Que Empiece Mi Reinado.

En Jade...

Mientras la familia imperial de Jade disfrutaba de una tranquila tarde tomando el té en el jardín principal, una luz brillante irrumpió entre los árboles, iluminando con intensidad el centro del jardín. No fue una alarma ni una amenaza, sino una señal conocida: alguien familiar había cruzado un portal.

Los cinco niños, tres hijos de la emperatriz Neftalí y dos de la princesa Isabela, que jugaban alegremente entre las flores y el césped, se detuvieron al instante. Sus risas se apagaron en un segundo, y, con entusiasmo desbordante, corrieron hacia la figura que emergía del portal.

—¡Tío Elios! —gritaron al unísono, con las voces llenas de alegría y emoción.

Elios apenas tuvo tiempo de abrir los brazos cuando fue rodeado por los pequeños, que se colgaron de él como si llevaran años sin verlo, a pesar de que solo habían pasado dos días desde su partida.

—¡Vaya recibimiento! —rió el joven rey de Bórico, inclinándose para abrazarlos a todos—. Ya los extrañaba, mocosos revoltosos.

Desde una elegante mesa decorada con tazas de porcelana y dulces de frutas, la emperatriz Neftalí observaba la escena con una sonrisa cálida. A su lado, la princesa Isabela también sonreía, mientras el emperador Kevin alzaba una ceja, cruzando los brazos con una expresión escéptica.

—No dijiste que volverías la semana entrante —comentó Kevin con tono serio—. Acabas de irte... ¿tan pronto has vuelto?

—Kevin, deja a mi hermano tranquilo —intervino Neftalí, rodando los ojos al ver la actitud de su esposo—. Ya sabes cómo es. Le cuesta quedarse en un solo lugar mucho tiempo. Vive escapando de sus responsabilidades en Bórico.

—Y eso que eres Rey —añadió Isabela con tono burlón—. Si no te quieren allá, podrías instalarte aquí.

Elios soltó una carcajada mientras se incorporaba, con uno de los niños aún aferrado a su pierna.

—Lo consideraré seriamente —dijo, guiñando un ojo.

Pero su expresión cambió en cuanto volvió a mirar a sus hermanas y cuñado. Se puso más serio y bajó la mirada hacia los niños.

—Tengo que hablar con ustedes... y es importante.

Isabela, percibiendo el tono grave, se levantó de inmediato. Tomó de la mano a los más pequeños y acarició la cabeza del mayor.

—Vamos niños. Hoy su tío no vino a jugar. Cuando termine su charla se despedirá de ustedes.

—¿De verdad? —preguntó la pequeña hija de Isabela, mirando a Elios con carita triste.

—Te lo prometo —respondió él, inclinándose para besarle la frente—. Después te contaré un cuento antes de dormir.

Con esa promesa, los niños se retiraron con su madre, dejando a solas a Neftalí, Kevin y Elios.

El silencio entre los tres duró unos segundos antes de que el visitante hablara.

—Hoy llegó a mis tierras una joven... discípula del mago Regulus.

Neftalí alzó las cejas, interesada, y asintió, dándole espacio para continuar.

—Se presentó como Lara, pero luego reveló su verdadero nombre. Marion. Es la princesa legítima de Ungalos.

Esa revelación cayó como un rayo.

—¿La princesa perdida? —preguntó Neftalí, inclinándose hacia él.

—Sí. Su historia es... estremecedora. Su familia fue masacrada ante sus ojos. Huyó siendo apenas una niña y se refugió en la Torre, donde Malik la tomó como su discípula. Ha estado entrenando todo este tiempo para reclamar lo que le arrebataron. Está decidida a luchar por su pueblo. Pero no viene sola. Está con ella el príncipe heredero de Amatista y el legítimo emperador de Vorlon. Han formado una alianza para derrocar al tirano que gobierna esos territorios.

Kevin frunció el ceño, pensativo.

