Idealizado es una novela juvenil que narra la vida de Elena, una adolescente atrapada en un hogar marcado por la violencia doméstica y el abuso psicológico de su padre. A través de su amistad con Carla, un breve romance con Lucas y su propio proceso de resiliencia, Elena enfrenta el dolor, la pérdida de su madre y la búsqueda de justicia. Con un estilo emotivo y crudo, la historia explora temas de empoderamiento, superación y la lucha contra el silencio, culminando en un mensaje de esperanza y amor propio.
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El regreso de otra Elena
Las clases habían comenzado nuevamente.
Elena se despertó antes que el sol. Esta vez no había nadie preparando el desayuno, nadie diciéndole que se apurara. Se levantó sola, con una calma extraña, como si algo en ella se hubiera endurecido desde aquel día. Se preparó el desayuno en silencio, comió sin apuro, y dejó todo impecable, como si nada pudiera desordenarla a ella.
Subió a su habitación y abrió su placard.
Hoy no quería pasar desapercibida. No hoy. Eligió esa ropa que su padre más odiaba, esa que decía que no era “digna de una señorita”. La que le decía que la hacía parecer una cualquiera. Sonrió frente al espejo mientras se la ponía. Se maquilló con delicadeza, como si su rostro fuera un lienzo para una nueva versión de sí misma. Una más fuerte. Una que ya no se dejaba dominar.
Cuando salió de su casa, un auto negro la esperaba.
Subió sin decir una palabra. El hombre del asiento del conductor la saludó con respeto.
—¿Saben algo de él? —preguntó Elena, sin rodeos, mirando por la ventana.
El conductor negó con la cabeza.
—Nada todavía. No hay rastro.
Ella se giró hacia él, con una calma que helaba.
—Entonces busquen bien. No es un fantasma.
Busquen donde aún no han buscado... pero encuéntrenlo.
El conductor asintió en silencio. Sabía que no era una petición. Era una orden.
El auto arrancó. La llevó al colegio como si fuera un día normal. Pero Elena sabía que ya nada era normal. Iba a estudiar, sí… pero también estaba lista para algo más.
Porque en algún lugar, su padre seguía caminando libre.
Y eso… no iba a durar mucho más.
Apenas el auto frenó frente al colegio, Elena se bajó sin esperar que nadie le abriera la puerta. Su sola presencia bastó para que las miradas se giraran hacia ella como si fuera una ráfaga de viento helado y hermoso al mismo tiempo.
Los pasillos, que normalmente estaban llenos de conversaciones sin sentido, quedaron en silencio por unos segundos. Los chicos de sexto la miraban sin disimulo, algunos soltaron piropos con una mezcla de respeto y nervios:
—¡Esa no es la misma Elena!
—Mamita, te ves... wow.
—Reina total...
Pero ella no dijo nada. No sonrió. No bajó la mirada. No agradeció ni se molestó. Solo caminó, como si no existiera nadie más, como si cada paso fuera una declaración silenciosa de que ya nada ni nadie podía tocarla.
El eco de sus tacones suaves sobre el suelo se mezclaba con las miradas curiosas, algunas con envidia, otras con admiración, y unas cuantas con miedo. Porque algo en ella había cambiado, y todos lo sentían.
Cuando cruzó la puerta de su aula, el murmullo se hizo presente.
—¿Esa es Elena?
—¿Qué le pasó?
—Mirá cómo viene vestida...
No necesitaba responder. Su sola presencia hablaba por ella.
Se sentó en su lugar habitual, al lado de Carla, que la esperaba sin decir palabra, observándola con una mezcla de orgullo, sorpresa y dolor. Elena acomodó su mochila con cuidado, se acomodó el pelo, y por fin, la miró.
—Hola —dijo con un susurro seco, pero cargado de todo lo que no podía decir en voz alta.
Carla le sonrió apenas, y asintió. A veces, no hacen falta más palabras. Porque había vuelto. Pero no la misma Elena.
Había vuelto la que ya no necesitaba que nadie la salvara.
El timbre del primer recreo sonó con su tono metálico habitual. Todos los alumnos salieron al patio, riendo, charlando, reencontrándose.
El patio hervía de voces, risas y pasos. Elena, vestida con seguridad y con una mirada que no titubeaba, caminó entre los grupos sin bajar la cabeza. Sabía que llamaba la atención, y no le importaba.
Lucas la vio. Y esta vez no dudó: se acercó.
—Elena… ¿podemos hablar? —preguntó con voz suave.
Ella ni se inmutó.
—No tengo nada que decirte, Lucas.
—Yo sí… —insistió—. Por favor, solo un momento.
Ella respiró hondo.
—Un momento.
Se alejaron unos pasos del bullicio. Daiana, al verlos, se acercó enseguida.
—¿Otra vez con la pobrecita? —dijo mirando a Lucas.
—No vine por vos, Daiana —le respondió Lucas.
Pero Elena levantó la mano con calma.
—Déjalo. Dejá que diga lo que quiera, es parte de su mecanismo.
Daiana frunció el ceño, confundida por la respuesta.
—Mirá, Daiana, sé que me odias —continuó Elena, sin alzar la voz—. Pero no es mi culpa que Lucas se haya fijado en mí. Y no lo hizo porque yo fuera mejor... sino porque fui sincera con él. Algo que vos, desde tu fachada perfecta, no te animás a ser.
Daiana bajó la vista un segundo. No había maldad en el tono de Elena. Solo cansancio.
—A mí también me usó, ¿sabés? —dijo Daiana de pronto, más bajo—. Solo que vos te diste cuenta a tiempo.
Lucas abrió la boca, pero no dijo nada. Las piezas empezaban a encajar.
—Te la pasaste tratándome como basura —agregó Elena—. Y todo por un chico que no sabía ni lo que sentía.
Hubo un breve silencio. Nadie más los rodeaba. Daiana no respondió. Solo se dio la vuelta y se fue, sin burlas, sin mirada venenosa. Solo se fue.
Lucas la miró.
—Elena, yo… lo siento. De verdad. Yo no...
—Ya no importa —interrumpió ella con serenidad—. Entiendo que al principio solo querías divertirte. Pero yo no soy una aventura, Lucas. Y ahora lo sé.
Lucas asintió, tragando saliva.
Entonces apareció Carla, justo cuando sonó el timbre.
—¡Ahí estás! —dijo mientras se acercaba.
Elena le sonrió por primera vez en días.
—Gracias —le dijo abrazándola de golpe—. Por estar. Por contarme lo que sabías. Y perdón… por haber dudado de vos.
Carla se quedó quieta un segundo. Luego le devolvió el abrazo.
—¿Y ahora somos team “Elena imparable”?
—Totalmente —dijo Elena riendo.
Ambas se alejaron hacia el aula riéndose, dejando atrás a Lucas con una mezcla de culpa, respeto… y algo más profundo que aún no sabía poner en palabras.