El Amado De La Archiduquesa

Bianca fue una de las primeras casas nobles en llegar al club. A pesar de que la reunión estaba prevista para primera hora, sacrifico su sueño "por el vienestar de los negocios", tomó su lugar junto a los cuatro pilares del imperio, que ya estaban en sus asientos y comenzaron a hablar de negocios. Ellos eran las potencias más grandes dentro del imperio; siempre era bueno fortalecer las relaciones comerciales entre ellos.

Representando al ducado Vitaly, quien era el pilar principal del imperio, ya que sostenía los acuerdos comerciales con otros imperios y reinos, estaba su tío Théodore.

En sus pocos meses de gestión, Théodore logró llegar a varios acuerdos comerciales importantes tanto dentro como fuera del imperio. Él estaba enfocado en hacer crecer el ducado; su matrimonio se realizaría cuando su prometida cumpliera la mayoría de edad, y aún faltaba para eso.

En representación del ducado Mesellanas, quien se posicionaba como el segundo pilar del imperio, siendo la casa formadora de médicos y curanderas de renombre, estaba la princesa Victoria. Aunque le faltaba un año para debutar en sociedad, muchos nobles presentes en el club estaban interesados en obtener su mano, aunque tuvieran que dar una dote exorbitante.

A diferencia de otros imperios, donde son las mujeres quienes entregan dotes a los hombres, en el imperio Terranova los hombres eran quienes entregaban dote a sus esposas.

En los inicios del imperio, fue el primer emperador quien implementó esta regla. Él tenía la creencia de que la hombría y riqueza de una casa noble se medía por la dote que entregaban a sus esposas; esa dote también protegía a las jóvenes en un matrimonio desafortunado. Lamentablemente, la mayoría de los familiares se quedaba con esas dotes, dejando a las mujeres desprotegidas.

En representación del marquesado Santillana estaba un hombre de unos veinticinco años, un marqués intachable. La casa Santillana era conocida por sus grandes minas de oro y diamantes, lo que lo hacía un candidato irresistible. Ninguna dama había podido enredarlo; él era consciente de que las damas y jóvenes en edad casadera solo se acercaban a él por su extensa fortuna. Era un hombre de aspecto tétrico, por lo que ninguna dama lo quería cerca voluntariamente.

El último pilar del imperio era un vizcondado. La casa Lans era tan antigua como los cauces del río; ellos eran los encargados de producir el ochenta por ciento de las hortalizas y granos que se consumían en el imperio. Este hombre, a diferencia de las cuatro personas sentadas en su mesa, tenía ideales muy peculiares: no quería una esposa conflictiva que pusiera en riesgo el vizcondado como lo hizo su madre. Él prefirió tener varias concubinas, mujeres que no tuvieran derecho a intervenir en las decisiones del vizcondado. A su corta edad, ya tenía tres concubinas que entraron después de su nombramiento; por el momento, no había tocado a la primera, no lo veía necesario, aunque no faltaba quien se ofreciera a acompañarlo en su lecho.

Bianca cerró un importante negocio con el marqués Santillana; ella le proporcionaría soldados bien entrenados a cambio de un buen porcentaje de las minas de diamantes.

La mirada de Bianca se posó en la entrada del establecimiento, sin prestar atención a las miradas maliciosas que estaban sobre ella.

Victoria estaba asqueada por el aura de esos nobles despreciables. Ella y Bianca se habían convertido en el centro de atención de algunos nobles, que las consideraban candidatas perfectas para esposas. Algunos se habían atrevido a apostar sobre quién conseguiría a una de las princesas en matrimonio.

Cuando el gran general se presentó en la reunión, Bianca centró toda su atención en él. Su traje estaba impecable, su cabello un tanto desordenado, dándole un aire de rudeza. Sus miradas se conectaron, brillando con intensidad; una sonrisa coqueta se escapó de sus labios. Era inevitable no sentir la conexión entre ellos; ambos querían acortar la distancia y fundirse en un abrazo eterno, pero debían guardar las apariencias hasta que se celebrara su fiesta de compromiso.

