Project Universe: Explorers

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Alex observó al general con determinación. La luz azulada de su reloj de portales parpadeaba, lista para entrar en acción.

—¡Ataquen! —gritó Heart, retrocediendo con un salto ágil.

Alex activó un portal, Kennedy lo atravesó y desde otro en el techo, cayó estrepitosamente al suelo.

—¡Malditos portales! —gruñó, levantándose con furia.

Cubierto por su armadura pesada, el general disparó una ráfaga de cohetes hacia Alex.

—¡Piedras preciosas, destruyan con dureza! —bramó Writz.

Del anillo Terreok, un enjambre de gemas afiladas brotó, interceptando los misiles uno por uno con explosiones vibrantes.

—¡Vas a morir, Alex! —rugió el general, lanzándose hacia él con un salto demoledor.

Pero Heart lo interceptó en el aire, su pierna impactó como un martillo contra el costado de Kennedy, desviándolo.

—¡Aprende a mirar a tu alrededor! —le gritó, rematándolo con una embestida que lo estrelló contra el suelo.

Intentó atravesar su armadura con su sable, pero Kennedy detuvo el golpe con sus guantes reforzados.

—¡No te confíes, lata con piernas! —espetó, empujándola con brutalidad.

Kennedy volvió a su táctica clásica: golpes implacables al torso de Heart. Pero al centrarse en ella, no vio lo que se avecinaba...

Alex, ya de pie, abrió dos portales. Uno frente al general... y otro justo detrás.

Su propio puño emergió por el segundo portal —¡crack!— golpeando de lleno el rostro de Kennedy. El casco se resquebrajó con un sonido seco.

—Ugh... —gruñó Kennedy, tambaleándose—. Son pésimos en todo... menos en equipo...

Heart jadeaba. Se sobó el abdomen. El daño comenzaba a acumularse.

—¿Estás bien? —preguntó Alex, acercándose.

—Sí... pero no sé cuánto más aguantaremos así...

Su mirada se posó en las grietas del casco. Se le encendió una idea. Arriesgada... pero posible.

Kennedy rugió y volvió a lanzarse contra Alex.

Heart lo interceptó de nuevo, esta vez señalando con varias flechas flotantes de sus pantallas, apuntando hacia el reloj de Alex.

—Solo sus golpes pueden atravesarlo. Nosotros te cubrimos.

Alex tragó saliva. Su corazón latía con fuerza, pero ya no había duda en sus ojos.

—Bien... ¡Hagámoslo!

Activó un portal bajo sus pies, y desapareció en un destello.

Heart se adelantó, su puño cargado.

—¡Vamos a ver si esta armadura aguanta lo suficiente!

Ambos chocaron con un estruendo. Una onda sónica rasgó el aire.

Kennedy se distrajo un segundo. Writz aprovechó.

—¡Enredaderas eternas, obedezcan y atrapen a mi objetivo!

Raíces verdes emergieron del suelo, envolviendo los brazos del general.

—¡Duende cobarde! ¡Pelea sin tus trucos!

Heart volvió a la carga, golpe tras golpe. Pero la armadura absorbía casi todo.

—¿¡Por qué no puedo romper esta maldita cosa!?

Kennedy respondió con una patada devastadora. Heart voló por el aire, cayendo junto a Writz.

—¡Heart! ¡Si tu IA tiene un plan, es ahora o nunca! ¡El anillo se está apagando! —gritó el elfo, invocando nuevas raíces.

—¡Alex! ¡Dime que se te ocurre algo! —gritó Heart, incorporándose con dificultad, colocándose frente a Writz.

Alex, oculto entre los barriles del pasillo, observaba... y entonces lo notó.

—Los guantes... ¡No están conectados al resto de la armadura!

Kennedy se libró de las raíces con un rugido. El anillo de Writz finalmente se desactivó.

—Oh no... —el elfo buscó frenético entre sus objetos—. ¿Dónde están esos malditos pergaminos?

