Endeudada y sin dinero, engañada y traicionada, manipulada y desechada...yo solo quería que todo acabara, y si de verdad existía un infierno, pedirle a Dios el poder ver de nuevo, al único hombre que he amado realmente. Sin embargo, jamás pensé que mi alma sería arrebatada por una maquiavélica IA, quien con ayuda de un sistema, me obligará a entrar a la historia de terror, que yo misma escribí, con un único objetivo: convertirme en la esposa principal del villano y ayudarlo a traer el fin del mundo. ¿Será posible sobrevivir a mi propia creación?
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CAPÍTULO 15
Vestida con un par de botas negras, pantalón y buzo del mismo color, Serah estaba sospechando que a su familia no le gustaba que ella usara el color blanco.
Aquello lo confirmó cuando en compañía de dos escoltas, que Solomon había dejado a su disposición, observó a su media hermana una vez salió del ascensor.
Apoyándose con un bastón, vio a lo lejos como Rebeca resplandecía de color blanco, pese a sus heridas.
..."Bueno... como si vestir de negro fuera El peor de mis problemas", pensó con un poco de amargura....
—Señorita Serah—dijo uno de los escoltas, sacándola de sus pensamientos—nuestras órdenes son acompañarla hasta aquí, del hospital para afuera está usted sola.
Serah susurró un "entiendo", mientras seguí observando como el mismo escolta quería dejar sus cosas en el maletero del auto que había más adelante.
Sin embargo, esto se detuvo cuando la puerta del pasajero del carro se abrió y un hombre maduro con traje se bajó de este.
—¿De quién es esa mochila?—cuestionó el hombre.
—Es la mochila con la ropa de la señorita Serah—respondió el escolta.
—¡Botala en la basura!—ordenó.
Serah frunció el ceño, se suponía que aún estaban dentro de la clínica, por lo que ellos aún deberían de estar protegiéndola, aunque estuvieran dentro del parqueadero subterráneo. Pero, los escoltas de Solomon permitían aquello de quien creía era su padre.
—¡Papá!—lo saludó Rebeca.
Dominic, quién había tenido un viaje por trabajo bastante largo, sentía un malestar muy fuerte y no era por el mero hecho de estar cansado, sino por el haberse enterado de lo que había pasado con su esposa.
Una cosa era lo que pasara con Rebeca, bajo la intimidad de su familia, Y si aún no había intervenido era porque le convenía estar cerca de Solomon. Por eso tampoco evitó su encaprichamiento con Serah, ya que tendría a sus dos hijas al lado del futuro patriarca de la familia.
Aquello sin duda le daría un nivel de poder e influencia mucho mayor que el de los demás miembros, pero lo que lo molestó realmente fue que su esposa, en una rabieta, luego de ser tratada sus heridas tras lo que le hizo su futuro yerno, corriera La mansión principal y gritara a los cuatro vientos lo que le había hecho Solomon.
No solo no pudo conseguir ayuda del abuelo, sino que todo el mundo se enteró, a tal punto que el humillado había sido él. Todos los miembros del clan Valentine hablaban de cómo Solomon prefería a la hija ilegítima de una concubina, que a la propia hija biológica de la cuarta cabeza de la familia.
—¡Tú!—gritó señalando a Serah.
Ignorando a Rebeca, camino hasta su hermana, y con una fuerte cachetada la tiró al piso. No le importó lastimarla más de lo que ya estaba la pobre chica herida, lo único que quería era desquitar el enojo que tenía guardado en su corazón.
En cambio, Serah no podía comprender por qué su cuerpo reaccionaba por el miedo que le tenía a quien decía ser su supuesto padre, de una manera mucho peor en comparación a Solomon. Ni siquiera había podido evitar la cachetada.
—Te reconocí como mi hija, aunque eres una bastarda de una mujer infiel—susurro agachado a su lado—para evitar la humillación, pero de esta no te salvas...
Agarrándola bruscamente de su cabello, la obligó a meterse dentro del maletero del auto. Haciendo que soltara un quejido, si no fuera por la mochila escolar en su espalda, estaba segura de que estuviera lastimado más la espalda.
—¡Aprende tú lugar!—le regañó, cerrando con fuerza el maletero.
El hombre vestido de traje de negocio estaba tan enojado, que su respiración se había agitado y lo hacía parecer ver como un primate en plena pelea, hasta su cabello se había revuelto.
—¿Papi?—preguntó Rebeca.
Al escuchar La dulce voz de Rebeca, Dominic salió de su trance. Aunque le molestaba enormemente la vergüenza que sentía en esos momentos, no pudo evitar relajarse un poco al verla.
No podía negar el hecho del dolor que sufría por el estado de su hija biológica, por lo que acercándose con cuidado, Dominic beso la frente de Rebeca. Su corazón se estrujaba cada que veía su dulce y bella niña siendo acosada y herida por Serah.
—No te preocupes—le dijo acariciando su mejilla—Serah ya no seguirá molestándote, le haré que se le bajen los humos por creerse más que tú, nada más porque Solomon quiere tomarla como esposa. Ahora dime, ¿Cómo te sientes?
—No me siento bien—dijo tambaleándose un poco—tengo mucho mareo.
Preocupado por la palidez de Rebeca, con cuidado la entró al auto y ordenó al chofer dirigirse a los terrenos de la familia de manera inmediata. Se encontraban en otra ciudad, pero teniendo en cuenta de que podían utilizar el puente que unía a las dos ciudades y que ni la policía los multaría por exceso de velocidad, estaba convencido de que llegarían antes de tiempo.
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Serah, quién sentía el vaivén del auto en movimiento, se encontraba en posición fetal, sudando por el malestar que sentía. El sudor era impresionante y las ganas de vomitar aún más, estaba segura de que si no salía de allí pronto se vomitaría encima.
Siendo la autora de la historia original, no recordaba que la protagonista sucumbiera más por el miedo que le sentía a Dominic que por el que le sentía a solomón.
Si, era cierto, la Serah original estaba traumada por su padre, pero estaba segura de haberla diseñado para que el terror que ella sintiera fuera más fuerte hacia su futuro esposo que al bastardo que había asesinado a su madre después de haberla dado a luz.
Con eso mente, no pudo evitar vomitar encima, para luego pensar en lo que estaba ocurriendo en realidad: Dominic la asustaba no por estar en el cuerpo de la protagonista y de haber asimilado todos sus miedos y traumas, sino porque le recordaba su mirada a la de su ex novio.
—¡Basta!—chillo del dolor—¡Maldita sea!
Estaba temblando, intentando controlar sus lágrimas. Por culpa de su expareja, ella estaba en esa situación, teniendo que aguantar ese infierno, mientras ser amenazada con el alma de su abuelo.
Que todo ese dolor, traumas, sufrimiento, arrepentimiento y remordimiento que tiene lo vuelva en coraje, valentía y poder de hacer lo que tenga que hacer para estar bien