Algunas pasiones no nacen para ser compartidas… nacen para poseerlo todo.
Alice siempre fue diferente. Bajo su apariencia dulce y su mirada de miel brillante, esconde un alma indomable, rebelde y peligrosa, capaz de amar hasta los extremos más oscuros. Desde el instante en que lo vio —al heredero más temido de una de las mafias más poderosas—, su mundo dejó de girar de manera normal. No era una elección... era una obsesión silenciosa, un lazo invisible que ella no estaba dispuesta a soltar.
Entre secretos, traiciones y sentimientos que rozan la locura, Alice demostrará que algunas sombras no buscan protección… buscan controlarlo todo.
En una historia donde la pasión y la obsesión se entrelazan con el peligro, el amor no es un refugio: es un campo de batalla.
¿Hasta dónde llegarías por convertirte en la dueña de su sombra?
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Capítulo 22 — “El nombre de la rival”
—Estás contratada —dijo Ben sin mucha expresión, cerrando la carpeta que contenía la hoja de vida de Alice.
Su voz era seca, directa. Como si simplemente marcara el fin de una tarea más en su largo día. Pero para Alice, esas palabras eran una llave. Un pase directo al mundo de aquel hombre al que había dedicado cada pensamiento, cada desvelo.
Ella se levantó, disimulando la emoción que le ardía en el pecho. Asintió educadamente y salió de la oficina con una sonrisa serena… justo en el momento en que una mujer pasaba por el pasillo con paso decidido.
Alice la miró de reojo. Tenía el cabello liso y oscuro, perfectamente arreglado, los labios pintados en rojo suave, y un cuerpo que dejaba en claro que sabía cómo llamar la atención. Pero lo más importante no fue su apariencia. Fue la manera en que miró a Ben al entrar.
Era una mirada llena de fuego contenido, una mezcla de deseo y costumbre… como si ese gesto ya se hubiera repetido antes. Ben no reaccionó de forma evidente, pero no era necesario. Alice sintió un nudo en el estómago.
¿Quién era ella?
Esa noche, Alice no pudo dormir bien. En su mente, la imagen de aquella mujer entrando al despacho de Ben la atormentaba una y otra vez. Imaginaba conversaciones susurradas, roces de manos, puertas cerrándose detrás de ellos. No lo soportaba.
Al día siguiente, llegó temprano a la empresa. Quería conocer cada rincón. Quería aprender rápido. Y más que nada, quería respuestas.
Durante el almuerzo, logró sentarse cerca de un grupo de empleados en la cafetería. No tardaron en hablar de lo que más se murmuraba entre pasillos: Ben.
—Dicen que es frío, pero que no se le escapa ni un solo número —comentó uno.
—Y dicen que su secretaria es la única que entra a su oficina sin golpear… —susurró otra, como si compartiera un secreto prohibido.
— La secretaria Adriana, ¿no? La de 22 años… Sí, todos dicen que es hermosa pero que no habla con nadie a mi me parece que tienen algo
Alice apenas se movió, pero en su mente, la información se grabó con fuego.
Adriana. 22 años. Hermosa. Y muy cerca de Ben.
La posibilidad de que algo más existiera entre ellos la carcomía. Intentó razonar consigo misma: ¿Qué importa si hay algo? Él no sabe que yo existo de verdad, no aún. No tiene por qué… Pero no bastaba. Su obsesión era más fuerte que cualquier lógica.
Ese día, al terminar su horario, pasó frente a la oficina de Ben. Las luces seguían encendidas. Dentro, él trabajaba solo, como si nada le afectara. Concentrado, impasible.
Alice lo observó desde la distancia, con una mezcla de deseo, miedo… y algo más oscuro. Determinación.
Ella estaba ahí ahora. No como una simple fan. No como una sombra. Sino como alguien dentro de su mundo.
Y no pensaba irse.
Para Adriana, Alice sera su condena, solo por el simple hecho que nuestra querida no le gusta compartir lo que es suyo por derecho.