—Déjalo —dijo Heart, firme como acero.

—¡Se acabaron los trucos! —bramó Kennedy, lanzando un puñetazo demoledor.

Heart alzó los brazos para resistirlo... pero justo en ese instante, un portal se abrió frente al puño del general.

Kennedy se tensó, esperando un impacto.

Nada ocurrió.

—¿Qué...?

Entonces sintió algo extraño. Cuando retiró el brazo del portal... su guante ya no estaba.

Heart sonrió. Alex lo tenía puesto, con la mirada decidida.

—Alex... —susurró Heart, aliviada.

—Buen truco, retoño —dijo Writz, levantando el pulgar.

Kennedy dio un paso atrás. Algo en la expresión de Alex... le hizo retroceder.

Y por primera vez, Alex sonrió con confianza.

—¡Hey, Kennedy! —gritó, activando el reloj.

Un portal apareció frente al general.

Su único pensamiento fue:

"Debí hacer la armadura de cuerpo com..."

¡BAM!

El puño de Alex salió con furia implacable, atravesando el casco y lanzando al general contra la pared.

Kennedy se desplomó. Inconsciente.

—¡Increíble, Alex! ¡Eso fue genial! —Writz celebraba con entusiasmo, levantando el puño al aire.

Alex salió por un portal, apareciendo junto al cuerpo inconsciente de Kennedy.

El guante Hammer faltante brillaba tenuemente. Sin dudar, se lo quitó. No podía permitir que esa clase de tecnología cayera en las manos equivocadas.

Mientras los guardaba, se detuvo un segundo. Ver al general así, indefenso... no le provocaba alegría. Solo un vacío incómodo.

—Retiro lo dicho... —susurró la robot para sí.

Heart apareció a su lado, dándole un leve golpe en el hombro. Su sonrisa era escasa, pero sincera.

—Parece que sí sabes dar buenos puñetazos —dijo, con una mezcla de alivio, orgullo... y un atisbo de cansancio en la voz.

—¿Y ahora qué hacemos con él? —preguntó Writz, uniéndose a ellos mientras recogía sus pergaminos dispersos.

—¡No se preocupen! Yo acabaré con esto —declaró Heart, y su brazo se transformó en una hoja metálica.

Pero justo cuando estuvo a punto de descargar el golpe, la mano de Alex la detuvo con firmeza.

—Tenemos los chips. Vámonos, ¿sí?

—Alex, él es nuestro enemigo. ¡Nos atacó sin provocación!

Alex lo pensó por un segundo. Luego dijo, sin levantar la voz:

—¿Si alguien entra a tu casa a robar, no buscarías detenerlo?

Heart se quedó en silencio. Writz también. La lógica era irrefutable... pero también incómoda.

Finalmente, la Humex bajó el brazo con un suspiro robótico.

—Tsk... Bueno, vámonos...

—Yo la acompaño —dijo Writz, mirando alrededor con cautela—. No vaya a ser que esa armadura haya dejado hijos.

Ambos se alejaron, dejándolo solo por un momento.

Alex observó el cuerpo del general y bajó la mirada hacia las botas.

—También están separadas... ¿Esto era un prototipo?

Las examinó por un instante. Eran justo de su talla.

—Mmm... No puedo dejarle esto. Es demasiado peligroso.

Me salió ladrón este tipo...

Las botas eran pesadas, pero estables. Sintió que encajaban con él.

—Si Heart tuvo problemas con solo los guantes... entonces esto puede servirme de escudo.

—Eres un peligro —gruñó Kennedy, abriendo lentamente los ojos desde el suelo.

—¿Uh? —Alex se giró, sorprendido.

—Yo... ya me iba.

—Más te vale no volver, Alex Lower.

—No pienso pisar tu base otra vez.

—Mejor asegúrate de no regresar a la Tierra. O te encontraré. Esto... esto ya es personal.

