Dentro de lo más profundo de esta sociedad, existen males que le hacen bien al mundo, sin embargo, su simple existencia envenena a todo el que la toca.
Mas allá de la vida cotidiana, este mundo consagra distintas plagas, una de ellas ha logrado atrapar a Killian Inagawa en una red de dulces mentiras superpuestas por ¿su prometida?
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Más allá de la superficie
Finalmente, mi mente para de dar vueltas, pues lo único que está frente a mí es ese embriagador perfume, el cual me envuelve y me arrastra a lo más profundo del infierno. Curiosamente… Se siente cálido.
–Laila..
Su nombre se escapa de mi boca. Se siente como si no tuviese control de mis propios impulsos. Ella me observa con una mirada suave… una que siento que ya conozco por mucho que intente sacar la idea de mi cabeza.
Poco a poco, esa mirada se transforma en una nueva, similar a la compasión ¿o tal vez sea culpabilidad? No tengo idea, pero verla de esa forma hace que un nudo en el estómago intente consumirme desde dentro.
Si esto significaba un problema para ella o le desagradaba la idea de que sintiese algo por ella, entonces estaba en grandes problemas, porque a quien tenía en frente no era nada más ni nada menos que un adicto a su presencia.
–Killian, yo no…
Se detiene, y con una velocidad feroz lanza un cuchillo hacia su derecha, el cual de no ser por los reflejos de ese tipo, habría acabado con su vida en cuestión de segundos.
–Siento mucho interrumpir Durga, pero sus padres se encuentran esperándola en el despacho.
Comunica Ethan a unos cuantos metros de distancia. Por alguna razón siempre se encontraba presente cuando algo interesante estaba por suceder.
Puedo observar en esa expresión sería un atisbo de satisfacción por lo que acaba de hacer, dándome a entender que no se iba a quitar de en medio con tanta facilidad.
–Tenemos que ir – Suelta Laila, regresando a su sonrisa tranquilizadora, como si nada hubiese sucedido.
Asiente ante su orden y me levanto del suelo. A lo largo del camino, las palabras de Einer regresan a mi mente. Tal vez tenía razón y no debía confiar en todos, en específico en aquellos a quienes no conozco a cabalidad.
Si vuelvo a la realidad, más allá de La Durga hay más peligros de los que debo tener cuidado, y el primero de ellos estaba ahora mismo enfrente mío, esperando a arrebatarme a esa mujer.
–Solicito una reunión con el Jefe de los Miwra.
Dictamina Aubrey Konan, acompañado por la antigua Durga y sus guardaespaldas.
–Los asuntos del jefe de los Miwra también me competen como su prometida y todo aquello que competa al clan Konan tiene que pasar por mí, ¿o acaso ya has olvidado quien soy, padre?
Se impone Laila, mostrando la marca de su brazo sin dejar de lado una sonrisa triunfante. Una pequeña muestra de su poder como la Durga y mi futura esposa.
–Jamás olvidaría a quien eres, mi niña. Pero mi presencia en este lugar no son negocios, es la solicitud de un padre hacia quien pretende desposar a mi hija.
–Está bien. Me haré cargo de aquí en adelante.
Me interpongo, colocando una mano sobre el hombro de Laila, petición sutil de que me regalase esta oportunidad de entablar una conversación con su padre. Ella suelta una pequeña risita, aquella que siempre tintinea en mi mente.
–Muy bien, les dejaré solos, sin embargo, si intentas hacer algo contra el clan Miwra no te lo perdonaré.
Sentencia, reglándole una mirada dura a este hombre, quien le sonríe, acostumbrado a sus contantes amenazas. Ella deja la oficina, permitiéndome finalmente enfrentar a Aubrie y su esposa.
–Me alegra recibirlos en el clan Konan – Suelto, sentándome en la cabeza de la sala – Sin embargo, no están aquí para darme si bendición, ¿o me equivoco?
–Siento no haberme presentado en aquel entonces. Mi nombre es Eira Konan, tu principal patrocinadora.
Podía sentir en sus palabras una fuerte energía, similar a la de un tigre cazando a su presa. Era bastante claro, esa mujer me estaba probando.
