te necesito más de lo que puedes imaginar —dijo con una sonrisa tierna, sentándose a mi lado en la cama—. Pero quiero que estés bien, fuerte y aquí conmigo.

Suspiré, sintiendo el peso de su amor. Quería corresponderle, pero mi cuerpo, aún frágil, era un recordatorio de lo lejos que estaba de ser el hombre que ella merecía.

En ese momento, Barret y la tejedora llegaron. Barret me dio una sonrisa al verme en mi forma humana. Estaba más aliviado que el día anterior. La tejedora, sin perder tiempo, se acercó y movió sus manos en un gesto fluido. Algo en mi interior pareció reaccionar; la esencia dentro de mí comenzó a fluir con mayor naturalidad.

—Mañana —dijo con seguridad—, ya se habrá ido por completo. Esto es obra de alquimistas, o algo peor.

—No, son científicos de una empresa que vende armas —dije, recordando fragmentos de conversaciones que había oído.

Barret maldijo en voz baja, su rostro endureciéndose por la furia. Intentó sacar más detalles, alguna pista sobre los responsables, pero mis recuerdos eran un caos. Todo estaba envuelto en sombras y dolor.

—Hablaban de que no encontraban diferencias entre mis formas —murmuré, reviviendo los ecos de sus voces frías y analíticas.

La tejedora rió, pero no con alegría.

—Eso es porque no entienden. Si te pinchan ahora, tu ADN es humano. Si te pinchan como oso, es de oso. La esencia que nos permite cambiar no se puede controlar ni comprender con sus métodos. Pero el momento del cambio… ahí es donde todo se revela.

Le hablé sobre Wang, el joven veterinario que parecía haber intentado ayudarme. Mencioné que había mencionado a un antepasado suyo, alguien que podía transformarse en un tigre.

—Es posible que tenga una esencia marchita —dijo la tejedora—. Algo residual, pero suficiente para darle empatía hacia los nuestros. ¿Notaste algo extraño en él?

Negué, aunque recordé que su presencia no me había resultado amenazante. Había algo diferente en él, algo que me hacía confiar, aunque no supiera por qué.

Barret se levantó con decisión.

—Voy a reunir a los líderes. No podemos permitir que esto vuelva a suceder.

Mientras él salía con la tejedora, me quedé pensando en lo que había pasado. Quería asegurarme de que nadie más tuviera que sufrir lo que yo había sufrido. Una parte de mí deseaba venganza, pero otra, más fuerte, solo quería proteger a Ámbar y a los nuestros.

Durante el día, intenté moverme un poco más. Mis músculos, aún rígidos, protestaban con cada paso, pero la necesidad de sentirme útil me empujaba a seguir. Mi voz, aunque aún áspera, comenzaba a recuperar su fuerza. Pude hablar más, decir palabras completas sin que me doliera tanto, pero cada esfuerzo me agotaba.

Ámbar permanecía cerca, siempre lista para sostenerme si flaqueaba. Sus manos suaves y firmes eran mi ancla, su presencia, mi refugio. A pesar de todo, no podía evitar sentirme inútil. Toda mi vida había sido alguien fuerte, alguien capaz de proteger. Ahora, dependía completamente de ella. Pero Ámbar no parecía verlo de esa manera. Su amor y dedicación no dejaban espacio para mis inseguridades.

La forma en que Ámbar me cuidaba me llenaba de una calidez indescriptible. Se encargaba de todo: desde traerme comida hasta asegurarse de que no intentara moverme más de lo necesario. Su mirada, mezcla de alivio y preocupación, me mantenía anclado a la realidad. En sus ojos había un amor inquebrantable, uno que había soportado mi ausencia y la incertidumbre de si volvería.

Un día, intenté caminar por mi cuenta, pero mis piernas apenas soportaron mi peso. Ella se apresuró a sostenerme, con sus manos firmes alrededor de mi cintura.

—Derek, descansa un poco más —dijo con una suave sonrisa que no ocultaba su inquietud.

—Quiero moverme por mí mismo —respondí, mi voz aún áspera, frustrado por mi debilidad.

—Lo harás. Solo necesitas tiempo. Estoy aquí para ayudarte.

Su determinación era inquebrantable, tanto que no tuve más opción que asentir y volver al sofá. Su apoyo me daba fuerzas, pero también me hacía sentir vulnerable. Sin embargo, nunca me hizo sentir menos; al contrario, me hacía sentir amado.

Al día siguiente, mi cuerpo parecía más fuerte, aunque aún dolido. Deslicé con cuidado a Ámbar, que dormía enredada en mí, y fui a la cocina. Quería devolverle algo de normalidad, preparar un desayuno que nos recordara los días antes de mi desaparición. Mientras cocinaba, escuché un ruido detrás de mí. Al girarme, vi a Ámbar, su rostro pálido y ansioso.

—Derek... —murmuró con la voz quebrada, llevándose una mano al pecho—. No estabas... pensé...

El miedo en sus ojos me golpeó como un puñal. Dejé todo y la rodeé con mis brazos, sosteniéndola con fuerza.

—Abejita, perdona —susurré, mi voz llena de arrepentimiento—. Quería sorprenderte, hacer algo para ti. No quise asustarte.

Ella levantó la mirada, sus ojos brillantes por las lágrimas.

—Me asusté porque pensé que te había perdido otra vez.

Apreté los dientes, una mezcla de rabia conmigo mismo y un impulso protector inundándome.

—Estoy aquí, y siempre lo estaré.

La llevé al sofá, acurrucándola en mi regazo. Su pequeño cuerpo temblaba mientras la mecía, tratando de calmarla. Permanecimos así hasta que su respiración volvió a ser tranquila. Cuando alzó la cabeza, su rostro, aunque cansado, mostraba ese amor profundo que me dejaba sin palabras. Me juré en ese instante que haría lo imposible por protegerla, para que nunca más tuviera que sentir ese miedo.

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Martha Martina
x favor escritora continúa con la historia xq es brillante y muy hermosa 😭x favor 👏
Martha Martina
increíblemente hermoso espero que la autora siga contando la historia xq es taaaan buena muchacha felicidades hermosísima historia 😢😘❤️♦️❤️
IdyHistorias: La autora se fue de vacaciones pero ya volvió … 🫣
total 1 replies
~§~*NAY*~§~
llore😭
Greiselyn lisbeth
se ve interesante 😉
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