Alex lo miró. Sintió un pequeño escalofrío al ver la rabia en los ojos del general. Alguien con su rango podía causar muchos problemas.

Pero entonces pensó en su hogar, su familia... su mirada apatica lo dijo todo.

—No estoy seguro de querer regresar —dijo—. Tú mismo lo dijiste... nadie me va a recordar.

Se dio la vuelta sin esperar respuesta.

—¡Serás un criminal de guerra, Alex! ¡No habrá rincón en la Tierra donde estés a salvo! —gritó el general, cada vez más lejano.

Alex no contestó. Solo caminó hacia la salida. El eco de las amenazas se perdía en el zumbido de la base semidestruida.

Afuera, Heart y Writz esperaban entre escombros y humo. Al parecer, la batalla había dejado secuelas en toda la base.

—¿Crees que fue buena idea dejarlo ahí dentro? —preguntó Heart, cruzándose de brazos.

—Tranquila, Heart. Piensa como una pluma de fénix: suave y relajada —respondió Writz, haciendo un gesto raro con los dedos—. Alex no tardará.

—Eso espero...

Hubo un silencio breve entre ellos. El tipo de silencio que comparten los amigos como algo en común.

—Dime, Heart... ahora que viste lo que Alex puede hacer, ¿crees que será un obstáculo para lograr un equipo de rango estrella?

Heart lo pensó un momento.

—Tiene fallas... pero también potencial. Podría ser clave.

—¡Excelente! Tres hojas del mismo árbol, como dice el dicho.

—¿Y ese dicho existe? —lo miró con escepticismo.

Antes de que pudiera responder, Alex salió por la puerta.

—¡Lindas botas! ¿Ahora te dedicas a robar trofeos de guerra? —bromeó Writz.

—Ja, no es por vanidad —respondió Alex—. Solo pensé que dejarle esto a Kennedy era más peligroso que llevármelo. Además... serán útiles para próximas misiones.

Heart y Writz asintieron al unísono.

—Empezamos con el pie izquierdo, Alex —dijo Heart—. Pero espero que esto funcione.

—Yo también —respondió con una sonrisa, más sincera que antes.

—Muy bien. ¡Hora de entregar los chips! —exclamó Heart, sacando una pequeña cápsula brillante—. ¡El concejal nos espera, así que actitud profesional!

—¡Sí, jefa! —dijeron al unísono el elfo y el humano.

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Al cruzar el portal, los tres lo vieron: el concejal Rumble los esperaba del otro lado. Era un Humex de estructura refinada, algo más alto que Heart, con una silueta metálica perfectamente pulida y ojos que simulaban pupilas líquidas.

Su mirada los recorrió con atención: heridas menores, ropa rasgada, manchas de polvo... pero rostros decididos.

—Parece que no fue una misión sencilla —dijo con voz grave, neutra, perfectamente calibrada.

—Concejal Rumble, es un honor —dijo Heart, arrodillándose con respeto. Writz la imitó enseguida, con gesto solemne.

Alex dudó. ¿También debía arrodillarse? ¿O simplemente entregar los chips?

—Tú eres el humano... Alex Lower —dijo el concejal.

—Veo que mi fama viaja rápido —intentó bromear Alex, extendiéndole los chips—. Aquí tiene...

Pero Rumble no los tomó de inmediato.

—¿Cómo es la vida en la Tierra? —preguntó con genuina curiosidad.

Alex se quedó mudo. Heart y Writz le lanzaron miradas nerviosas: "¡Contesta algo, ya!"

Finalmente, Alex sonrió. Era una sonrisa melancólica.

—No soy la persona adecuada para responder eso.

Rumble ladeó la cabeza, intrigado.

—¿Y por qué no?

—Porque si respondiera según mi experiencia... pensaría que la Tierra es un infierno.

El silencio que siguió fue profundo. Incluso Heart pareció sorprendida.

