Angela, una psicóloga promesa del país, no sabe nada de su familia biológica y tampoco le interesa saber, terminará trabajando para un hombre que le llevara directo a su pasado enterandose la verdad de su origen...
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CAPITULO 23
La botella de vino tinto estaba por la mitad. Abigaíl servía otra copa con la mano temblorosa mientras su labial rojo dejaba marcas en el borde del cristal. Su sala olía a perfume floral caro mezclado con la amargura de la derrota.
—Brindemos —murmuró con ironía— por los hombres que no saben reconocer una buena jugada.
Apenas terminaba de hablar cuando la puerta se abrió con fuerza. Su padre entró con el ceño fruncido y una mirada que podría incendiar paredes. Sin decir palabra, la observó de arriba abajo: desaliñada, con los tacones en el suelo y el vestido arrugado.
—¿Qué demonios has hecho? —gruñó.
Abigaíl forzó una sonrisa, pero sus ojos ya estaban rojos, no por el vino, sino por la rabia que intentaba tragar desde hacía horas.
—Luc me gritó, me dijo que me alejara del... y luego se encerró y me dejo sola. No quiere saber nada de mí —dijo, con voz quebrada
Su padre dio un par de pasos hacia ella, furioso.
—¿Y qué esperabas? ¿Un aplauso? —soltó con dureza—. Pensé que eras más astuta, Abigaíl. Pero hasta ahora solo has hecho tonterías… como una maldita novata.
Ella lo miró herida, pero él no paró.
—Te advertí que tus jueguitos baratos no funcionarían con Luc. No es como los demás, ¡y tú lo sabes! ¿Sabes qué me alegra?
Abigaíl no respondió. Solo apretó la copa con fuerza.
—Me alegra no haber confiado del todo en ti —continuó él—. Moví mis cartas por mi cuenta, como debía. Ahora, escucha bien, porque ya no se trata de ti ni de tu dignidad malherida. Se trata de ese niño... de esa fortuna... y de destruir a quien se interponga.
Se acercó aún más y con una voz más baja, pero helada, le ordenó:
—Vas a ir a ese juicio, será mañana. Y frente al juez, dirás que estos días has estado muy cerca de Luc. Dirás que él no ha cambiado. Que sigue acostándose con cuanta mujer se le cruza. Que ese día en que se descompensó, lo encontraste con un par de mujeres... que bebió hasta perder la conciencia.
Abigaíl lo miró, confundida.
—¿Y si me preguntan por la alergia? ¿Y si alguien sospecha?
—Dirás que fue Miguel —escupió él sin dudar—. Que su cuñado te pidió inventar lo de la alergia. Que quiso proteger a Luc para que no lo culpen por poner en peligro al niño. Que todo fue una maniobra suya.
Abigail tragó saliva.
—¿Y si me desmiento después?
Él soltó una risa fría.
—Entonces asegúrate de no hacerlo. Porque si tú caes, yo no pienso extenderte la mano.
El silencio se instaló por unos segundos. Ella sabía que estaba acorralada. No por la ley, sino por ese padre que jamás la había querido realmente, solo la usaba como una pieza más de su juego sucio.
—Está bien —susurró—. Haré lo que me pides.
Su padre asintió, satisfecho. Se giró hacia la puerta, pero antes de salir, dijo sin mirarla:
—Y por favor, quítate ese vestido de víctima. Ya ni siquiera te queda bien y deja de tomar si amaneces mal ni el juez te tomara en serio.
La puerta se cerró con un golpe seco. Abigaíl se quedó en silencio, apretando los labios. Miró su reflejo en la copa vacía.
—Pero si el juego es sucio... yo también puedo jugarlo así —murmuró con los ojos brillando de una nueva idea, se fue detrás de su padre que se encerró en su estudio, esta vez no se dejara manipular por completo por lo menos buscara algo que lo respalde porque ese hombre que se hace llamar su padre sería capaz de dejarla morir.
