La Princesa Y El Rey De Wall Street

Amira observó a su esposo e hija retirarse de la fiesta y decidió ir detrás de ellos.

Un silencio pesado invadió la oficina, Mariana caminaba detrás de su padre con la cabeza inclinada, sintiendo el peso de su mirada sobre ella.

Khalil cruzó los brazos mientras la observaba de pies a cabeza. Su expresión era una mezcla de incredulidad y severidad.

—Rara vez me he quedado sin palabras.

Mariana mantuvo la vista baja.— Zayed Al- Qasimi me pregunto como estabas de salud. Es la primera noticia que tengo de que tienes un problema cardíaco, ¿puedes explicarme por qué has decidido humillar a nuestra familia de esta manera?

Mariana alzó la mirada.– Tiene razón en estar enfadado y no hay una excusa para mi comportamiento.

Khalil apretó los dientes la observó en silencio por un momento. Luego, sacudió la cabeza con frustración golpeó con fuerza la mesa, haciendo temblar las cosas.

—¡No eres una niña, Mariana! —rugió, su voz resonando en la oficina como un trueno—. ¿Qué demonios crees que estas haciendo?

Mariana mantuvo la cabeza en alto sosteniendole la mirada, aunque por dentro sentía el peso de la furia de su padre.

—No quiero un esposo, padre. Y mucho menos uno que me es impuesto.

Khalil apretó los puños, pero antes de que pudiera responder, la puerta de la oficina se abrió de golpe.

—¡ Porque gritas! —exclamó Amira.

Su túnica de seda ondeó mientras cruzaba la estancia. Sus ojos ambar brillaban con una mezcla de furia y determinación mientras se plantaba frente a su esposo.

Khalil giró lentamente la cabeza hacia su esposa, sus facciones endurecidas—Esto es tu culpa —dijo con un tono afilado—. No has sabido criar a nuestros hijos.

 —¿Mi culpa? —repitió con incredulidad.

— Mariana le dijo a Zayed Al- Qasimi que tiene un problema cardíaco hereditario.

—No fui yo quien se empeño en casarla, dijo Amira, cruzando los brazos.

Mariana miró a su madre con sorpresa. Aunque sabía que siempre la había protegido no esperaba que la defendiera con tanta vehemencia frente a su padre.

—Amira, esto no es un capricho —gruñó el rey—. Mariana necesita un esposo. Es su deber como princesa.

El silencio que siguió fue tenso, como la calma antes de una tormenta. Mariana sintió un nudo apretarse en su garganta, pero no desvió la mirada. Su padre podía ser un hombre poderoso, temido por muchos, pero ella no se dejaría intimidar.

—No es culpa de mi madre —dijo con firmeza, aunque su voz tembló apenas un instante—. Soy una adulta y tomo mis propias decisiones yo se lo supliqué, padre. Me negué y no quiso escucharme.

Las palabras salieron con un peso que llevaba demasiado tiempo cargando. La frustración, la impotencia, el sentimiento sofocante de no tener el control de su propia vida.

El rey la observó con el ceño fruncido, su rostro pétreo, pero Mariana no retrocedió.

—¿Acaso crees que disfruto desafiarle? —preguntó, su voz quebrándose ligeramente—. No lo hago por capricho, padre. Lo hago porque me niego a casarme no quiero un esposo.

El silencio se alargó entre ellos. La reina Amira miraba a su esposo con el mentón en alto, mientras Mariana sentía que el aire se volvía más pesado a su alrededor. Su corazón latía con fuerza, no de miedo, sino de determinación.

El rey suspiró, pasando una mano por su rostro. Pero su mirada seguía siendo severa.

Mariana tragó saliva, sintiendo cómo la incertidumbre la envolvía. Khalil la observó con la dureza de un hombre acostumbrado a que su voluntad fuera ley. Su paciencia había llegado al límite.

—Ve a tu habitación —ordenó con voz grave—. Te quedarás ahí hasta que yo decida qué haré contigo.

Mariana sintió una punzada de frustración en el pecho, pero no discutió. Sabía que cualquier palabra solo avivaría más la ira de su padre. Ya había logrado enfurecerlo lo suficiente por un día. Y le preocupaba su salud.

Asintió lentamente, sin atreverse a mirar a su madre, y salió de la estancia con pasos firmes, aunque por dentro sentía una mezcla de rabia e incertidumbre. –¿Qué haría su padre?.

Cuando llegó a su habitación, se dejó caer sobre la cama con un suspiro. ¿Qué haría su padre?.

Khalil regreso a la fiesta y converso con Yassir Al-Dhaher...

Mariana se encontraba sentada junto a la ventana cuando la puerta se abrió.

Mariana miró a su padre.— La empleada ingreso detrás de él.

— Nos vamos a Raleigh en una hora, en cuanto llegue pactaré tu matrimonio con Mahmoud Al– Thani tal vez eso te enseñe a no convertir a tu padre en un tonto. Mariana se quedó sorprendida.

A la mañana siguiente Amira bajo a desayunar, los novios habían partido a su luna de miel.

— A más tardar esta noche regresamos exclamó Amira.

—Pensé que la idea era quedarnos unos días más respondio Constanza.

Malek observó a su madre.– ¿ Dónde está papá?

Amira miró a su hijo.— Regreso a Raleigh se llevó a Mariana.

— ¿ Qué tan grave es ?, pregunto Malek nunca había visto a su padre disgustado con Mariana.

— Dijo que pactaría el matrimonio de Mariana con Mahmoud Al–Thani en cuanto llegue a Raleigh

Malek desconcertado frunció el ceño.– Pero si ese hombre tiene sesenta años.

— Ya lo sé, pero está furioso, por eso dejé se fueran solos. Conozco a tu padre cuanto más lo presione será peor. Con las horas de viaje se calmara.

Mahmoud Al-Thani era el hombre más importante después de la familia real, era el jefe del consejo.

— Iré contigo a Raleigh, papá no puede hacer semejante locura. ¿Qué fue lo hizo?. Olivia miró a su suegra.

– A Zayed le dijo que estaba enferma, por eso él no insistió, temía que un embarazo pudiera matarla o que su hijo heredará su problema de salud. En su ignorancia le hablo a tu padre de un cardiólogo muy bueno.

Olivia comenzó a reírse.— Lo siento tampoco es tan grave como para que pretenda casarla con una momia andante.

Malek negó con la cabeza.– El problema es que después hablo con Yassir, él le dijo que había rechazado a Mariana porque durante la cena le pareció ser una mujer superficial, solo preocupada en banalidades, una feminista radical. Así que decidió casarla.

Olivia se rió.— Se imaginan lo que habrá hecho con los otros.

— No lo quiero ni pensar y espero que a Khalil no se le ocurra escarbar, porque la casa en cuanto el avión aterrice en Raleigh.

Mariana se encontraba sentada a unos metros de su padre. Sabía que él estaba molesto, pero no se arrepentía, había hecho lo que tenía que hacer. Solo lamentaba el disgusto qué le estaba causando.

Karem observó hacia el sector donde estaban Mariana y su padre, no entendía cuál era el problema.

Karem se puso de pie y se acercó al sector donde estaban los guardias del rey.

— Me sorprende que regresemos tan pronto sin la reina comento Karem.

— Se dice que el rey pactara el matrimonio de la princesa con Mahmoud Al– Thani.

Karem frunció el ceño, el no lo permitiría de alguna manera lo impediría...