Curvas del Destino
Una historia de amor, coraje y renacer.
Lina Song perdió a su madre a los 16 años y terminó en un orfanato, donde su sobrepeso la convirtió en blanco de burlas y humillaciones. Al cumplir 18, con esfuerzo y el apoyo de trabajadores sociales, consigue empleo como auxiliar de limpieza y luego en una cafetería para poder pagar su renta.
Allí conoce a Daniela Ling, hija de un millonario, quien se convierte en su mejor amiga y la ayuda a ingresar a la universidad. Todo parece mejorar… hasta que aparece Luzbel Shao, un joven poderoso y arrogante que no tarda en hacerle la vida imposible. Pero lo que inicia como acoso se convierte lentamente en una pasión imposible de ignorar.
Cuando el primer amor de Luzbel regresa y Lina descubre que está embarazada, su mundo vuelve a romperse. Decide huir y empezar de nuevo… lejos del dolor y los secretos.
¿Podrá el amor sobrevivir a la distancia, el poder y las heridas del pasado?
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Miradas que queman, cambios que sanan.
Desde aquel día que yo enfrente con palabras a las chicas de mi clase, algo había cambiado.
No solo en la forma en que los demás me miraban, sino también en como yo comenzaba a mirarme a mí misma.
Cada mañana al arreglarme frente al espejo, mis ojos parecían tener un brillo diferente.
Más firme.
Más vivo.
Pero aun, en el fondo, seguía sintiéndome una extraña en ese mundo de riqueza, apariencias y miradas.
Y entre todas esas miradas, había una que comenzaba a perseguirme… Luzbel Shao.
Era difícil de ignorar.
Cada vez que coincidíamos en los pasillos, en la biblioteca o incluso al cruzarnos en la entrada principal, Yo sentía la intensidad de sus ojos oscuros sobre mí.
No me hablaba, no me sonreía, pero sus miradas eran como cuchillas de fuego rozando mi piel.
Un día, al salir de clase con unos libros apretados contra mi pecho, lo vi de reojo.
Estaba recargado en una columna, como siempre, rodeado de otros estudiantes.
Y entonces, lo note. Sus ojos no estaban en mi rostro. Estaban más abajo. Directamente observando mis pechos.
Mi pobre corazón dio un brinco.
El calor subió a mis mejillas como una ola de vergüenza.
Camine rápido, evitando su mirada, apretando mi mochila con fuerza.
No le dije nada a Daniela.
Simplemente no pude. ¿Cómo explicar que uno de los chicos más ricos y poderosos de la universidad me había mirado así?
Me sentiría ridícula, vulnerable. Y lo único que quería era que pensara que me estaba haciendo ilusiones.
En la cafetería donde trabajaba, yo me sentía más cómoda.
Ahí, al menos, nadie me exigía verme perfecta ni saber de marcas costosas.
Solo necesitaba servir el café caliente, limpiar las mesas, atender con una sonrisa.
Pero incluso en este pequeño refugio, Luzbel comenzó a aparecer.
Al principio fue una vez, luego dos, luego casi a diario.
Siempre con Alexander, siempre pidiendo lo mismo: café negro para él, capuchino doble para su amigo.
Nunca hablaban conmigo, pero Luzbel me observaba.
Esa mirada suya ya no parecía desprecio.
Había algo más.
Algo que yo no quería nombrar.
- ¿Es mi imaginación o esos dos ahora se aparecen mucho por aquí? – me pregunto un día mi compañera de trabajo, Leti.
Yo solo me encogí de hombros.
- Tal vez la comida les gusta más que la del comedor principal.
Pero en el fondo sabía que no era eso.
Y cada vez que sentía los ojos de Luzbel sobre mi mientras limpiaba una mesa o servía una bandeja, algo dentro de mi estómago se revolvía entre nervios y ansiedad.
Esa noche ya de regreso en el departamento, Daniela me encontró en el sofá, agotada, con los pies descalzos y una libreta en las piernas.
- Oye, Lina…
- ¿Hm?
Daniela se sentó junto a mi con una sonrisa traviesa.
- Estaba pensando… La fiesta del sábado. La que organizaron Luzbel y Alexander. ¡Podrías venir conmigo!
Yo la mire con incredulidad.
- ¿Yo? ¡No, no, ni loca! No tengo ropa para eso, ni se bailar, ni…
Daniela me interrumpió con un dedo sobre mis labios.
- Shhh. Si puedes. Te lo digo enserio. Mañana no tenemos clases, ¿Recuerdas? Pensé que podríamos ir de compras. Te ayudare con el look, el maquillaje, todo… es un regalo.
Yo me quedé en silencio.
- No tienes que gastar en mí, Dani.
- Quiero hacerlo – afirmó con firmeza – Porque eres mi amiga. Y porque quiero que te veas como realmente eres: hermosa.
Las palabras de Dani, calaron profundo.
Yo sentí un nudo en la garganta.
Nunca nadie me había llamado así.
- De acuerdo – susurre al fin, con una sonrisa tímida –
Daniela aplaudió como niña.
- ¡Si! Mañana será el día del cambio.
…………….
A la mañana siguiente, nos despertamos y desayunamos.
Nos fuimos directo al centro comercial.
El centro comercial estaba repleto de vitrinas brillantes, maniquíes perfectos y escaparates que parecían sacados de otro mundo.
Daniela me arrastro de tienda en tienda, probándome vestidos, zapatos, accesorios.
- ¡Este te quedo espectacular! – me dijo Daniela al verme con un vestido negro ajustado, de tela así, elegante, femenina, poderosa.
- No se si es mi estilo…
- Lo será – dijo Daniela con una sonrisa – Y cuando Luzbel te vea, se va a atragantar con su propia saliva.
Yo me sonroje de inmediato.
- ¡No digas eso!
- ¿Por qué no? ¡No soy ciega, Lina! Ese chico te mira como si fueras su último pensamiento antes de dormir.
Yo reí nerviosa.
No le confese lo que había visto.
Todavía no podía.
Pero en ese momento, por primera vez, pensé en él no como una amenaza… sino como un enigma que deseaba comprender
Y mientras cargábamos las bolsas de regreso al auto, mi corazón latía con una mezcla de miedo, emoción y algo que se parecía mucho a esperanza.
A un día de la fiesta…