La Extra Es Una Detective

Al parecer, su último pensamiento era cierto. Aquel sueño vino cuando estaba a pocas semanas de dar a luz y sabía lo débil que era ese cuerpo; por algo murió la dueña original. Sin duda, ese cuerpo no aguantaría el parto; sin embargo, ella haría todo lo posible para poder sobrevivir y quedarse aquí por su bebé. No quería regresar y dejarlos solos. Al principio, este mundo solo se había convertido en su segunda oportunidad, pero ahora tenía personas valiosas que ella quería.

Aquella noche, nuevamente se despertó por aquella misma imagen de ella en la bañera; sin embargo, ahora había algo más: una voz que le decía que tenía que volver a donde pertenecía.

—¿Por qué no quieres regresar? —miró en todas partes tras escuchar aquella voz, esa misma voz que había empezado a oír en sus sueños—. Este no es tu mundo. Deberías estar contenta de poder volver.

—No quiero volver, no planeo dejar a mi bebé ni a mi esposo solo.

—Desde el principio, nunca debiste ser arrastrada a este mundo. Fue una equivocación.

—No me importa. —Buscó en todas partes para encontrar al menos de quién se trataba.

—Ya deberías saber que es muy probable que ese cuerpo débil no aguante el parto. ¿No es así? —Aelin frunció el ceño.

—Mientras tenga la mínima posibilidad, seguiré aferrándome a este cuerpo. —Después de sus palabras, la voz ya había desaparecido. Suspiró preocupada y, segundos después, la puerta de la habitación se abrió.

—Buenos días, cariño.

—Buenos días. —Levantó la mirada observando a Magnus. Este había tenido una reunión en la mañana con los ministros. Frunció el ceño al ver el rostro de Aelin.

—¿Te encuentras bien? —Se acercó de inmediato con preocupación—. Estuviste llorando.

—No, estoy bien. —Sonrió tratando de convencerlo—. Además, el embarazo me ha estado teniendo muy agotada, ya sabes.

—¿Quieres que te haga un masaje? — Asiente con la cabeza y el emperador la carga.

****

El día del parto había llegado, en una noche sin previo aviso.

Magnus no tardó en llamar a la partera, que había estado en el palacio desde el embarazo de Aelin, ya que esta la cuidaba.

—Su majestad, necesito que salga para atender a la emperatriz.

—¿Ella estará bien?

—No se preocupe. —No tuvo más opción que quedarse afuera dando vueltas, mientras que los padres de Aelin y Celia apenas llegaban al recibir la noticia de que el bebé estaba por nacer.

Toda la familia estaba nerviosa por el simple hecho de saber que Aelin siempre había sido débil de salud y temían que algo le pudiera pasar.

A continuación, los gritos de la chica resonaron en el pasillo.

—Su majestad, por favor, tiene que tranquilizarse. —Detuvo la esposa del general al ver que este intentaba abrir la puerta para entrar.

Por otro lado, en la habitación, Aelin realmente se encontraba en una verdadera batalla. Nunca imaginó que el parto fuera tan doloroso; sentía que estaba por desmayarse, sin embargo, hacía todo lo posible para no hacerlo.

—Por favor, su majestad, puje un poco más, ya casi.

—Ya no puedo. —Sollozó mirando el techo.

“Qué estúpida fui al pensar que ese cuerpo débil de la extra podría aguantar”, pensó entrecerrando los ojos cuando nuevamente volvió a escuchar la voz.

—¿Solo te vas a rendir así? —De alguna manera, aquella voz le dio una fuerza para seguir y, segundos después, pudo escuchar los llantos del bebé.

—Felicidades, su majestad, es ni—. No pudo escuchar la palabra al quedarse inconsciente.

Y nuevamente había vuelto a verse en la era moderna, en aquella misma bañera y con los mismos detalles.

—Volví. —Observó su cuerpo todavía en la bañera—. Al parecer, no. —Se encontraba en una especie de espacio al aire.

—Tu cuerpo ha pasado demasiado tiempo sin un alma; si no regresas en pocos minutos, morirás.

—No quiero regresar.

—¿Por qué te niegas tanto a regresar? —Cuestionó la voz—. Tienes buena salud allá, un buen trabajo y dinero.

—En este mundo casi no tengo nada; las personas que quiero no están aquí. Si no puedo quedarme donde quiero, entonces prefiero no volver.

—Ya veo. —Tras aquellas palabras, la persona detrás de la voz finalmente hizo su aparición.

—Eres la verdadera dueña del cuerpo. —La miró sorprendida.

—Ya que no quieres volver, entonces hagamos un trato.

—¿¿Trato??

—Puedes quedarte; a cambio, quiero tu cuerpo. Quiero vivir esa vida que tienes en ese mundo tan extraño y raro.

—No sería lógico que tú quieras que te devuelva tu cuerpo. Mejor, tienes a tus padres y a tu hermana.

—Tienes razón, pero sé que ellos están muy contentos contigo. Es suficiente para mí saber que les haces felices. —Sonrió—. A cambio, lo único que he hecho yo era darles problemas debido a mi salud.

—No es así, para ellos nunca fuiste un problema.

—No te preocupes; además, aunque quisiera volver a mi cuerpo, no podría, porque ya morí en ella.

—Pero pensé que ese cuerpo no aguantaría el parto. —Miró a la antigua dueña del cuerpo confundida. Aunque no sabía lo que tenía en mente, estaba dispuesta a cualquier cosa con tal de volver.

—Por supuesto que no lo aguantó. Como favor que me estás dando, tu cuerpo es lo menos que puedo hacer. —El espíritu de la antigua dueña del cuerpo sonrió y luego puso su dedo índice sobre sus labios susurrando—: Despierta.

Aelin abrió los ojos con el corazón latiendo sin control alguno y lo primero que vio fue a Magnus, con el rostro asustado.

—Es un milagro. —Murmuró la partera al ver a la chica despierta y aún respirando.

—Cariño. —Él tenía los ojos llenos de lágrimas y no dudó en abrazar a Aelin, quien sonrió correspondiendo con una sonrisa—. Pensé que me dejarías; tuve tanto miedo.

—Nunca te dejaría. —Susurró.

—Es una hermosa niña, felicidades. —La mujer entregó a la bebé a Aelin, quien la tomó con cuidado, observándola.

—Es igualita a ti. —Murmuró Magnus, mirando a la bebé con asombro y ternura.

Lo único que había heredado de él eran sus ojos.

—¿No te gusta?

—Al contrario. Me encanta. —Abrazó a ambas mientras que la chica sonreía.

—Hija.

—Hermana.

Pronto entró su familia, quienes suspiraron aliviados al verla en buen estado.

—No se preocupen, estoy bien.

—¿Qué nombre le pondrán? —Ante aquellas palabras de la partera, todos miraron a la bebé mientras sonreían.

—Nixie. —Mira a su hija con una sonrisa.

—Es un perfecto nombre para nuestra princesa. —Deja un beso en la frente de Aelin, ella lo mira con una sonrisa y luego a su familia, que se encontraba perdida adorando a la bebé.

“Gracias.” —Estaba agradecida con la antigua dueña del cuerpo que le dio otra oportunidad de poder quedarse en este mundo con sus seres amados.

Y sin duda, no lo va a desaprovechar.

-Fin-