Un marqués que se había interesado en el puesto de archiduque más que en la joven archiduquesa veía su oportunidad escaparse entre sus ojos, y eso no lo permitiría. Se acercó discretamente al cuarto Pilar del imperio y comenzó una conversación bastante amena. Cuando vio que el gran general se estaba acercando a la mesa, no desaprovechó la oportunidad de destilar su veneno.

— No comprendo qué hace un hombre sin título nobiliario en una reunión que claramente solo le concierne a nobles. No estamos en un entrenamiento de soldados; quien le envió la invitación cayó muy bajo —comentó el hombre que pasaba la edad del padre de Bianca con disgusto, el hombre aún se conservaba pese a su edad, pero a Bianca le resultó asquiante el acercamiento del hombre.

— Lo mismo que un hombre sin logros propios, cerca de nobles influyentes. Su título solo es un adorno ante nuestros logros. Modere sus palabras, Marqués Galván; se está refiriendo al gran general de este imperio, al hombre que nos protege en el campo de batalla — reprendió Bianca al hombre con cortesía, a pesar de su enfado.

— Excelencia, no debería defender a un hombre de una casta tan baja. Ambos padres, insignificantes plebeyos con una educación precaria; esa plebeya que se viste de condesa debe ser una ignorante. Obtuvieron el título que tanto ostenta únicamente porque ganaron el favor del emperador al salvar a unos nobles desafortunados. Esa es la única hazaña que hizo el general retirado, quien, a mi parecer, tuvo un desempeño patético. Este hombre solo hace su trabajo como general del imperio, que es protegernos de futuras amenazas, nada más destacable. Considero que la archiduquesa le debe una disculpa al Marqués Galván —refutó un barón con altanería.

— Barón Evans, debería guardar respeto. Le recuerdo que su casa solo tiene dos generaciones en el imperio; no tiene logros más destacables que casarse con la hija de un conde —le recordó el Marqués Santillana, cansado de la arrogancia del hombre.

— ¿Un perro callejero revelándose contra quien lo alimenta ? Recuerde su posición; usted es un barón. ¿Quién se cree para decirle a la archiduquesa de este imperio a quién defender? Ha cruzado los límites que le rodean; no es nadie para decirle a la archiduquesa de este imperio que se disculpe con un marqués. ¡Arrodíllese ahora! —le ordenó Théodore; él no permitiría que ofendieran a su preciada sobrina.

— Barón, que le quede algo claro: los nobles desafortunados que el gran general Colonna salvó fueron mis padres. Ese hombre, que tuvo un desempeño patético, como usted menciona, tuvo la valentía de enfrentarse a varios mercenarios muy bien entrenados para salvar a mis padres, cuando la anterior emperatriz ordenó asesinarlos. —Bianca estaba realmente furiosa; nadie se atrevía a interponerse en su camino. Estaban seguros de que el barón lamentaría su error.

— La plebeya ignorante a la que se refiere es una condesa, y tiene que dirigirse a ella como tal. ¿O acaso su familia no tuvo suficiente patrimonio para contratar a un tutor decente? —el hombre apretó los puños con rabia; no podía refutar o estaría hundido.

— Tengo entendido que el título de conde es mayor que el título nobiliario de barón. La condesa de Colonna fue la dama de compañía de mi madre y recibió la misma educación que ella. Les recuerdo que mi madre pertenece a una de las casas más prósperas y antiguas de este imperio, la casa Vitaly. Contra quien despotrica, llamándolo hombre de baja casta, es mi prometido desde hace seis meses; no habíamos anunciado nuestro compromiso por mis deberes como archiduquesa. —La revelación dejó aterrorizados al barón y al marqués, que fue quien inició toda la disputa.

— A partir de hoy, la casa Chevalier rompe todo lazo con la baronía Evans y con el marquesado Galván, por ofender al amado de la archiduquesa.