Fernanda siempre creyó que Víctor era su mate, su pareja destinada, un vínculo sagrado que ningún hombre lobo podía romper. Pero su mundo se desmorona al descubrirlo en los brazos de Natalia, su propia hermana, en un acto de traición que rompe no solo su corazón, sino el frágil equilibrio de la manada.
Devastada y sintiendo que algo oscuro ha corrompido el vínculo que los unía, Fernanda huye del territorio en busca de respuestas. En su camino encuentra a Marcus, un hombre lobo renegado que fue desterrado injustamente como alfa de su manada. Él también lleva el peso de una traición que cambió su vida para siempre. Unidos por el dolor y la necesidad de justicia, Marcus se convierte en un aliado inesperado para Fernanda.
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Remordimiento
En la manada de Víctor, la tensión era eminente, como una cuerda demasiado tensa que estaba a punto de romperse. Lo que alguna vez había sido un grupo unido bajo un liderazgo firme, ahora se desmoronaba de manera rápida y peligrosa. Desde que Eisha había comenzado a ejercer su influencia, las cosas habían cambiado de manera inquietante. Los lobos más jóvenes, que antes respetaban las jerarquías, ahora se mostraban rebeldes, desobedeciendo las órdenes de los alfas sin una pizca de remordimiento. Incluso los guerreros más disciplinados comenzaban a mostrar signos de una agresividad incontrolable, como si algo oscuro estuviera enraizándose en sus corazones.
El aire mismo en el territorio de la manada parecía haberse corrompido, cargado de una maldad tangible que provocaba escalofríos incluso en los más fuertes. Los árboles, antes robustos y majestuosos, ahora parecían torcidos, como si la naturaleza misma se estuviera doblegando ante la influencia de Eisha. El olor a tierra húmeda y hojas secas había sido reemplazado por un hedor metálico y desagradable, que parecía impregnarse en cada rincón del territorio.
Natalia, ahora marcada como la luna de Víctor, observaba todo desde las sombras, sintiendo cómo el caos se deslizaba entre los miembros de la manada como una enfermedad contagiosa. Lo había logrado, pensó: finalmente había conseguido lo que siempre había deseado. Pero, para su sorpresa, esa sensación de victoria no era lo que esperaba. No había júbilo, ni satisfacción. En cambio, un nudo constante de incertidumbre y miedo se había instalado en su pecho. Y aunque intentara reprimirlo, sabía exactamente de dónde provenía ese miedo. Lo peor de todo era que Eisha, como un parásito invisible, parecía sentirlo y aprovecharse de ello.
—Todo esto es por ti, Natalia. Tú eres mi conducto para engendrar a mi preciado mal, susurró la voz de Eisha, resonando en su mente con un tono frío y penetrante que hacía temblar sus huesos. Estos lobos están destinados a ser mis guerreros. Su odio alimentará mi poder, y a través de ti, reinaré y de mi fruto que está creciendo dentro de ti. Natalia no comprendió lo último que dijo Eisha
Natalia apretó los puños mientras permanecía de pie en la oscuridad de su habitación. Las palabras de Eisha la llenaban de una mezcla inquietante de orgullo y repulsión. Sabía que había hecho un pacto, sabía que había accedido a ser su herramienta para obtener lo que deseaba. Sin embargo, cada vez que la voz de la diosa oscura invadía su mente, no podía evitar sentirse como una prisionera de su propia ambición.
Desde el exterior, los aullidos de los lobos más jóvenes rompían el silencio de la noche, haciéndola volver a la realidad. Su agresividad se intensificaba cada día más, y Natalia sabía que se debía al veneno que Eisha había sembrado en sus almas. Estos lobos ya no eran simplemente guerreros en formación; se estaban convirtiendo en algo más oscuro, más peligroso. Y aunque Natalia lo reconocía, la influencia de Eisha hacía que no pudiera detenerlo.
Víctor, por su parte, caminaba inquieto entre los terrenos de la manada. Su expresión era una mezcla de satisfacción y desconfianza. Había aceptado el poder de gobenar toda su raza que Eisha le ofrecía, pero incluso él podía sentir que el control de su territorio estaba deslizándose entre sus dedos. Sus lobos ya no lo veían como un alfa, sino como un intermediario de algo mucho más grande y aterrador. Aunque disfrutaba de su posición de autoridad, una voz interna le advertía que aquello que estaba alimentando podría volverse en su contra.