Abigaíl estaba pasando por el despacho de su padre y escucho una conversación demasiado misteriosa, lo primero que hace es sacar su celular y grabar esa conversación, resulto ser el señor Germán, __. El muy desgraciado se alió con mi padre y por eso quiere que hable pestes de Luc, pero la pregunta es ¿Qué va a ganar el de todo esto? Él no da puntada sin hilo
—¿Y estás seguro de de que el juez aceptará su declaración? —preguntó Germán, en tono bajo
—Todo está listo —respondió mi padre—. Mi hija dirá exactamente lo que queremos que diga. Ella sabe lo que está en juego. No le conviene ponerse en mi contra.
—¿Y si se echa para atrás?
—No lo hará. Créeme, Abigaíl puede ser impulsiva, pero no es tonta. Sabe que, si habla mal de Luc, su reputación cae con él. Y si nos ayuda, la premio. Si no... bueno, que se atenga a las consecuencias.
Sentí cómo me temblaban las manos. ¿Eso pensaban de mí? ¿Qué estaba tan atrapada que no tendría otra opción? Mordí mi labio con fuerza, luchando contra la rabia y el miedo. Me estaba usando como siempre, para él solo soy una pieza de ajedrez.
—Mis hijos también ya saben qué decir en él juicio. Ese domingo familiar que nunca tuvimos, ahora será nuestro mejor recuerdo… aunque sea inventado. Dice Germán riendo a carcajadas.
Ambos rieron.
Tuve que taparme la boca con una mano para no gritar.
Eran unos monstruos. Estaban dispuestos a fingir una familia perfecta, a manipular a los niños, a crear una realidad falsa con tal de arrebatarle a Luc lo único bueno que le quedaba: Matt.
Apagué la grabadora y retrocedí en silencio. Esta vez no pensaba quedarme callada y menos que usen como la última vez.
Tenía el celular entre las manos, la grabación lista para enviarse a quien fuera. Podía arruinarlo todo. Pero no era eso lo que quería. No quería juicios ni escándalos. Solo quería que me dejaran vivir en paz que dejen de usarme como la última vez.
Al día siguiente, lo esperé sentada en su oficina. Cuando entró, notó enseguida mi expresión. Cerró la puerta con cautela.
—¿Qué haces aquí sin avisar?
—Tenía que hablar contigo —dije, sin rodeos—. Y no pienso repetirlo.
Mi padre se acercó con esa arrogancia que tanto conocía. Sonrió, como si aún creyera tener el control.
—Si vienes a arrepentirte de lo que dijiste en la última reunión, aún estás a tiempo de…
—Cállate —lo interrumpí, sacando el celular de mi bolso—. Ya escuché todo.
—¿Todo qué?
—Tu conversación con Germán. Cómo planean manipular al juez. Cómo piensas usarme. Cómo los hijos de ese hombre están ensayando una mentira. ¿Te suena familiar?
Su rostro cambió en un segundo. Lo vi tragar saliva.
Yo no pestañeé.
—Tengo todo grabado —le dije—. Puedo hundirte cuando quiera. Pero no lo haré… si me dejas en paz y no pienses hacerme algo porque hay otra persona que Hará publico tu audio y otros más si llega a pasarme algo.
—¿Estás amenazándome?
—No. Te estoy dando una última oportunidad. No quiero meterme en tu guerra sucia. No quiero ser parte de tu farsa.
A mí déjame fuera. No volveré a mentir por ti, ni por Germán, ni por nadie.
—¿Y si no acepto?
Me paré y lo miré directo a los ojos. Ya no era su niña
—Si no aceptas, te juro que te voy a destruir. No voy a parar hasta que todos escuchen este audio. Y créeme, papá, cuando yo quiero… también sé jugar sucio.
Él me miró en silencio. Por primera vez, parecía dudar.
Tomé mi bolso y fui hacia la puerta.
— si quieres que Hugo siga con vida tendrás que hacer lo que yo quiera
Solo esa pequeña frase detuvo en seco a Abigaíl, su pierna perdió la fuerza muchos recuerdos llegaron de golpe a su cabeza