Lecciones De Amor

—Cariño, te parece si vamos a bailar —dijo Andrea sacando a empujones a Bruno que no entendía por qué tanta prisa por bailar si se estaba divertido al ver como su primo fingía no prestar atención a Gabriela cuando ella se acercaba a él dando difusas señales de interés para después ignorarlo cuando él se mostraba atento, llevaban casi treinta minutos así se comportaban como un par de niños que intentaban tocarse las manos para luego quitarlas al más mínimo roce. 

—Pero qué hay de Leo y Gaby —dijo entre risas. 

—Ellos estarán bien si se quedan un rato solos —por la manera en que Andrea remarco la palabra “solos” Bruno entendió el punto —yo quiero ir a bailar. 

—Ahh, bueno. 

—¡Hey, chicos! ¡No me digan que ya se van! —un joven rubio y de cabello desordenado apareció detrás de Bruno y Andrea, Gabriela intuyo que ese era Mario, el del cumpleaños —Si apenas llegué, entreguenme mis regalos y después pueden ir a dónde quieran —dijo entre risas tomando lugar en la mesa donde estaban justo a lado de Gabriela seguido de una hermosa jovencita morena a quien le indico sentarse al lado de Leonardo —. No te molesta que me siente junto a ti, muñeca —dijo con una sonrisa ladina y un tono que hizo que Gabriela se pusiera nerviosa, sobre todo por la manera en que la recorrió de arriba a abajo sin ningún tipo de consideración; junto a ella pero del otro lado pudo sentir como los músculos de Leonardo se tensaron. 

—Ella es Gabriela, recuerdas que te había hablado de ella —dijo Leonardo apretando los dientes como si fuera a saltar encima de su amigo. 

—Si, es la amiga de Andrea —secundó Bruno notando lo tenso del ambiente. El y Andrea se habían sentado de nuevo, el ruido de la música no hacía nada por aligerar el momento. 

—Leo, hermano —Mario volteo a ver a Leonardo como si solo en ese momento se hubiera percatado de su presencia —te acuerdas de Annabelle —la chica que se había sentado en el otro lado junto a Leonardo se removió incómoda, había sido ignorada desde su llegada y de repente todas las miradas sobre ella y no de la manera en que se mira a una chica guapa sino más bien como se mira a alguien que está de más. 

—Hola —dijo Leonardo dando un vistazo rápido y volviendo su atención a Gabriela que estaba ligeramente encogida con Mario sobre su hombro. 

—Vamos, amigo. Solo hola, está chica moría por verte de nuevo y tú sólo dices “hola” 

La mirada que Gabriela le dió fue de absoluto reproche, ella supo bien a qué se refería Mario con que esa chica moría por verlo otra vez, por su sonrisa y el tono en que lo dijo no había lugar a dudas. 

—Creo que es algo tarde, tengo que irme —dijo Gabriela levantándose con cuidado y sin saber por donde salir, el espacio entre esos dos hombres era reducido. 

—Ay no, amiga. Aún es temprano y mañana no hay escuela. 

—Claro además yo acabo de llegar y aún no me has felicitado por mi cumpleaños —dijo Mario impidiéndole el paso y atrapándola en un abrazo, Gabriela no supo cómo reaccionar ante eso así que solo correspondió de la misma forma que felicitaria a un amigo cualquiera. 

Leonardo se levantó de súbito ofreciendo su mano a la chica que estaba a su lado pero sin apartar su vista de Gabriela que no podía terminar con ese abrazo. 

—¿Quieres bailar, Isabel? 

—Me llamo Annabelle —dijo la chica con una amplia sonrisa sin darle importancia al hecho de que Leonardo ni siquiera recordaba su nombre. 

—Si como sea. 

Leonardo tomó a la chica sin esperar respuesta y la arrastró a la pista. Gabriela sintió un hueco en el estómago cuando vio como Leonardo permitía que esa chica pegara su cuerpo a él, en ese momento Gabriela pensó en seguir el juego del tal Mario que no dejaba de verla de esa manera y mostrarse muy interesado en ella, aún después de que ella se lo sacara de encima de una forma poco amable pero algo en su interior la detuvo, no sabía cómo hacerlo y no se sentía cómoda. 

—Gaby, acompáñame al baño —dijo Andrea rescantandola. 

Gabriela se dejó arrastrar prácticamente por Andrea no sin antes voltear a ver a Leonardo, esa chica parecía tener demasiada confianza con él. 

—Gracias, Andy —dijo Gabriela en cuanto entraron al baño soltando un largo suspiro —Necesitaba salir de ahí. 

—Por supuesto, amiga. ¿Qué tal ese Mario? Es guapo verdad —dijo Andrea mientras se retocaba el maquillaje.  

—Si, lo es —Gabriela no parecía darle importancia incluso su voz carecía de convicción —. Amiga lo mejor será que me vaya, voy a pedir un taxi y…

—No. Te quedas y hablas con Leonardo, acaso crees que no me doy cuenta de que hay algo entre ustedes porque no se comportan como los adultos que son. 

—Pero está bailando con esa chica, no crees que es mejor dejar las cosas así, él y yo somos… diferentes. 

—Y dale con eso —Andrea soltó la brocha con poco cuidado sobre el lavabo —. Gaby, acaso no te diste cuenta que Leo está celoso. Gaby tienes que hablar con él. 

—Tienes razón. 

Gabriela camino hacia afuera de ese baño dispuesta a hablar con él haciendo uso de la valentía que le daba el poco alcohol que había consumido y la motivación de su amiga, se pararía frente a él y le quitaría de encima a la tal Isabella esa. 

—Amiga, espérame. 

Los pasos de Gabriela fueron firmes hasta el momento en que estuvo frente a ellos. La luz era más tenue pero suficiente para ver que esa chica se estaba aprovechando del momento. 

—¡Leonardo! podemos hablar un momento. 

—Justo ahora no puedo, Gaby —Leonardo tomó la cintura de su acompañante y la acercó más a él —te parece si hablamos mañana. 

Podría haber saltado encima de ellos y recordarle como le había dicho que estaba enamorado de ella pero solo dió media vuelta decidida está vez si , irse de aquel molesto antro. Un golpe en su costado la hizo tambalear y casi caer al suelo si no hubiera sido por unos fuertes brazos que la sostuvieron. 

—Hola preciosa. Deberías tener más cuidado.

La sonrisa de Mario era de dientes perfectos lejos de hacerla sentir segura solo le generó incomodidad. Gabriela no supo de dónde llegó el golpe que hizo a ese hombre caer al suelo ni cómo logró ella mantenerse en pie, quizás fue porque los brazos de un iracundo Leonardo la aprisionaron contra su cuerpo. 

—¡Alejate de ella, imbécil!