La sensación es similar a la que produce Laila con una simple mirada, no obstante, esta mujer podía producir el mismo sentimiento con un ademán de amabilidad en su rostro.
–Me alegro de tener a la antigua Durga de mi lado.
Suelto, devolviéndole la sonrisa, sin embargo, ella podía comprender fácilmente mis movimientos y eso era algo entretenido.Sinceramente,e no tengo idea desde qué punto comencé a disfrutar de un juego de poder frente a una persona que claramente podía asesinarme con facilidad, pero ya no había vuelta atrás.
–A mí me alegra tener a alguien inteligente de nuevo en la familia. No es así, ¿querido?
Pregunta, dirigiendo a su mirada a su esposo, quien no había apartado su mirada de la mía desde que Laila nos dejó solos.
–Definitivamente, es alguien inteligente – Cede finalmente, levantándose y recorriendo el lugar.
Esa imagen me trae viejos recuerdos, pues de esa forma era como el viejo Piero solía rodearme en cada una de sus “reuniones”, las cuales resultaban ser una amenaza para asegurar mis intenciones con el clan.
–No esperaba que fuese precisamente el hacker de la familia quien traicionara al bastardo Miwra.
Completa, deteniéndose a mi espalda. Por alguna razón podía adivinar lo que seguía a continuación, por lo que me dejo llevar y con un movimiento rápido saco mi arma de la canana, apuntándole a Eira Konan.
–No soy un idiota, sé muy bien quien es mi verdadero peligro.
Suelto, sonriéndole a la mujer, la cual sube ambas manos, dejándome ver finalmente la daga que tenía oculta en la manga de su mano derecha.
–No importa a quien apuntes, siguen siendo dos contra uno.
Amenaza el hombre, apuntándome con la pistola. Suelto una risilla de satisfacción al encontrar la unión de estos dos. Una pareja incomparable.
–No creo que sea una buena idea hacer eso, después de todo, soy yo quien tiene a La Durga como su principal soporte.
Suelto, caminando lentamente hacia Eira, la cual observa cuidadosamente cada uno de mis movimientos.
Uno de los principios para ser un asesino es conocer las debilidades del otro y no requería de una exhausta investigación para saber que esta mujer es casi tan importante para el jefe de los Konan como Laila lo era para mí.
La razón por la cual no me disparaba no era solamente por confiar en las capacidades de su mujer, sino porque sabía que Laila no se andaba con juegos cuando se trataba de nuestro compromiso.
Tomo el hombro de la mujer con delicadeza y la acerco a mí con la intención de posicionar la pistola en su cabeza. La expresión de Aubrie Konan cambia progresivamente, sabe perfectamente que perdería mucho más de no bajar el arma.
–Es una lástima, realmente usted me cae muy bien.
Le confieso a la mujer bajo mi amenaza, la cual, me observa completamente entretenida con mi estrategia.
–El sentimiento es mutuo.
Responde, guiñándole un ojo a su esposo, el cual con total enfado baja su arma.
Por un lado podía entenderle, este despreciable traidor le había arrebatado a su hija y la había traído directamente al mismo moridero por el cual su verdadera hija perdió la vida siendo apenas una niña, y no contento con eso, ahora le amenaza con dispararle a su esposa.
–Muy bien. Ahora que te has impuesto por sobre el deseo de la familia Konan, tendrás asegurar la vida de la Durga, de lo contrario perderás lo todo.
Tras esas palabras guardo mi pistola y libero de mi agarre a su esposa, quien espera calmadamente a que su esposo regrese a su lado.
–Perder a Laila no es una opción para mí. Soy capaz de destrozar cada una de las familias de la mafia con tal de mantenerla con vida.
Confieso, sintiendo como la mera idea de que algo le sucediese hace que mi sangre hierva de la rabia. Esto hace que me cuestione cuanto podía querer a esa mujer a mi lado; no había pasado un par de días desde que la conocía y ahora parece que no puedo concebir una vida sin ella.
