En mi vida pasada, mi nombre era sinónimo de vanidad y egoísmo. Fui un error para la corona, una arrogante que se ganó el odio de cada habitante de mi reino.
A los quince años, mi destino se selló con un compromiso político: la promesa de un matrimonio con el Príncipe Esteban del reino vecino, un pacto forzado para unir tierras y coronas. Él, sin embargo, ya había entregado su corazón a una joven del pueblo, una relación que sus padres se negaron a aceptar, condenándolo a un enlace conmigo.
Viví cinco años más bajo la sombra de ese odio. Cinco años hasta que mi vida llegó a su brutal final.
Fui sentenciada, y cuando me enviaron "al otro mundo", resultó ser una descripción terriblemente literal.
Ahora, mi alma ha sido transplantada. Desperté en el cuerpo de una tonta incapaz de defenderse de los maltratos de su propia familia. No tengo fácil este nuevo comienzo, pero hay una cosa que sí tengo clara: no importa el cuerpo ni la vida que me haya tocado, conseguiré que todos me odien.
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El cebo
Punto de vista de Katerine
La solicitud de reunión del 'Nido del Halcón' había llegado apenas una hora después de la filtración, confirmando que nuestro cebo había funcionado. Estaba en la oficina con Dante, analizando la biografía del contacto enviado—un abogado corporativo de perfil bajo—, cuando el silencio de la mansión se rompió por un ruido sordo.
Dante frunció el ceño. —Eso no fue una notificación.
Salimos de la oficina y encontramos la fuente del disturbio: la Abuela Amaranta, flanqueada por dos de sus antiguos y corpulentos guardias, había entrado en el hall principal sin ser invitada. Parecía diez años más vieja, su rostro hinchado y su traje caro arrugado por la tensión.
Había conducido desde la vieja mansión, desafiando a los guardias de Dante. Estaba furiosa.
—¡Katerine! —Su voz era un grito histérico—. ¡Qué has hecho! ¡Cómo te atreves a liquidar el hotel de la Riviera! ¡Es la joya de la familia! ¡Era mi garantía para la vejez!
Me detuve en la escalera. Dante se colocó inmediatamente a mi lado, un muro de protección silencioso.
—Usted ya no tiene voz en esta administración, Abuela —dije con calma, bajando un escalón—. El poder de gestión fue transferido por Henry a mi nombre, ante notario, hace dos días.
—¡Ese documento fue firmado bajo coacción! ¡Mi hijo está manipulado! ¡Y tú eres una parásita! —Amaranta se acercó, los ojos echando fuego—. ¡Te di un trato, un heredero! ¡No te di permiso para hundirme en la miseria!
—Usted me dio un cuerpo envenenado y una familia de traidores —repliqué, la frialdad en mi voz congeló la rabia de Amaranta por un instante—. Mi trabajo es salvar la poca fortuna que Clarisa no se gastó y que Henry no perdió en el juego. Y eso significa liquidar sus activos menos productivos.
Amaranta hizo un movimiento desesperado. Se giró hacia Dante, ignorando mi autoridad.
—¡Dante, por favor! Eres un hombre de negocios. ¡Dile a tu esposa que se detenga! ¡Si vendemos el hotel, la familia Borges estará arruinada! ¡Tú heredarás la desgracia!
Dante dio un paso adelante, su sombra envolvió a la anciana.
—Yo heredé la desgracia de los Borges cuando mi esposa fue envenenada bajo su techo —dijo Dante, su tono bajo y peligroso—. Mi esposa está en el derecho de tomar cualquier decisión financiera que considere necesaria. Su opinión, Abuela, ya no tiene peso legal.
Amaranta entendió. Ya no era una negociación; era una sentencia. Con una última mirada de odio puro hacia mí, y una mirada de terror hacia Dante, se derrumbó en el suelo, sollozando sin control.
—Me van a matar... me van a matar a fuego lento...
Dante hizo un gesto a uno de sus guardias para que escoltara a los hombres de Amaranta de vuelta a la vieja mansión. La Abuela, derrotada, fue levantada por su propia seguridad y arrastrada fuera, su último intento de interferencia desvaneciéndose en el aire.
Regresamos a la oficina, dejando atrás el patético drama de la Abuela. La energía de la confrontación se canalizó en la planificación.
La respuesta del 'Nido del Halcón' fue exactamente como la esperaba. La solicitud de reunión, firmada por un tal Robert Vance, un abogado corporativo de mediana edad y un perfil profesionalmente mediocre. Un peón.
—Un abogado de décima fila —analicé, señalando su perfil en la pantalla—. Desechable. No tomará decisiones y no revelará a su cliente bajo amenaza directa. El operador de Esteban es astuto. Sabe que no podemos torturar a un abogado en un territorio neutral.
Dante se sirvió un vaso de agua, observándome. —¿Cuál es la ubicación elegida?
—Una sala de conferencias en el edificio de tu banco de inversión, a las tres de la tarde. Es neutral para la prensa, pero estás en tu territorio.
—¿Y cómo rompemos a un peón que está programado para el silencio? —preguntó Dante.
Dejé la tableta y me incliné sobre la mesa. Mi plan no involucraba fuerza bruta, sino la marca registrada de la crueldad de Esteban: la traición.
—El operador de Esteban no envía a Vance por respeto; lo envía porque es sacrificable. Su objetivo es que Vance cierre la compra del hotel y absorba cualquier riesgo legal que se derive. El abogado no sabe que su jefe ya ha decidido que él será la primera víctima si la operación se complica.
Miré a Dante, mis ojos brillando con fría anticipación.
—No vamos a interrogar a Vance. Vamos a hacer que crea que su propio jefe lo ha traicionado. Quiero que tus informáticos, bajo mi dirección, inyecten datos falsos en las cuentas bancarias de Vance. Movimientos de fondos inusuales, pagos a cuentas no autorizadas, justo antes de la reunión.
—¿Una bomba financiera simulada? —Dante captó la idea de inmediato.
—Exacto. Cuando entremos a la reunión, no hablaremos del hotel. Le mostraremos a Vance esos documentos y le diremos que él ha sido acusado formalmente de malversación de fondos y que su jefe, el "Nido del Halcón", lo ha usado como chivo expiatorio para la adquisición fraudulenta del hotel.
—Lo asustaremos hasta que ceda —terminó Dante.
—No. Lo convenceremos de que su única salvación es vender a su jefe. Le ofreceremos inmunidad total y protección de Viteri a cambio de la identidad del operador de Esteban. Ese operador tiene forma de traidor y para él la lealtad es un mito. Vance nos dirá quién es su jefe para salvar su propia piel.