—¿Qué estamos creando aquí? murmuró para su lobo Regel, sin encontrar respuesta de su lobo,era como lo hubiese abandonado, mientras observaba un grupo de jóvenes luchando brutalmente entre sí, ignorando las órdenes de un beta que intentaba detenerlos.
Natalia se acercó a él desde las sombras, su rostro pálido bajo la luz tenue de la luna.
—Esto es lo que queríamos, ¿no? dijo con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Una manada fuerte, temida por todos.
Víctor se giró hacia ella, notando la tensión en su mandíbula y la incertidumbre detrás de su mirada. Se preguntó si Natalia estaba completamente comprometida con el caos que habían desatado.
—¿Fuerte? repitió él, su voz cargada de cinismo. Esto no es fuerza, Natalia. Es descontrol. Y si no encontramos una manera de manejarlo, esto se volverá en nuestra contra.
Antes de que Natalia pudiera responder, una presencia oscura invadió el aire a su alrededor. La figura etérea de Eisha apareció entre ellos, envuelta en un manto de sombras que parecía absorber la luz. Sus ojos ardían como brasas, y su sonrisa era fría y cruel.
—¿Dudan de mí, mis queridos hijos? dijo con una voz que hacía vibrar el aire.
Ambos sintieron cómo el temor los recorría, paralizándolos. Natalia intentó hablar, pero las palabras se atoraron en su garganta. Fue Víctor quien finalmente se atrevió a responder.
—Esto… no es lo que esperaba, dijo con valentía, aunque su voz temblaba ligeramente.
Eisha rio, un sonido que parecía surgir de un lugar profundo y cavernoso.
—Oh, Víctor, pobre y ambicioso Víctor. ¿De verdad creíste que podrías obtener poder absoluto sin pagar un precio? Esto es solo el principio. Esta manada, tu manada, será la punta de lanza de mi ejército. Y tú, querido alfa, serás mi general. No necesitas control. Necesitas obedecer.
La diosa oscura extendió una mano hacia él, y una energía oscura envolvió su cuerpo. Víctor sintió un dolor abrasador que lo hizo caer de rodillas. Su conexión con Eisha se fortaleció en ese momento, y aunque intentó resistirse, sabía que ya no había marcha atrás.
Natalia observó en silencio, con el corazón acelerado. Por un instante, pensó en correr, en huir de todo aquello. Pero la voz de Eisha volvió a resonar en su mente, calmando cualquier intento de rebelión.
—No puedes escapar de mí, Natalia. Tú me perteneces, tanto como Víctor. Juntos, forjaremos una era de oscuridad.
Mientras tanto, los clanes cercanos comenzaron a notar el cambio en la manada de Víctor. La energía oscura que emanaba de su territorio era imposible de ignorar. Algunos, tentados por la promesa de poder absoluto, enviaron emisarios para ofrecer su lealtad, mientras que otros decidieron mantenerse al margen, temerosos de las consecuencias de involucrarse con algo tan peligroso.
En un pequeño poblado cercano, un alfa llamado Darian reunió a su consejo, preocupado por las noticias que llegaban desde el territorio de Víctor.
—No podemos ignorar lo que está sucediendo, dijo con voz grave. Si dejamos que esta oscuridad crezca, no solo destruirá a Víctor y su manada, sino a todos nosotros.
Uno de sus betas, un lobo anciano llamado Roan, asintió lentamente.
—La oscuridad es como una enfermedad. Si no la detenemos, se propagará hasta consumirlo todo.
Sin embargo, no todos en el consejo estaban de acuerdo.
—¿Y qué propones? interrumpió otro alfa, su tono lleno de escepticismo. ¿Ir contra Víctor y enfrentarnos a esa… cosa? ¿Cómo podemos luchar contra algo que ni siquiera comprendemos?
Darian apretó los puños, su determinación creciendo.
—Podemos hacerlo. Pero solo si estamos unidos.
En el horizonte, la batalla se estaba formando, y tanto Víctor como los clanes que lo observaban sabían que el equilibrio del mundo estaba en juego.