Aquel sentimiento me agobia. Nunca había sido alguien que confiase rápidamente en nadie y mucho menos que cayera en las redes de una mujer con tanta facilidad. Si bien era cierto que la necesitaba a mi lado como Durga, esa única razón no estaba bastando para explicar mi emocionalidad hacia ella.
–Me alegro de habernos encontrado – Interviene Eira, dirigiéndose hacia la salida junto con su esposo.
–Fue un placer atenderla, Durga – Me despido, disculpándome de alguna forma por mi actitud ante alguien tan importante para Laila.
–Puedes llamarme madre, querido.
Su respuesta me deja helado momentáneamente. No había escuchado esa denominación dirigida hacia mí desde que fui enviado al reformatorio.
Paso saliva al recordar algo tan molesto, después de todo, era más cómodo para mí recordar la muerte de mi padre, que la miserable cara de esa mujer.
–Así será entonces… madre.
Pronunciar esas palabras me costaron más de lo que imaginaba. Afortunadamente, ninguno de los dos presta atención a mi reacción, por el contrario, Aubrie se acerca a mí tanto como le es posible.
–Será mejor que tengas mucho cuidado. La Durga es un título codiciado y no eres el único que requiere de poder para sobrevivir.
Susurra su advertencia para después alejarse de la mano junto con su esposa. La mera imagen provoca que una pequeña esperanza se acreciente dentro de mi pecho.
–Veo que pasó la prueba.
Suelta Ethan frente a la entrada, fastidiándome la vista.
–Justo el tipo a quien quería ver – Suelto con sarcasmo, dirigiéndome al escritorio y tomando asiento. A lo que Ethan no pierde el tiempo y cierra la puerta tras de sí. –Vamos sin rodeos. ¿Qué es lo que pretendes quedándote a su lado?
Le enfrento. A lo largo de este corto tiempo vigilándole había notado una especie de actitud completamente inquietante en él. Era alguien frío, calculador y directo, un lacayo perfecto y bastante más emocional de lo que aparentaba.
Ethan suelta se recarga en uno de los sillones que dan frente al escritorio, regalándome una sonrisa satisfecha.
–Contrario a usted, yo llevo siete años a su lado. Sé absolutamente todo de ella, desde su pasado hasta su completa oscuridad y estoy bastante seguro de que no hay nadie que pueda estar a su lado… mucho menos usted.
–Pero tú sí, ¿verdad? – Respondo, cruzándome de brazos y reclinándome en la silla – Eso es tener demasiada confianza.
–Tengo absoluta certeza de que no hay nadie más apto para ella que yo – Me confronta, acercándose a la mesa y apoyando ambas manos sobre la misma me enfrenta. – Soy capaz de entregar mi vida por ella.
Le sonrío, levantándome y enfrentándome a él de la misma forma. – Esa es la diferencia entre tú y yo. Mientras tú das tu vida por ella, yo soy capaz de destruir todo, con tal de que no le toquen un solo mechón de pelo.
Ethan niega rápidamente, desesperado por mi actitud. Era bastante claro que yo tenía las de perder en cuestión de tiempo y cercanía y que si evaluaba todo lo ocurrido hasta este punto, era más probable que fuese de él quien ella estuviese enamorada.
–No tienes idea de quién es, y mucho menos, de todo lo que ha tenido que pasar como para perder la mitad de su vida casada con un hombre que no sabe qué hacer con todo lo que tiene bajo sus manos.
Aquellas palabras quedan sonando en mi mente. No, yo no le conocía en lo absoluto, apenas si podía leer sus expresiones ante diferentes situaciones, y mucho menos sabía qué tipo de cosas ocultaba, sus debilidades ni sus deseos.
El hecho de que este maldito tenga esa ventaja por sobre mí hacer que el impulso por conocer cada parte de ella se acreciente a cada minuto que paso en este mundo, pero no podía obligarla a confesarme años de sufrimiento bajo una familia que no era la suya.
–Hermano!... Creo que es mejor que vengas a la entrada de la mansión – Suelta Brais con un tono angustiado tras la puerta.
El corazón me late con fuerza, por alguna razón sabía que esto involucraba a Laila y para mi mala suerte, no era el único que lo sentía de esa forma, pues la expresión Ethan decía exactamente lo mismo.