—Cristian es un demonio disfrazado de hombre... pero tiene poder. Mucho. Nadie se le ha enfrentado porque posee una gran cantidad de piedras de maná. Ha comprado a la mayoría de los gobernantes del continente. Su influencia se ha extendido como una plaga.

—Lo sé —asintió Elios—. Pero escucharla hablar... No pude evitar verme reflejado en ella. En nosotros. La forma en que todo le fue arrebatado, su voluntad de recuperar lo perdido, su fuerza...

Neftalí bajó la mirada y sostuvo el pequeño cristal que colgaba de su cuello. Lo apretó con los dedos, como buscando respuestas.

—Solo alguien puede decirnos si es correcto ayudarla —dijo en voz baja.

Kevin resopló, sabiendo exactamente a quién se refería, pero no dijo nada.

El cristal brilló de repente, como si hubiera sido activado por la misma conversación. Y en cuestión de segundos, una figura conocida apareció entre ellos, con la calma de quien ha esperado este momento durante años.

El mago Regulus.

—Vaya, hasta que por fin se dignan a llamarme —dijo mientras caminaba con total naturalidad hacia la mesa, como si no se hubiera ausentado por años—. No te había dicho que me invocaras si notabas algo extraño, Neftalí.

—No apareces en años y eso es lo primero que dices... —replicó ella, molesta.

—Te di ese cristal por una razón. Ser la Guardiana de la Luz implica más que gobernar tu imperio. Significa ver más allá de tus fronteras. El emperador de Vorlon ha esparcido oscuridad y muerte por dos imperios... ¿y tú aquí, jugando a la capital feliz?

Neftalí bajó la cabeza, recibiendo el regaño en silencio. Kevin, en cambio, no lo aceptó tan fácilmente.

—Oye tú —dijo con tono cortante—. Cuida el tono con el que hablas. Le estás hablando a mi esposa.

Regulus lo miró sin alterarse.

—Y yo le hablo a mi discípula. Y para que sepas, maestro mata a marido. Así que cállate, esto no es contigo.

Sin decir más, el mago conjuró un sello en el aire. De inmediato, los labios de Kevin se sellaron mágicamente. El emperador intentó hablar, pero fue inútil.

—No te esfuerces —dijo Regulus, suspirando y frotándose las sienes—. Estoy cansado de tanta ignorancia.

Elios apenas logró contener la risa mientras Neftalí ponía los ojos en blanco.

—¿Entonces qué debemos hacer? —preguntó ella, más serena.

—Lo que es su deber —respondió el mago con firmeza—. La princesa Marion ha reunido los fragmentos perdidos de las minas de maná de Ungalos. Cristian ya no tiene los recursos que lo protegían. Cuando sus aliados descubran que ha perdido su poder, lo abandonarán. Marion tiene un plan. Necesita apoyo militar. Necesita a los dragones de Bórico. Y tú, Elios, debes ayudarla.

Neftalí asintió lentamente, pero dijo:

—Bien. Entonces partiré con...

—No —la interrumpió Regulus—. No es tu lucha esta vez. Tienes tu papel, pero no en el frente. Debiste notar las señales antes. Estoy decepcionado. Tanto de ti como de Leonor.

—¿Leonor? —preguntó Elios—. ¿Qué tiene que ver ella en esto?

—Todo. Su linaje... su deber como emperatriz de Zenda. Ella también ha fallado. Y créanme que cuando la vea, tendré una larga conversación con ella. ¿Dónde está?

—Está en Málaga, visitando a Camila —dijo Neftalí.

—Perfecto. Iré ahora mismo a ponerla en su lugar.

Regulus se levantó, abrió un portal con un gesto, y antes de cruzarlo, se giró para mirar a Elios una última vez.

—Majestad... cumple tu deber. Ayuda a mi discípula. Me lo debes.

Y sin más, desapareció.

El jardín quedó en silencio. Kevin aún tenía los labios sellados y refunfuñaba en su interior. Neftalí soltó un suspiro cansado mientras Elios se pasaba una mano por el cabello, sabiendo que una nueva guerra estaba a punto de comenzar.

Pero esta vez, no lucharían solos.