Qué chismosos, pensó Alex, al notar las miradas.

—Comprendo... —dijo Rumble al fin, tomando los chips con suavidad robótica—. Espero que su estadía en ARMA sea más... enriquecedora que su vida en la Tierra.

Miró los chips con detenimiento.

—Me encargaré de verificar cómo viven los humanos desde una perspectiva más objetiva. Pueden retirarse.

Heart y Writz se incorporaron. Alex solo lo observó un momento más, reprimiendo una sonrisa irónica.

Me encantaría ver cómo intenta ser objetivo...

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Al salir del centro de portales, los tres caminaron por los pasillos sin rumbo fijo.

—¿La vida en la Tierra es tan mala? —preguntó Writz con naturalidad brutal.

—No todo el tiempo. No para todos —respondió Alex—. Yo solo tuve mala suerte.

—Qué respuesta tan ambigua... —dijo Heart, cruzándose de brazos.

—¿Y cómo es la vida en sus planetas? Digo... sí son de otros planetas, ¿verdad?

—Obviamente, imbécil. Soy de Humax, cerca de ARMA —respondió Heart con fastidio.

—Yo soy de Alay —declaró Writz con orgullo—. Tierra de árboles milenarios, manantiales mágicos y excelente pan de savia.

Se detuvieron frente a un local de comida. Un letrero brillaba con colores estridentes: CEREABROS.

Qué nombre tan feo...

—¿Qué sirven aquí? —preguntó Alex.

—Cereales. De todo tipo —dijo Writz—. Ideal para desayunar después de evitar una masacre.

—Los Clavognetics van bien con leche de Cackaroo desplumada —añadió Heart—. Pero tú necesitas algo más apto para humanos...

Alex los siguió dentro.

Probablemente le dé una indigestión con esto...

Probablemente muera intoxicado...

Probablemente... bah, qué se le va a hacer. Siempre hay una primera vez.

Así será Alex Lower... el humano que abandonó su planeta por un plato de cereal.

No... eso suena patético.

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—¡AAAHHH! —el rugido sacudió las paredes del despacho militar.

Kennedy, furioso, lanzaba muebles contra la pared, destruyendo escritorios, pantallas y hasta una maceta.

—¡Ese maldito Alex! ¡Se llevó los chips y las piezas de la Hammer! ¡¿Cómo voy a explicarle esto al Pentágono!?

La teniente Fel se mantenía firme en un rincón, conteniendo la respiración.

—Teniente... ¡Nos destrozó un trío de novatos! ¡¿Qué vamos a hacer ahora!?

Fel miró al suelo, luego lo encaró con frialdad calculada.

—En realidad... hay alguien que podría ayudarnos.

La puerta se abrió sin previo aviso. Una figura femenina entró al despacho, su silueta apenas visible bajo la tenue iluminación.

—¿Otro más de ustedes? —espetó Kennedy—. ¿Qué quieren ahora? ¡Ese idiota ya se llevó lo que...!

—Negociar, general —interrumpió la figura con voz suave, pero firme.

Kennedy parpadeó. La voz tenía algo hipnótico. Serpenteante.

—¿Negociar?

—Sí. Los que le robaron trabajan para ARMA. Nosotros no. De hecho... los detestamos.

La figura extendió una tarjeta. Solo se veía una mano de piel blanca como porcelana, con uñas negras perfectamente cuidadas.

—OMEGA estaría dispuesto a brindarle protección. Y recursos. A cambio...

Kennedy tomó la tarjeta, desconfiado. Miró a Fel. Ella asintió con seriedad.

—¿Y qué quieren?

La mujer sonrió, dejando entrever unos colmillos delicadamente afilados.

—Lo mismo que querían ellos. Información...

La luz golpeó su rostro. Piel impecable. Labial negro. Y unos ojos rojos como rubíes brillando con una malícia calculadora.

OMEGA ha entrado al juego.

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